sábado, 9 de febrero de 2013

La Cervecería de Don Felipe.

Don Felipe Amado
Les había comentado de la amistad entre papá Luis y Don Felipe Amado, de sus paseos de fin de semana al Hato “San Luis” acompañado del séquito de su familia y de Nelly Amado, su hija predilecta, y cuya alma de artista pintó el cuadro del añejo Hato que aparece en la presentación de este blog.

Don Felipe Amado mantenía estrechos nexos con la colonia alemana, muy numerosa en la Maracaibo de esa época, constituida por ricos comerciantes y empresarios, muchos de los cuales eran inversionistas en la Cervecería Regional de la cual Don Felipe, fue su fundador, mentor y director durante esos años de 1930.

Érase Don Felipe, según cuenta su necrología, además de empresario emprendedor, un hombre de una rigurosa personalidad, manifestando en sus conversaciones ser ateo, para él no existía más Dios que la naturaleza, lo que él podía ver y tocar; y como jefe propietario de la empresa cervecera, aplicaba una prusiana disciplina de trabajo a su personal de trabajadores y obreros, cuando lo ordenaba, plantaba en formación a su personal en los patios de la compañía, y sin mediar palabra, pasaba revista señalando con su dedo índice a los empleados que durante su jornada observaba haraganes, reposeros, flojos, cabezas calientes o altaneros, para despedirlos sin más indemnización ni compensación ni derecho a réplica.

Planta de la Cervecería Regional (1929)

Hay que entender esos tiempos, cuando en el marco de una sociedad civil Gomecista, en plena explotación de nuestro petróleo por las transnacionales inglesas y norteamericanas, todo al margen de una creciente clase trabajadora que allende los campos, los abandonaba dejando tras de sí la seguridad alimentaria de su vida campesina por la vida urbana y comercial, más acomodada y sin el arduo trabajo del campo, que los aglomerados urbanos en pujante desarrollo ofrecieron a aquellas masas obreras, que buscando reivindicaciones sociales se instalaban en la ciudad de Maracaibo, como centro de la explotación petrolera e industrial.

Durante las celebraciones del primero de mayo, día del trabajador por el año 1936, ya había fallecido “El Bagre” -a la sazón, por el pueblo así llamado, el benemérito Juan Vicente Gómez- los obreros de la Regional promovidos por los noveles sindicatos, irrumpen en las instalaciones y oficinas administrativas de la cervecería, protestando aumentos de salarios  y solicitando reivindicaciones laborales y sociales, el caso fue que la muchedumbre de personas, trabajadores, chusma y agitadores de oficio, gritaban desafueros contra su patrón, creyendo y temiendo lo peor Don Felipe Amado se ocultó entre el follaje de las jardineras centrales de los patios interiores del edificio administrativo de la cervecería, y entre gritos, desmanes, insultos, algarabía de la protesta laboral, Don Felipe a pesar de su ateísmo, acudió a la mayor devoción de la Zulianidad, invocó la protección de nuestra Chiquinquirá, advocación mariana de la santísima madre de Jesucristo, no sin antes prometerle el fin de su incredulidad, jurarle fidelidad y su conversión a la iglesia católica.

Aquello fue verdaderamente un milagro, contaría años más tarde el converso patrón: La alzada muchedumbre pasaba por un lado y otro de entre los arbustos del jardín y no daban con mi presencia, como si mi cuerpo se les hubiera hecho invisible; casos de cosas de la vida, casualidad o causalidad.

 

JLReyesMontiel.

 

 

sábado, 2 de febrero de 2013

El bachiller Montezuma

Romira Montezuma y Carmen Montiel

En el camino de la vida te encuentras con cada personaje, y muy de vez en cuando con personalidades entre personajes, vamos y venimos en un laberinto de vivencias, sin apreciar muchas veces aquello que por casual indiferentes dejamos atrás, sin detenernos pasan y al pasar dejamos de valorar lo valioso por lo que resulta al fin de cuentas insignificante y así vamos llenando nuestra vida de insignificancias por aquello más gratificante al espíritu, al alma, a la experiencia de vivir, dejando de conocer vivencias.

En un aula de clases de nuestra Universidad del Zulia, conocí una de esas personalidades, quien llevaba sobre sí muchas vivencias, de una persona circunspecta, delgadísimo realmente delgado de contextura, de rasgos caucásicos, pero que por su simpleza, humildad y enclenque apariencia no era tomado en cuenta por el grupo de estudiantes.

Un buen día, en clases de Estudio y Comprensión del Hombre, el profesor Saúl Crespo Losada, dispuso la realización de un trabajo de investigación, se formaron los grupos de trabajo y el estudiante canijo quedo como dicen:  Como las Guayaberas, por fuera… injusta situación aquella a la cual le salí al paso conformando entre los dos un grupo de trabajo, además yo bien sabía que solapadamente los otros compañeros me seleccionaban porque, modestia aparte, yo siempre fui destacado en clases como buen estudiante. Fue de ese modo como conocí al entonces bachiller Montezuma, de nombre de pila Román, Román Montezuma, mas luego abogado litigante del foro zuliano.

