sábado, 19 de octubre de 2013

El Laberinto.

Siguiendo la temática de las canciones infantiles, comentamos la breve pero dramática historia de “La Canción de La Higuera” desde las aulas del Colegio San Vicente de Paúl, ahora hago reminiscencia de otras canciones y expresiones que el tiempo no ha logrado borrar de mi memoria.

MamáCarmela la abuela querendona, solía cantar en sus embelesos de ancianidad, ya en sus cien años, quizás alguna antiquísima jocosa canción, cuya letra decía mas o menos así –el araguato y rucu y rucu, el araguato y rucu y rucu, y el araguato de Doña Manuela masca tabaco y no tiene muelas, y rucu y rucu, bis- si alguien podría sugerir un segundo sentido a esta letra, tal cual, como la letra de la también antigua gaita La cabra mocha de Josefita Camacho, el caso es que son sin duda resultado de la creación popular.

Otra cosa era la forma como la abuela, llamaba a sus hijos, primero deletreaba -H.I.J.O. M.I.O.-… y luego increpaba -hijo mío- igual lo hacía para las hijas, -H.I.J.A. M.I.A… hija mía- sin dejar de mencionar como llamaba a los gatos, les decía -busurruñao- lo curioso era que el gato respondía a su llamado.

Por cierto, Mariíta Briñez de Bravo y su esposo Ángel Ramón Bravo, tuvieron una grande descendencia, los Bravo Briñez; Ángel Ramón, hombre del campo, cazador aficionado, tenía un fundo agropecuario por allá en las inmediaciones de los ríos Cachiri y Socuy, lugar que denominaban El Laberinto, una de sus hijas Sabina, tratada por sus primos como Sabinita, adoraba a su abuela MamáCarmela, y se había propuesto llevarla de paseo para el fundo de su papá Ángel Ramón, para pasar un fin de semana de campo.

Aquel sábado, bien temprano llegó Sabinita hasta nuestra casa en la 69A con avenida 13 de Maracaibo, en un carro Buick grandote muy fuerte, de color negro  con techo blanco y full niquelado, mamá, Sara y yo nos situamos en los puestos traseros del carro, tía Espíritu y MamáCarmela, en los puestos delanteros, por supuesto Sabinita había dicho a MamáCarmela me la ponen a mi lado.

Tomamos la avenida Delicias vía La Concepción, y desde la carretera monte y monte de lado a lado, era la Maracaibo que apenas llegaba hasta el supermercado Borjas de la Urbanización El Naranjal; en el camino la abuela querendona, comenzó un su afán –-H.I.J.A. hija mía- ¿ya vamos a llegar? Le contestaba Sabinita -ya vamos a llegar MamáCarmela no te preocupéis- al rato –-H.I.J.A. hija mía- ¿ya vamos a llegar? Sabinita -ya vamos a llegar MamáCarmela- , al rato –-H.I.J.A. hija mía- ¿ya llegamos? Y así durante todo el camino.

Ya cercanos al fundo, la abuela se quedaba  -H.I. H.I. H.I.- entonces yo le recordaba -H.I.J.A..M.I.J.A. hija mía-, y continuo con su retahíla por un tiempo más, hasta que el pánico cundió entre los atónitos pasajeros, al pesado Buick, se le fueron los frenos y la prima Sabinita, dándole pedal a los frenos y nada, barrancón hacia abajo, la trilla de arena roja, por la arcilla abundante en la zona, impedía mas aún frenar el carro, gracias a la pericia de Sabinita cruzaba a la derecha y cruzaba a la izquierda hasta enclavarse en un guarda fuego del camino y una madre de estantillo de madera, logró detener el vehículo; después del susto, los primos nos abordaron en el camión de Ángel Ramón hasta la casa del fundo, y echando bromas a Sabina le decían –Sabinita hubieras sacado el pie para frenar el carro- como dicen después de un susto un gusto.


Al día siguiente nos bañamos en la aguas del río, para mí fue una grata experiencia, mi primer contacto con un río y el vegetal ambiente de la selva adentro, pues para la época, esa zona estaba bien apartada de la ciudad de Maracaibo, y le habían colocado un merecido y buen nombre “El Laberinto” pues otra definición no lo hubiese caracterizado mejor. En las noches el señor Ángel Ramón, a la luz de lámparas de Kerosén y entre el sonido de los grillos y zapitos del monte, rodeado de su prole y entre ellos yo, escuchamos sus cuentos de camino y leyendas de fantasmas y aparecidos que se veían alrededor, especialmente cuando las brujas a media noche buscaban a los niños para robárselos y comérselos en sopa, aquello fue realmente aterrador, pues aquella noche me venció el sueño muy a pesar de escuchar los pasos de las brujas en el techo de zinc de la casa de habitación de aquel tan apartado fundo familiar, en un verdadero laberinto de selva y ríos. 

sábado, 12 de octubre de 2013

Nuestra Hispanidad.

