sábado, 28 de julio de 2018

Virilidad y meaos.

Las brasas encendidas chirriando desprendían el olor a berrenchín en el ligero humo dispersado por el viento entre las hojas del Naranjo del patio de la casa. -Con los dos dedos de tus manos sostente el pipi, me dijo mamá -y orina sobre las brasas.

Según ese era el remedio casero para que los muchachos dejarán de mearse en la hamaca, lo cierto fue que desde entonces deje de mearme la hamaca, y atrás quedaron las sabanas blancas hediondas a berrenchín y el opaco manchón de meaos secos en el fondo de mi hamaca.

Hace algunas noches soñé extrañamente con unas viejas copas de cristal que papá había regalado a mamá para un día de las madres, esas lindas copas las lucia mamá en una vitrina de madera y más luego fueron quebrándose una a una a lo largo del tiempo; lo más raro del sueño fue que dichas copas las vi para mi disgusto llenas de orines amarillos.

El pensamiento onírico es caprichoso, cuando uno duerme los aspectos mas confusos de vivencias y sentimientos se entrelazan para reflejar en el inconciente las mas sublimes o las mas oscuras emociones.

Buscar el significado de esas emociones es una tarea que desde la antigüedad el hombre se ha propuesto, en ocasiones de manera exitosa como los relatos bíblicos de José ante el Faraón Egipcio y su parentela de hermanos, los hijos de Bilá y Zelfa mujeres de Jacob su padre común, quienes vilmente y por envidia por ser el preferido de su padre, por ser el más querido y delicado entre sus hermanos, lo vendieron a unos mercaderes; en Génesis 37 al 47 está su interesante historia.

Y así es la vida, cantan los boleros y los tangos, a nuestra mirada el trato humano es engañoso, podemos tener solo una versión de la verdadera manifestación del sentimiento ajeno, pero es solo eso una visión de exteriores, sin tener la certeza de la verdad que se esconde en los corazones de las personas. -Ojos vemos corazones no sabemos- decían los viejos de antes, esa es la sabiduría acrisolada en la experiencia del día a día, desplegada en el afán rutinario de la existencia cotidiana que lo inspira.

Orinarse en las copas de tu madre es una impresión funesta y desagradable, y si el cristal es traslucido y decorado, se nota más aún el amarillento e impuro contenido.

Hay sueños de sueños, y éste es uno de ellos, manifiesto y explicito, no amerita mayor comentario ni supuesto alguno, es tan claro y preciso, que hasta el cantar de un Gallo acallaría.

Pero quedó el recuerdo imborrable de la madre, cuando le enseñó al hijo el modo de cómo mean los hombres, sosteniéndose su miembro viril con el dedo índice y anular de su mano, y dirigirlo hacia adelante, como indicándonos el camino, como señalándonos nuestro destino, para que los meaos no caigan sobre nuestro cuerpo.



JLReyesMontiel.







     

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