domingo, 18 de enero de 2015

El trabajo de toda una vida.

Geramel Sánchez Montiel
Propietario de Distribuidora Gersan, C.A.
Con el transcurso de los años y a la distancia del trabajo desplegado, se genera una vida digna mientras  el tiempo cubre los encanecidos de la vejez.  Al final del camino, cuando se dobla la esquina de los setenta y tantos años ya todo es ganancia, como dice el refranero popular,  pero en este caso se acumuló más experiencia que riqueza, al punto, lo material es solo un instrumento de la felicidad pero no en sí misma la felicidad, la felicidad es vivir la existencia plena, haciendo de la vida misma el sentido de la existencia y no al dinero, pues al final de cuentas éste no podrás llevártelo al más allá y mucho menos como sentenciaba no es la garantía de la felicidad del hombre.

Un joven maracucho delgado de bigotitos finos a lo Pedro Infante, entonces de moda, de intensos cabellos negros, apenas emergía de su veintena de años cuando casó con otra delgadita y menuda muchacha, él de nombre Geramel, ella de nombre Ligia, perfecta pareja y elegantes aún en el sencillo vestir, idilio amoroso del cual florecieron cinco hijos entre ellos la que hoy es mi señora esposa Mercedes del Pilar Sánchez Ochoa.

Aquel muchacho comenzó trabajando en la que fuera una de las principales empresas distribuidora de repuestos automotrices “Peláez Hermanos” de esta ciudad de Maracaibo, recordaría Geramel, unos años antes, aquellos madrugonazos cuando su señor padre Jorge Segundo Sánchez Ferrer, comerciante pulpero, le encomendaba la adquisición en el Mercado Principal de Maracaibo de víveres y demás mercancías faltantes en la Tienda que rentaba en ese tiempo, donde Geramel se hizo adolescente, y conoció los primeros amores de su vida, Celia.

Un personaje de confianza del Tío Segundo Jorge Sánchez, el papá de Geramel, erase su jornalero y marchante de confianza llamado “El Negro Primero” quién trasladaba desde el Mercado, en su carreta a tracción de bestias, a Geramel y el surtido encargado para el abasto,  no sin antes desayunar en un local de comida del ya entonces viejo Mercado de Maracaibo, -me contaba Geramel- un batido de “Toddy” (bebida de chocolate con leche) acompañado de un plátano maduro abierto a lo largo relleno de queso con dos huevos fritos de contorno. Luego, dispuestos y restaurados compraban los enseres cargaban la carreta y marchaban de regreso a la Tienda de Tío Segundo.

De los amores con Celia éstos no fueron muy favorecidos, pues la mamá de la muchacha nunca lo quiso, así como tampoco fue bien visto por los familiares de quién sería su futura esposa, Ligia, contaba “Falo” el primo eterno Rafael Salas Sánchez, que él y Geramel en esos tiempos eran patoteros en moto, y donde llegaban hacían algazara, entonces entre rumba y rumba, tenían muchas novias, y como dice el dicho –crea fama y acuéstate a dormir- cuando adoptaban amores serios nunca les creían los familiares de las muchachas, así las cosas, el tiempo dio la razón y a instancias de “Falito” –casamentero de corazones solitarios- Geramel se decidió por los amores con Ligia. Eran amores de motocicleta.

Mercedes del Pilar, Adela del Carmen
y Gerli Coromoto Sánchez Ochoa (1975).
En el recuerdo de aquellas vivencias, retomando cuando Geramel estaba casado con Ligia, con sus bigotitos a lo Pedro Infante, para esa época manejaba su Volkswagen y era empleado en la empresa de los hermanos Peláez, en sus comienzos estaba encargado como depositario, en el control de entrada y salida de repuestos, luego fue promovido a vendedor de mostrador y finalmente como vendedor externo, dando inicio sin quererlo, pues a instancias de su cuñado y mentor Archivaldo Stevenson estudió Química Industrial, así sin pensarlo dio comienzo a su carrera de vendedor de repuestos automotrices.

Así escaló cargos en dicha empresa Peláez Hermanos, vendió repuestos por todo el occidente venezolano, desde Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Falcón y Zulia, el nombre de Geramel Sánchez entre los repuesteros se hizo famoso a tal punto que fue premiado en dos ocasiones como Vendedor Estrella del año, la segunda vez fue presentado la entrega en la televisión, me cuenta Geramel, con el animador Gilberto Correa quién le otorgó mano a mano el premio a Geramel, susurrándole al oído –lo felicito paisano, Maracucho pendejo se muere chiquito-. 