Hoy es 12 de Octubre, antes día de la raza, hoy de la resistencia indígena, en España día de fiesta nacional, hasta hace algunos años llamado día de la hispanidad cuando el Rey Juan Carlos y su primer ministro Zapatero, izando la gualda y roja enseña española, fueron abucheados por el público asistente en el paseo de la Castellana en Madrid; ese día incluso hubo un desencuentro pues nuestro tricolor nacional fue un singular ausente entre las enseñas nacionales de los países de Hispano América.

En Venezuela, recuerdo los primeros días de Colegio por ser Octubre, cuando niño, una de las primeras tareas era pintar las tres naves de Colon, la Pinta, la Niña y la Santa María, celebrando el día de la raza, y se departía del descubrimiento de América; y cuando se nos enseñaba el significado de los colores del tricolor nacional, el azul representaba el mar que nos separaba de la madre patria España, hoy todo ha cambiado se discute, como cosa que nunca se ha dejado de cuestionar sobre el genocidio de los españoles y el exterminio de muchas etnias originarias del continente; y por esa razón se argumenta que se debe conmemorar es el día de la resistencia indigna.

En Caracas un 12 de octubre desmotaron el monumento a Colón, unos motorizados hicieron caer su estatua a lo largo y desde lo alto de las escalinatas de la emblemática plaza, ¿Acaso más Bolivarianos que Bolívar? Nuestro Libertador Simón Bolívar, al país que a espada y sangre levantó en la constituyente de 1819, denominó “Colombia” en honor al Almirante del mar océano Cristóbal Colón, como quedamos entonces, ¿Porqué ahora? Será que nuestros antepasados sentían sus vínculos de sangre mas allegados que los nuestros a la tradición hispánica, ya lo había dicho Francisco de Miranda "Bochinche, bochinche, bochinche, esta gente no sabe hacer sino bochinche".

Asimismo, y será acaso algunos de la península, mas por engreimiento, desconcociéndose así mismos como el pueblo mas mestizado de Europa, nos llaman a los suramericanos "sudacas" cuando fueron nuestros pueblos quienes mas han asimilado emigrantes españoles y conservaron relaciones comerciales en tiempos franquistas, después de la segunda guerra mundial, cuando toda Europa le dió la espalda por el asunto del nazismo y sus vínculos la falange española.

Existe desde antiguo una leyenda negra y una leyenda blanca, según la primera todo lo que vino de España fue opresión, pillaje, muerte y saqueo; según la segunda, no todo fue depredación, fue un proceso de conquista con una marcada asimilación cultural y racial, pues a diferencia de los anglosajones, los españoles se mezclaron con nuestras nativas promoviendo el mestizaje, definiendo el tipo del venezolano actual y al cual nos debemos en nuestra civilización, tradiciones y cultura.

No todo los que vinieron fueron pillos, luego se establecieron de la península ibérica gente honrada y trabajadora, labradores del campo y artesanos, colonizando y fundando nuestros primeros asentamientos urbanos, Coro, el Tocuyo, Carora, Altagracia, Maracaibo, Mérida, Caracas, Cumana, entre otros pueblos y ciudades coloniales.

Maracaibo Plano de 1529
Maracaibo fue una de esas ciudades, por demás, fundada tres veces además de la fundación de Alonso Pacheco (1569), la incursión de Alonso de Ojeda en 1499, le dió nombre a nuestro país, cuando viendo nuestro Lago y sus palafitos Américo Vespucio lo comparo con Venecia dándole el diminutivo despectivo de Venezuela; la primera expedición que divisó a nuestra ciudad fuel la del encomenderó alemán Ambrosio Alfinger (1529), quién en su afán del oro llego diezmando nativos y pillando toda riqueza a su paso; más adelante nos llegarían de España colonos andaluces, catalanes y vascos, enriqueciendo cultural y económicamente con su trabajo nuestra ciudad.