Llamaba mi atención el apellido Montezuma, nombre del legendario emperador azteca Moteczuma, pero al preguntarle a Román sobre el patronímico y su vinculación con aquel, dijo no existir ninguna relación familiar.

Llegó el momento de redacción del trabajo de Estudio y Comprensión del Hombre, dispusimos entonces reunirnos en mi casa a objeto de cubrir la últimas etapas del proyecto de investigación, una mañana de un día sábado de 1980, el compañero Román Montezuma se apersonó junto con sus útiles y libros al encuentro estudiantil pautado.  Después de horas de estudio, llegó la hora del almuerzo y fue entonces cuando reunidos Román, mamá y yo en torno a la mesa, el tema de conversación giro en referencia al apellido Montezuma, haciendo memorias mamá comentó sobre una amiga de su juventud apellidada Montezuma, allá en tiempos del Hato “San Luis” cuando los fines de semana era objeto de visitas de personajes y sus familias que desde Maracaibo se dejaban llegar hasta la majada del hato para pasar el Domingo en un día de campo.

En efecto, al mencionar mamá el nombre de su amiga Romira Montezuma, dijo Román así se llama mi madre, a lo que mamá atino mostrarle una vieja fotografía que guardaba desde aquellos años de su juventud florida, al verla Román exclamo –esa es mi mamá Sra. Carmen- que sorpresa y emoción para mamá después de tantos años, reencontrarse con una de sus amigas de antaño, comenzó a contarnos sobre Romira y la familia Amado, su común amistad con Nelly Amado, hija de Don Felipe Amado fundador y Director de la Cervecería Regional, quién fue dilecto amigo de papá Luis (Don Luis Montiel Villalobos).

Román nos contó de su señora madre Romira Montezuma, de cómo había incursionado en el mundo del espectáculo y el celuloide, en Hollywood ciudad de Los Ángeles, California, EE.UU. en compañía de Nelly Amado, quienes juntas por vocación hasta allá se trasladaron, para medir tablas con otras luminarias del show business y el espectáculo, destacándose Romira en canto y danzas. No sin antes acordar un encuentro entre las viejas amigas, se despidió ese día Román, y yo muy agradecido a él por haberle regalado a mamá aquel ramillete de añoranzas de juventud.

Llegamos un atardecer a la casa de Romira Montezuma la mamá de Román, fue entonces cuando comprendí las evasivas de Román para acordar estudiar en su casa, en realidad las condiciones de conservación de la vivienda no eran de las mejores, aunque habitable sus paredes necesitaban de unas manos de pintura y arreglos urgentes, pues como la casa de mi infancia de bahareque, cañabrava, horcones, varas y tejas, requerían a sus años de mantenimiento para su preservación.


La casa sin embargo, guardaba aún el encanto de sus adornos y enlosados típicamente marabinos, ya que encontrándose rodeada de un amplio patio lleno de árboles, a su lado derecho la señora Romira en sus mejores tiempos hizo construir un jardín al estilo europeo, con jardineras, elevados materos y bancos, una verdadera placita, donde la señora Romira dejaba volar su imaginación al conversarnos sobre su pasado artístico.


¡Carmen! ¡Romira! Fue la unánime exclamación a su encuentro después de más de cuarenta años sin saberse de entre ellas, sollozas se abrazaron y fue el sentimental preámbulo a una larga noche de tertulia sobre su vida artística, nos mostró fotos, nos cantó acompañada de un viejo piano en español y en inglés, pues Romira al igual que Román, hablaban perfectamente el idioma anglosajón; nos hablaba en ambos idiomas y a pesar de su iluminada conversación, pudimos notar cierta elevación en su vehemente expresión facial y aquellos bellos ojos color miel circundados por sus seniles cabellos, que en realidad no conocieron más notoriedad que la aportada por saberse parte del elenco artístico de una película.

Si, el tiempo había cobrado a Romira Montezuma su cuota de añorada fama, y todo su canto, su danza y su vida artística se le atesoro como una quimera que le abstraía de la realidad y la montaba en su importunado pasado lleno de luces, música y canto. Mamá, entendió entonces como a pesar del desafinado piano, Romira cantaba sus baladas en inglés, con la misma convicción del artista celebre frente a su público.

El bachiller Montezuma resultó un buen amigo e inteligente compañero de grupo, buen estudiante, responsable y cumplidor de las tareas que se le asignaban como miembro de grupo; en su casa poseía una amplia biblioteca que defendía preocupado de las goteras del techo en tiempo de lluvia; y con los años hasta donde supe de él, un muy honrado profesional del Derecho.  Su señora madre Romira Montezuma fue siempre una dama muy educada y elegante, tanto en su juventud como al tiempo y a pesar de sus años y de su precaria situación económica, conservó toda la gallardía que le proporcionaron sus años de periplo en Hollywood.  


José Luis Reyes Montiel.