sábado, 26 de enero de 2013

El camión de Falo


Una semana santa de 1973, encontrándome yo preparando mi aplazada materia de matemáticas, cuando recibí la grata visita del primo Falo, y entre cuentos, chistes y tertulia, le pidió a mamá si podía guardar su camión Ford 750 en mi casa, la misma casa del sector Tierra Negra, de tantos cuentos antes contados, en efecto, el inmenso patio de mi casa, en su ala derecha todo encementado con concreto, se prestaba para deposito de cosas, artefactos y vehículos. No se como no se nos ocurrió en aquella época alquilar espacios para deposito, hubiese sido una forma de financiar nuestro gastos.

El cuento es que el primo Falo dejó su camión estacionado a la sombra de entre los dos árboles de Mangos frondosos que en ese costado de la casa agitaban sus hojas al compás de la brisa del norte, procurando en todo momento un ambiente acogedor y muy fresco. Aquello por supuesto, era una novedad para aquel muchacho que era yo entonces, dentro de la monotonía y la rutina entre el Colegio y la casa, era una diversión que no pasaba por alto, revisar y sentarme al volante del camión de Falo, ésto se convirtió en mi pasatiempo del momento, sobre todo por un aparato de cintas, hoy día esa tecnología nos parece muy obsoleta, pero para esos años setenta los cajetines de pistas de sonido eran lo último en reproducción musical, luego vendrían los cassettes en los años ochenta.

En mi opinión los cajetines de pistas tenían un excelente sonido, superior a los posteriores cassettes, incluso permitían en una cinta mucho mas ancha, reproducir en diversas pistas un mayor numero de canciones con calidad de disco long play. El aparato reproductor del camión de Falo tenía además dos cornetas o parlantes a cada lado de la cabina, el asunto es que el primo Falo fanático como era de la Billo’s Caracas Boys entre sus cosas del camión se encontraba un cajetín de la orquesta, sorpresa para mi cuando coloqué el cajetín en el aparato reproductor y el milagro del sonido se hizo mágico ante mis oídos, la canción numero 1 era aquella que cantaba la voz de Cheo García… “Hoy todo me parece mas bonito, hoy canta mas alegre el ruiseñor, hoy siento la canción del arroyito y siento como brilla mas el Sol… esto contento yo no se que es lo que siento, estoy contento como el aire como el viento, me pongo cantar me pongo a reír, me pongo a llorar, ¿Qué es lo que siento?… que reviento con las ganas de cantar”…

El camión de Falo era celeste con los parachoques y la plataforma blancas, con su nombre y apellidos escritos en letras rojas –RAFAEL JOSE SALAS SANCHEZ “FALO”- en cada extremo de sus lados.  Descargado le colocaba las estacas de madera debajo del encerado de color verde militar bien sujeto con mecates amarrados en los ganchos de la plataforma del camión.

Una tarde cuando el hambre apremiaba, me acordé de unas latas con carne de almuerzo guardadas en la cabina del camión detrás de los cojines, luego fueron victimas fatales de las meriendas vespertinas de aquellas vacaciones de semana santa de 1973, a mis trece años mi panza no pensaba en lo ajeno, y al punto concluí que siendo el primo Falo tan querendón poco le importarían una fallita en sus vituallas de viaje.
 
Así las cosas todas las tardes, después de una mañana de estudios matemáticos con el amigo de Colegio Derlando Ruiz, solo el libro de Baldor de Algebra Elemental “Aljuarismi” sus narraciones e ilustraciones, fue testigo del asedio al camión de Falo, entre el limonero y los mangos, debajo de la uvitas de playa que en racimos se dejaban caer del borde de la cerca colindante, servían de bocadillos a la amena conversación de entre amigos, pues el camión de Falo se prestaba para juegos, sentarse frente al volante y dejar volar  fantasías infantiles.

Muchos años más tarde, ya con mis tres hijos y mi esposa Mercedes, en la granja de Santa Cruz, conversaba con Falo de aquellos días, y sobre mi travesura con el confité de carne enlatada, le confesaba mi impronta, y me dijo -si yo sabia que eras tu- pero de ningún modo reprochó ni amonestó mi travesura, solo una sonrisa afectiva repasó el contorno de sus labios.

Respecto de los Polinomios, un 03 fue la nota resultante después del esfuerzo autodidáctico de semana santa con el libro de Baldor, Ruiz no salio mejor favorecido, aquello fue una masacre en matemáticas, año aquel de 1973, todo era descubrir y descubrir, entre los entretelones de las horas de estudio, el camión de Falo, comiendo uvitas de playa y la susodicha merienda de las cuatro de la tarde, ahora que estoy pensando en Falo, y tarareando a la Billo’s con su tema “estoy contento yo no se que es lo que siento” relaciono la alegre canción en su letra con la personalidad del primo Falito, como cariñosamente le llamamos todos sus primos, hermanos y tíos. Para cantar a la usanza del bolerista de America, Felipe Pirela, y dejar este mensaje tácito en estas notas de sus apuntes, de estar contento, de vivir el hoy como el mas bonito, de saber escuchar con alegría, de percibir las cosas mas simples en las aguas de un arroyo o en la luz del Sol, tan cotidianos y a la vez tan maravillosos y únicos, que se nos dan a todos y a cada uno de nosotros y nada nos cuesta, y hacen sentir tan grata la vida.

“Hoy todo me parece mas bonito, hoy canta mas alegre el ruiseñor, hoy siento la canción del arroyito y siento como brilla mas el Sol… estoy contento yo no se que es lo que siento, estoy contento como el aire como el viento, me pongo cantar me pongo a reír, me pongo a llorar, ¿Qué es lo que siento?… que reviento con las ganas de cantar”… Billo Frometa.

Adiós Falo, Adiós Falito...Adiós mi hermano.

José Luis Reyes Montiel.