De la región Española de Castilla  es nuestro idioma castellano, cuya gramática fue enriquecida por un Venezolano, Don Andrés Bello, por cierto un Zuliano Rafael María Baralt, fue miembro de la Real Academia de la Lengua Española; de España es nuestra fe Católica, de España son muchas de nuestras costumbres y tradiciones, mucho del arte culinario es de raíces españolas, estar en un pueblo nuestro y nuestra misma ciudad de Maracaibo, tienen mucho de España, sus casas, el rojo de sus tejas, el blanco de la cal de sus paredes coloniales, sus puertas y ventanas, mucho se ha perdido desgraciadamente en nuestro país, por el tiempo y el desarraigo transculturizador y alienante de los medios audiovisuales de este mundo globalizado, y una modernización inconmovible frente a lo antiguo, aunado a un urbanismo inmisericorde con lo viejo, pero allí están esos viejos vestigios urbanos de los que una vez fuimos y llevamos en nuestra ciudad, de esas nuestras raíces españolas más queridas y ancestrales.

Celebremos este día como el de la Hispanidad, sin complejos, sin rebuscar argumentos que más daño hacen que beneficios a nuestra idiosincrasia e identidad, a nuestra definición de nación, sustentada en profundas raíces en un proceso de mestizaje enriquecedor multicultural y fundamentada en una sociedad actual con fuentes propias ancestrales y españolas.

José Luis Reyes Montiel

  

viernes, 4 de octubre de 2013

La canción de la Higuera.

Higos maduros.
Contándoles sobre frutos secos y raros, en estas pesadumbrozas tardes de marzo esperando los días santos de la pasión de Jesucristo, recordé una canción que la señorita Nelly nos hacía cantar en aquellas soleadas tardes de clase en el Colegio, porque antes teníamos clases mañana y tarde también, por si no lo sabían.

Fue en las aulas del colegio San Vicente de Paúl, por los años 1968-1969, la maestra Nelly Báez, nos dio una tarea, construir un Sonajero de chapas de refrescos, consistía en una tablita más o menos de seis por treinta centímetros, sobre la cual se colocaban clavadas las chapas, bien aplastadas con un martillo, se perforaban en el centro previamente con un clavo grueso, luego se disponían en tres grupos de dos chapas clavadas a lo largo del madero y listo, al golpearles entre las manos producían un sonido semejante a la Pandereta.

Muchas fueron las canciones infantiles que nos enseñó la señorita Nelly, como le decíamos a nuestra maestra, con todo aquel pundonor y respeto, entre ellas aquella del -Payasito de donde saliste tú-, que me resultaba muy ridícula, pero una  en especial, la recuerdo muy frecuentemente, sobre todo en aquella hora de la tarde cuando a su paso enseñoreado, la señorita Nelly entre los pupitres y el bullicio de los muchachos, nos tarareaba en su Sonajero para que nosotros repitiéramos su ritmo y pudiéramos cantar todos juntos.

El padre Enrique, también nos ponía a cantar, él canciones religiosas de todo género, entre ellas el Himno de nuestra Señora de Chiquinquirá, y como olvidar el vibrator sonoro de la señorita María de Jesús “Jesusita” Martínez, cantándonos Brisas del Zulia, por cierto Jesusita era hermana del gaitero mayor de Santa Lucia Moisés Martínez, que Dios los tenga en su gloria.

Qué lindo fueron esos años de quinto grado, no puedo dejar de mencionar a Elbita, así como otros excelentes maestros Ada González, Nancy Lugo, Mario de la Rosa, el padre Luis Moreno, fueron baluartes del colegio de esos buenos tiempos, personas que dejaron esa sensación de parentesco universal entre el preceptor y su aprendiz.


Todas esas canciones quedaron grabadas en nuestra médula cerebral para toda la vida, y es imposible olvidarlas, por lo menos esa ha sido mi experiencia, y muy especialmente con aquella canción tema de estas reflexiones, la canción de la Higuera, ¿que cuenta?, pues… una madrastra celosa por la presencia entre sus hijos de su hijastro, lo manda a realizar duros trabajos y tareas de la casa, el niño hambriento arranca un maduro Higo del árbol para comérselo, los hermanitos lo acusan con su mamá y ésta le da una tunda que le hace enfermar y muere, la madrastra decide enterrarlo debajo del árbol de la Higuera, a los días los niños retozando entre el follaje de la Higuera arrancan algunas de sus hojas y escuchan salir entre las ramas y hojas de la Higuera esta canción: -Hermanito por ser mi hermanito, no me ales mi cabellito, que mi madrastra me ha castigado por un Higo que he cortado-.

José Luis Reyes Montiel.