De tal modo, en su carrera como vendedor de repuestos automotrices, se consolidó como su medio de trabajo y forjó el nombre de Geramel Sánchez Montiel y la empresa de su propiedad “Distribuidora Gersan, C.A” bien reconocida como una empresa de prestigio y responsabilidad bien ganada, como dice la gaita de su otrora publicidad comercial.

En la población de Escuque (Trujillo) 1988, Ligia, Geramel,
Gerli, Mercedes con JLReyes y Richrad.
Esta es la historia de una empresa Zuliana, una compañía formalmente constituida por toda la familia Sánchez Ochoa, desde el padre y madre de familia, Geramel y Ligia (QEPD), con sus hijos Adela (administradora), Gerli (Control de inventarios) y Geramel (Ventas), Mercedes y Richard aunque no fueron empleados directamente por la empresa, estuvieran estrechamente vinculados a los quehaceres de la misma, y muy especialmente en los primeros tiempos de la compañía, durante los primeros años, cuando llegaba el contenedor desde el puerto de Maracaibo y debían todos ayudar a descargar, clasificar y depositar la mercancía, durante más de 48 horas corridas, turnándose por grupos de trabajo, un ejemplo como los venezolanos también podemos hacerlo, si podemos trabajar solidaria y familiarmente.

Geramel padre e hijo Geramel Segundo vendedor por antonomasia de Gersan, C.A.
Además, por Distribuidora Gersán, C.A. pasaron muchos familiares, entre hermanos, sobrinos y primos, entre otros por si alguien olvido, entre ellos, Edgar y  Jhon Valbuena Sánchez, Fernando y Sebastián Olivares Sánchez, Ender Quintero, el mismiso primogénito Rafael “Falo” Salas Sánchez y su camión Ford 750 transportando los pedidos a nivel nacional,  Antonio, Maylú y Zulay Villalobos Ochoa, Carlos y Mariela Colina Almarza, entre otros vendedores de mostrador y depositarios como Kent y Cáceres.  

En el hacer de las realizaciones verdaderas, cuando se hace del comercio una profesión y no una licencia de corso, se piensa en la satisfacción del deber cumplido, se cierra así un capítulo de nuestras vivencias familiares  y queda despejado el horizonte para seguir el camino, tal cual como tantas veces Geramel, mi suegro querendón, parafrasea al poeta español Antonio Machado en el canto de Serrat –caminante no hay camino se hace camino al andar-.

José Luis Reyes Montiel.





sábado, 3 de enero de 2015

El café está servido.

Calle Principal de La Pomona Año 1947
La Pomona calle 103, entre el cine “Lido” y el “Café Imperial” calidad comprobada en la taza decía su comercial, mi juventud completa la viví en ese populoso sector de la Maracaibo de los años 1.976-1988, entre la Universidad del Zulia, el centro de Maracaibo y mi casa “Los Reyes” como mamá había encargado a un artesano metalero fundirlo en hierro colado como nombre del inmueble.

Uno de mis mejores momentos física e intelectualmente, adopte el dicho griego “Mente sana en cuerpo sano” (cita latina Mens sana in corpore sano) aunado al ambiente universitario, reforzó todas mis inquietudes intelectuales y culturales, trotaba hasta los domingos, desde mi casa bajando por la avenida 102 hasta la Bomba de los Ávila, doblando a la izquierda hacía Sabaneta (Av. 100) subía hasta la entrada de la Urbanización Urdaneta, recorría toda la curvatura de su avenida central, salía por Sabaneta nuevamente hasta la placita de la iglesia de San Miguel Arcángel donde doblaba a la derecha y recorría la 101 hasta llegar a la Urbanización La Pomona, luego tomaba hacia la 102 nuevamente por el fondo del antiguo Abasto Rosa de La Pomona hasta llegar a mi casa por el Callejón que unía la 102 con la 103.

A pesar de todo el esfuerzo y constancia, y de lo que había perdido en densidad corporal de grasa sin ápice de barriga  la gente me llamaba aún gordo, pues como dice el refranero popular “cuando el niño nace barrigón ni que lo fajen chiquito” recuerdo una oportunidad en la que mi entrenador de pesas el profesor Néstor Bracho me propuso ir a los juegos nacionales, me dijo –Chico, vamos a los nacionales para que te traigáis la de oro al Zulia- yo le replique porque estaba tan seguro y el me contestó –Mira Chico! Vos no tenéis en Venezuela en tu categoría de peso pesado competidor así que si vais te traéis la de oro pal’ Zulia- así de fácil me lo puso.

