domingo, 30 de agosto de 2015

El Jesús de Arantzazu.

Una necesaria referencia, cuenta una antigua leyenda por aquel año de 1469, relacionada con la aparición de la santísima Virgen María en la provincia Vasca en la región de Arantzazu, donde se levantó un magnifico santuario  para veneración de la Virgen conocida como Virgen de Arantzazu. 

Etimológicamente, la palabra arantzazu castellanizada “aranzazu” se compone de "arantza" la cual se traduce como "espino" y el sufijo "zu" que significa "abundancia" en idioma vasco, por lo que viene a significar en castellano "abundancia de espinos" y hace referencia a la existencia de abundantes arbustos espinosos en ese lugar de la geografía vasca, tal como en el sector Los Haticos de abundante vegetación xerófila.

Dícese por otra versión y en bocas de testigos, conocedores como fueron de un pastor de ganado menor, llamado Rodrigo de Balzategui,  quién recorría las estribaciones de la montaña de Aloña, próxima a la villa de Oñate en las tierras de Guipúzcoa, cuando procurando reunir sus ovejas se encontró una pequeña imagen de la Virgen María con el niño Jesús en brazos, tallada en blanca piedra de la región, escondida entre un arbusto espinoso junto a un cencerro, habiendo exclamado en ese instante: -Arantzan zu-  lo cual quiere decir "en los espinos, tú" en buen idioma castizo.

Detalle arquitectónico del templo.
Dando origen a la veneración y devoción cristiana de la advocación de Nuestra Señora de Aranzazu, por ser ésta la que “arranca las espinas y el pecado de nuestras vidas y nos da el gozo de la gracia de su divino Hijo” según sus piadosos seguidores; en los siguientes años desde su aparición en estas tierras vascas, el lugar comenzó a ser concurrido por numerosos peregrinos, y tanto su popularidad como los milagros de la Virgen de Aranzazu, se multiplicaron por montones.

El Santuario de Nuestra Señora de Aranzazu está situado en el municipio de Oñate, en Guipúzcoa, País Vasco (España), donde se venera la Virgen de Aranzazu, patrona de esta provincia. Se sitúa a 750 metros de altitud rodeado de montañas y vegetación. En 1818 Nuestra Señora de Aranzazu fue declarada patrona de Guipúzcoa y en 1950 comenzó la edificación de la basílica actual.


Nada acontece al azar, Dios tiene un plan para sus hijos, el asunto es saber descubrir nuestros caminos y mantener el rumbo; por aquel año de 1.976, iniciaba mi bachillerato en humanidades en el Liceo Octavio Hernández, cuando fijamos nuestra residencia en el popular sector de La Pomona de esta ciudad de Maracaibo, del Estado Zulia, érase entonces Municipio hoy Parroquia Cristo de Aranza.

La capilla fue construida por los conquistadores 
en un terreno de Haticos, propiedad de la familia Guruceaga 
y que albergó en su pequeño altar un crucifijo 
transportado en un galeón español, 
que naufragó en el Lago
Mi primera impresión de aquella barriada marabina fue tener su propia personalidad, tal como Santa Lucia, el desaparecido Saladillo, y otros sectores de Maracaibo, donde cada zona respira su propio aire que lo diferencia de sus aledaños, no es lo mismo San Jacinto que San Francisco, ni Los Olivos con La Estrella, y es porque Maracaibo en sí se diferencia del resto del país en muchos aspectos.

Condición necesaria para trasladarme de La Pomona a cualquier sitio del resto de la ciudad era pasar por el centro de Maracaibo, esto me vinculó estrechamente con la ciudad, con su plaza Baralt, con el Mercado Las Pulgas, con Las Playitas, con su avenida Libertador, y demás centros comerciales del híper transitado casco central marabino.

facsímil de la desparecida cruz conmemorativa
de Cristo de Aranza, a la entrada de Puente España.
Pero por sobre todo recuerdo, la cruz de hierro forjado situada en terrenos del Centro Comercial Las Playitas, sobre un pequeño promontorio al margen derecho hacía el final de la avenida Libertador cruce de Puente España, justo en la desembocadura de la cañada que desagua las lluvias a la bahía de Los Haticos de nuestro lago; al principio pensé en la cruz de mayo pues solía estar adornada de flores entre las forjas del metal, luego leyendo algo más de la popular zona, entendí que se trataba de la Cruz de Cristo de Aranza, levantada en el mismo sitio donde los conquistadores españoles y alemanes comandados por el mismísimo Ambrosio Alfinger levantaron una cruz de madera y fundaron la primera ranchería que fue la cimiente de nuestra ciudad, razón por la cual hice el breve preámbulo de este relato, para mejor comprensión de los orígenes del nombre de Cristo de Aranza, bajo cuya fé, dio nombre por aquellos férreos hombres vascos y alemanes que acompañaron a Alfinger en esa primera epopeya fundacional de la ciudad de Maracaibo un 8 de septiembre del año 1529.

