domingo, 20 de septiembre de 2020

La Carrera que Manda el Zorro.



Cuando uno es educado en el seno familiar con principios bien definidos, para desviar ese sendero forjado, tendría uno que volver a nacer y cambiarse de padres, abuelos y tíos; difícilmente un consejo bien guardado, puede ser abandonado bajo el influjo de alguna mala compañía.

Mi madre siempre me refería: -Dime con quién andas y te diré quién eres, haciéndome ver lo dañino de las malas ajuntas de quien, en lugar de darte un buen ejemplo, solo te pueden proporcionar malas mañas y actitudes.

También me instruyó del modo como debía establecer mis amistades en sus relaciones interpersonales y visitas, me decía mi madre: -En casa de tu tía, no todos los días; con esa expresión me refería, que tratará de evitar ir a casa de amigos, familiares y vecinos todos los días, pues era una imprudencia de parte de quién a ultranza vive y muere en casa ajena, causando en algún momento malestar a quién puede ser interrumpido en sus quehaceres diarios, e incluso resultarle uno inoportuno y fastidioso.

En las relaciones de vecindad también me instruyó de ciertas reglas, como las de saludar de manera cordial y ser atento con el vecino, pero evitar en lo posible visitar sus casas, pues podría acarrear problemas interpersonales en el trato cotidiano, y por demás fomentar el chisme, los dimes y diretes entre la gente del resto de la vecindad.

Mi padre, también fue ejemplo de conducta y de serio proceder en asuntos de relaciones intervecinales, cuando vivimos en la popular Calle Venezuela, allá en la hasta entonces, la parte más antañona de nuestra Maracaibo, hacia los fondos de la Basílica de Ntra. Sra. Del Rosario de Chiquinquirá, le corregía a Sarita mi hermana la conversadera con las muchachas del sector, pues mi hermana, como mi padre no la dejaban salir a las casas vecinas, la muchachada convergía frente al frontis de nuestra casa y conversaban desde de la ventana, a tal punto que mi hermana Sara se ganó el motete de “Gata Ventanera”.

A tal punto, mi padre decidió mudarse del Saladillo, para evitar problemas, y sobre todo como yo era apenas un infante de algunos 5 años, evitando aprendiera las insolencias de los carajitos de la barriada Saladillera, pues unas cuantas groserías ya eran parte de mi repertorio, lo cual causó la oportuna reprimenda por parte de mi difunto y recordado padre Pascual Reyes Albornoz.

Desde entonces en los sectores que me ha tocado vivir, sea en mi infancia, juventud y adultez, mi actitud frente a los vecinos siempre ha sido de una gran circunspección, eso afortunadamente me ha traído grandes ventajas ahora que vivo fuera de Venezuela; pero, pero en mi propia tierra, en cuanto a mis relaciones vecinales, en los lugares donde establecí mi residencia me trajo problemas, como consecuencia de mi forma de hacer mi vida y la de mi familia, pocos de mis vecinos comprendieron mi actitud y la de los míos: Mi esposa e hijos, y siempre les recuerdo con aprecio y cariño; otros vecinos en cambio, me tomaron por arrogante y pretencioso, ocasionándome disgustos que afortunadamente por mi prudencia, asumí y superé con verdadero sentido estoico.

Agradezco a mis buenos vecinos, con los cuales compartí amistad, por su empatía en el trato interpersonal; a los malucos vecinos y por muérganos, les perdono su afrenta e innoble proceder, por sus ofensas, por su mal actuar, por sus abusos y palabras. Nadie sabe nadie supo: -La carrera que manda el Zorro, decían mis tíos viejos de antes.

JLReyesMontiel.