Yo tenía una meta bien clara, graduarme de abogado, y veía a otros compañeros deportistas como descuidaban el tiempo académico por el entrenamiento y dedicación para competir, y preferí mantenerme al margen.

En esos años tuve la oportunidad de emplearme en empresas privadas, sector público y en bufetes de abogados, consolidando el conocimiento con la práctica del derecho, me levantaba al despuntar el alba, a las 4 de la madrugada estudiaba hasta las 6 trotaba hasta las 6.30 me bañaba, vestía y a la 7 salía a la parada del autobús de LUZ, la muchachada unos encima de los otros, así llegue a profesional en 1987, con todo y los paros obreros y de empleados, sino eran los profesores, sino los estudiantes, en sus mas que justificadas huelgas con los gobiernos de turno, por presupuesto justo y defendiendo la autonomía universitaria.

De romances, en la universidad no solo se aprende una profesión, recuerdo que el primer día de clases en los módulos de Estudios Generales, un siquiatra sexólogo muy conocido en LUZ, nos dijo -hacer el sexo es sano disfrútelo- bueno pues… luego terminó su charla afirmando  -todas las respuestas sexuales son válidas entre ellas las homosexuales-  no les cuanto más. Yo estaba bien claro en mi vaina, mi formación católica rechazó de plano aquella escabrosa propuesta.

Iglesia parroquial de "La Milagrosa" en plena Av. Los Haticos
al fondo Las Piramides de La Pomona,
vista desde una Gabarra surcando el Lago.
La Pomona, una de las últimas barriadas marabinas fundadas en los suburbios de la Maracaibo de antaño, un poco más allá de la caida de aguas de lluvias donde Ambrosio Alfinger fundo “La Ranchería” sitio que hoy día creció como el sector Los Haticos subdividiéndose en Haticos por abajo y Haticos por Arriba, dependiendo si bajas a lo largo de la ribera lacustre o si subes hacia la emplanada por la avenida 102 hacia el emporio de casas que conforman La Pomona y en el cruce del Cine Lido se divide a la izquierda hacia la más reciente barriada de Los Haticos por arriba desembocando en el mercado de “Corito” y el Liceo Jesús Enrique Lossada, caserío adentro.

De esa barriada guardo bonitos recuerdos, amistades valiosas, como la familia Urdaneta Carruyo, los Avila, los Isamberth, la señora Luisa, Bienvenida, Iría de Lujan, el señor Manuel “Manito” Sánchez y su hijo el artista plástico Hugo Sánchez, entre otras buenas personas que conocí y trate, además del reencuentro de una vieja amiga de Mamá residente de Los Haticos y muy conocida por su actividad social y política en el marco de la Democracia Cristiana Doña Lola Perich de Pírela, si leyeron la crónica de la casa El Cristo la misma vecina de la avenida Santa Rita que patrocinó los amores de Mamá con mi padre Pascual Reyes.

Elio Heberto "Coco" Briñez (fallecido)
empleado estrella del Café Imperial
llamado así por sus compañeros de trabajo. 
Evoco estas cosas, porque en estas tardes mi hija Carmen Mercedes colando el café hervido, su aroma invadió todos los rincones de la casa y mi sentido del olfato se remontó 34 años atrás, cuando a las 3 de la tarde desde el Café Imperial tostaban el café, lo molían y envasaban dejando impregnado el ambiente de las calles y casas del aroma del café tostado.

Recientemente, una de estas tardes cuando llegue de mi trabajo, servida como fue mi cena al tomar mi taza de café con leche resultó ser de leche de soya con café instantáneo, artificio saborizado algo más denso que mi taza de café con leche tradicional con más gusto a alimento de lactante que de acompañante a la rica arepa embadurnada de mantequilla.

Imposible chantajear los cromosomas y las neuronas cuyos lectores preservan la información de años de consumo genético de café con leche, el sabor nuestro de cada día en la mañana y en la tarde su taza de buen café con leche con pan tostado y mantequilla; por eso digo como me lo contó mi buen amigo y compañero de trabajo el señor Carlos Colina, tal cual como decía aquel famoso narrador de beisbol, Arturo Celestino “El Premier” Álvarez promocionando al Café Imperial entre batazo y batazo… -el café está servido-.      


José Luis Reyes Montiel.