domingo, 23 de diciembre de 2018

La Natividad del Señor Jesús de Nazaret.

El mensaje más hermoso de la Navidad estriba en la humildad y la sencillez del espíritu, del goce extremo en las cosas más sencillas y en lo pequeño para hacer las cosas grandes, el goce en la contemplación y la exaltación del alma por sobre el materialismo que al final se acaba al trascender el hombre como cuerpo celestial.

La trascendencia humana esta mucho más allá de los problemas terrenales, de sus conflictos, propiciados por su mismo egoísmo y soberbia, quienes no reconocen sus propias culpas no pueden lanzar tampoco la primera piedra a los problemas de la humanidad entera, en todos los casos cada país afronta sus problemas unos más que otros en el ámbito de sus valores y necesidades, pero éstos solo se superan en la misma medida de la capacidad de sus ciudadanos de afrontarlos con dignidad moral en el ejercicio de una ética social concordada.

Sin ese sentido esencial de pertenencia y sin el ánimo de hacer las cosas nuevas no puede haber regeneración nacional, cuando las crisis sociales tienen sus raíces en las mismas bases morales de una nación, ésta se encuentra irremisiblemente trabada en sus posibilidades de alcanzar soluciones efectivas al menos dentro de un mediano plazo, sino a largo plazo cuando las potencias honradas en reserva afloran redentoras de las cenizas de los pueblos.

Ya lo decía José Martí, cuando los pueblos pierden su decoro… “Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados”.

Padecer en agonía viendo como los hombres viven su indecente falta de decoro no es una condena eterna, así como la vida busca siempre su plenitud, el hombre honrado debe buscar en sus raíces las fuentes regenerativas de su existencia, y mientras aquellos otros hombres honrados viven su propia existencia al margen de la opacada realidad que les circunda y limita, su felicidad debe hallarse realizada en la plenitud de luz de su vida apegada al decoro necesario que los distingue de aquellos otros hombres viles y malvados.

En este tiempo de Navidad la adversidad económica no debe ser un tema que oscurezca este período hermoso del año, pues su trascendencia y significación está muy por encima de las crisis humanas y su entorno, guerras, rebeliones, hambrunas, enfermedad y muerte, solo es un aspecto, lamentable, doloroso, sangriento, un crimen terrible para la humanidad, pero esa realidad que es del mundo y no solo de nuestro país es un signo de estos tiempos marcados por la decadencia de la conducta humana.

El hecho que ahora toque esa crisis a nuestra querida Venezuela y nos afecte en lo personal, familiar y de amigos, no significa que vivamos amargados y entristecidos por las carencias materiales, de comida y afectivas ante la ausencia de seres queridos, ese hecho palpable y sentido debe ser motivo de reflexión de búsqueda y reencuentro con nosotros mismos para avanzar adelante, para superar con goce extremo el día a día, porque a cada día basta su afán y el sentido de la vida cristiana cuando se vive militante y frugal, es una felicidad que solo místicamente se puede sentir y existir con la convicción plena de conocer y entender el mensaje y el misterio de la Navidad de El Señor Jesucristo en un Pesebre en Belén de Judea, rodeado de humildad y sencillez.


JLReyesMontiel.