sábado, 14 de septiembre de 2013

El primo que se salvó de la recluta.

Ejército de Venezuela
institucionalizado por el Benemérito
General Juan Vicente Gómez
Papá Luis, nuestro patriarcal abuelo, de pila baustismal José Luis Montiel Villalobos, en los predios de sus amigos y relacionados mejor concido como Don Luis Montiel, dedicó su profesión a las labores del campo y uno de sus atributos y características más destacados fue su disciplina, su autoridad, el respeto bien ganado de sus hijos, nietos y demás desedientes en el tiempo; no es nada fácil la vida del campesino, exige constancia y sobre todo mucho pero mucho trabajo, labrar la tierra y sacarle el sustrato mineral en la rica pulpa de sus frutos, es todo un proceso, además del cuidado en la cría de los animales sean aves, ganado mayor o menor, más las actividades propias domésticas, hacían el día a día de aquellos hatos “Cabeza de Toro”, “Canchancha”, “San Jacinto” (mejor conocido como El Hatico), “Ricaurte”, “Monte Claro”, “Mi Delirio”, “San Luis” (el de papá Luis) entre otros hatos, que resguardaban el norte de la ciudad de Maracaibo de finales de siglo XIX y comienzos del siglo XX.

¿Cómo se posesionó papá Luis del añejo Hato?, en aquellos años era tradición en derecho, otorgarle una dote al contrayente en nupcias para el buen futuro de bodas de la joven a esposarse, la prometida en estos casos provenían de acomodadas familias terratenientes, era una formalidad en derecho civil, que el pater familiae entregaba en plena propiedad y posesión  al joven comprometido la dote, constante de extensiones de tierra y animales, para su labor, siendo el trabajo el único aporte del contrayente.

Así fue como, Don Pedro Fuenmayor, padre putativo de mamá Carmela, pues realmente era su abuelo paterno, nuestro bisabuelo “Papá Perucho” como lo llamaba mamá, le cedió por escritura parte de mayor extensión de los terrenos del Hato “Monte Claro” lugar donde papá Luis fundó el Hato San Luis acompañado de su esposa mamá Carmela y levantó su familia, con sus diez hijos, los tíos Montiel Fuenmayor.

Hay que considerar que entonces como ahora, el matrimonio es para toda una vida, hasta que la muerte los separe, según nuestra fe católica, pero con la diferencia que en aquellos tiempos si se cumplía los postulados cristianos, hoy en desuso como tantas otras tradiciones y costumbres, como la bendición, afortunadamente yo levanté a mis hijos bajo esta costumbre, al despedirse, al llegar a casa, al irse a dormir, al momento de un abrazo, el consabido requerimiento: -Papá la bendición- con la oportuna respuesta del padre, de la madre, del tío, del abuelo: -Dios te bendiga, que cosa más grande y bella, petitorio y bendición, prólogo de toda tarea diaria, pan nuestro de cada día, sin cuyos auspicios al hombre le resultaría mayor la fatiga de sus faenas diarias en el trabajo, la familia, las relaciones conyugales y en su entorno social.

La bendición es un acto piadoso de purificación, un acto de fe, dando un buen deseo en quien se emite o sobre lo que se emite, así era costumbre bendecir la mesa sobre la cual se colocaban los alimentos del día, y se rezaba una breve oración, el padrenuestro, salve y gloria, papá Luis y mamá Carmela así lo practicaban, así como la devoción del Santo Rosario en familia  todos los días a la seis de la tarde.

La bendición es un acto de reconocimiento y de bienaventuranza, reconocimiento a quién se la pedimos, como un acto de subordinación a la jerarquía familiar, del hijo al padre, del padre al abuelo, del nieto al abuelo, dando respeto y honra a nuestros mayores; tambien es un acto de bienaventuranza, pues quién bendice decreta sobre o a quién lo pronuncia, lo bueno por venir, la felicidad, la bonanza, la fortuna, la dicha, la beatitud y la prosperidad, sobre el bendecido.

Ese respeto y subordinación, era la columna vertebral sobre la cual se sustentaba el orden en el entorno familiar del Hato San Luis, cuya cabeza estaba conformada por papá Luis, seguido de su señora la abuela eterna mamá Carmela, y en una cadena jerárquica de tíos a sobrinos y nietos, teniendo cada miembro de la familia sus tareas asignadas en el quehacer diario del hato, el caso de tía Espíritu, a ella le correspondía la cocina, era la chef de la casa, mamá tenía asignada la limpieza y la costura, y así mismo compartían las faenas del campo los varones de la casa, entre hijos, nietos, sobrinos, todos un clan familiar, unidos y contestes.

José Luis Montiel Villalobos
(Papá Luis) 

Ahora bien, les voy a contar el anécdota familiar que me contó el difunto primo Rafael José Salas Sánchez, trátase que en el hato San Luis, como antes dije, todos los bástagos descendientes, bajo la autoridad de papá Luis o mamá Carmela, se le asignaba sus tareas diarias, y cuando era hora de descanso pedían un voluntario, por ejemplo para buscar hachones  para el fogón, y estaban reunidos en el corredor del hato descansando, se solicitaba a voces ¿quién es voluntario para ír a buscar los hachones? Entonces salía adelante, siempre raudo y atento, mi primo hermano Nicolas, hijo de tío Nicomedes, obediente como ninguno de los nietos de papá Luis.

El asunto que les narraré fue un hecho real, sino que lo niegue el primo Nicolás Montiel Ferrer, hijo de tío Nicomedes y de tía Graciela, uno de los nietos de papá Luis que bastante echó pala en San Luis; en aquellos tiempos, estaba vigente la llamada recluta para cumplir el servicio militar, con la edad de 18 años todo joven era requerido en las calles de las ciudades venezolanas, sometido y reclutado, lo cual resultaba muy severo, sobre todo en aquellos tiempos del gobierno del General Juan Vicente Gómez, con la institucionalización del Ejército venezolano, prestar el servicio militar era sinónimo de orden, disciplina y duro entrenamiento al personal reclutado para soldado, en uno de aquellos operativos del contigente a incorporar al ejército de jovenes civiles, fue reclutado el primo hermano Nicolás.

Al joven Nicolás, lo agarró la recluta caminando por el centro de Maracaibo, lejos de San Luis, al siguiente día, hasta pelado a coco estaba y su nombre inscrito en la lista del sargento, en eso llega un oficial con grado de capitán, el sargento adopta posición firme y saluda con el ademán a la frente, el capitán, mira el personal reclutado que eran muchos, le pide la lista al sargento, la mira y se dirige al grupo de reclutas -quiero diez voluntarios para la Guarnición de San Juan de los Morros, Nicolás se acuerda de su abuelo papá Luis, y habituado a las órdenes, fue de los primeros al salir al frente de voluntario, el capitán, le ordena al grupo de voluntarios -váyanse para sus casas, -los otros de atrás, vayan hacer formación, se van conmigo.

José Luis Reyes Montiel.

1 comentario:

julio2107 dijo...

Qué recuerdos, mi abuela Trina me contaba cada tarde como era la vida en su querido hato San luís, recuerdo la anécdota de una tarde donde se le olvidó poner al sol el agua para bañar a uno de sus hermanos menores, y tuvo que salir corriendo a encaramarse a un árbol para evitar que la agarrara el mismo papa luis. Al encaramarse al árbol se le quedaron sus trenzas enzartadas en las ramas y si mal no recuerdo hasta ahí le llegaron las trenzas largas que llevaba ... Jajajaja