Esa cruz de hierro desapareció de su lugar, estaba en el cruce del Puente España, vía La Pomona y Los Haticos, la vorágine comercial de la zona se la trago, siendo depositada en uno de los locales del Centro Comercial Las Playitas, según me comentó el Ingeniero Pablo Villafañe, sería menester recuperar ese espacio y levantarla nuevamente,  para memoria histórica de la ciudad de Maracaibo, esto está bien documentado según manuscrito en idioma latín desenterrado en los pisos del templo de Cristo de Aranza durante unas reparaciones, que el erudito Don Agustín Pérez Piñango identificó como de suma importancia y fue luego traducido por el padre Teolindo Vale en 1937, y el cual forma parte de un volumen de 422 páginas.

Altar restaurado con su Cristo de Aranza original.
La iglesia recibe su nombre por la imagen del Cristo de Aranza, proveniente de aquella provincia española, que se encuentra en su interior. A finales del siglo XIX varias familias poblaron aquellos xerófilos acantilados frente al lago de Maracaibo y construyeron villas y pequeños hatos ganaderos por lo que la zona recibió el nombre de los Haticos. A comienzos del siglo XX el tranvía de Maracaibo llegaba a los Haticos. Debido a su valor histórico la iglesia fue declarada patrimonio histórico nacional en 1960, siendo recientemente restaurada en todo su esplendor arquitectónico y valor religioso.

Retablo original del templo de Cristo de Aranza
(Colección Dr. Kurt Nagel Von Jess, 1965). 
He aquí parte del texto del manuscrito en latín hallado enterrado en los pisos del reverenciado templo marabino de Cristo de Aranza, tomado del investigador Antonio Gomez Espinoza.

“Y salimos con la cruz en forma y de la misma manera de la del sagrario de Coro. Muchos indios de la fe cristiana no acompañaban y hacían entendernos con otros del camino, que no eran muchos ni mal intencionados.
Lugares había de peligro en el monte bajo, nos decían que era Maracaibo, es decir, en su lengua, muchos reptiles de sonajera.
Al fin llegamos a la laguna, los indígenas nuestros exclamaron –Paarauapara- indicándonos que también era peligroso como en las tierras atrás y otros lugares con abundantes ciénagas y también junto al lago muchos lugares que decía era Maracaibo.
Después de armadas las cunaguas pasamos las aguas, muy picadas y fuimos en peligro de zozobrar, pero al fin observamos una amplia ensenada con aguas tranquilas donde saltamos a tierra.
Allí se besó y se bendijo la nueva tierra cristiana y de misma se clavó el madero en cruz de la fe y gloria de nuestros Reyes católicos. Todo en gracia de Dios por la suerte de habernos dado un almo más de conquista a nuestro señor Jesucristo. 
Muchos indios curiosos había en el lugar, nuestros indios se entendieron en sus lenguas de las suyas y no se opusieron y se fueron mansos, pero tres noches después, grupos sueltos nos atacaban con flechas, pero muy lejos, notamos que huían cuando encendíamos fuego en llamaradas. Las flechas las que aquí guardo son un recuerdo para enviar a su majestad nuestra reina.
Días después nos encantó oír una flauta de pan tocada por un músico que decía ser de tierra de Peeriia, esta flauta después de algún tiempo por razón de su sonido imitativo de nuestra gaita extremeña, o flauta de pico, la llamamos Gaita de Peeriia, ella de aquella vez nos regalaron la sonamos con nuestra música y agradó, la que adjunto también como recuerdo.
Pasaron los días unos felices, otros en busca de acomodo y otros de mejor atención por las flechas que lanzaban y huían por temor a nuestras lanzas. Levantamos techos de paja y palmeras provisional para oficios de nuestra fe cristiana. También se hicieron subterráneos secretos para ocultar pertenencias de nuestra sagrada reverencia a la misa y otras de planos de futras avanzadas.
Años después, más claro el asiento, la familia Arriaga levantó para formación agrícola y fertilizar fundos de pequeños hatos familiares con más de cien, entre indios nuestros, nativos y cristianos.
Hoy del año 1555 de nuestro Señor, llevamos cuatro años del comienzo de construir adyacente al oratorio de paja y palmeras, la iglesia en firme Madre de Cristo de Aranza para toda la ranchería que es esta de Arriaga, el Cañaote y la Cruz por la gracia y voluntad divina nos concedió nuestro Salvador, y que de estos lugares los indios de la zona también decían que era peligro Maracaibo.
Hoy, el templo ya en servicio de Dios, fue situado y levantado con vista libre en las alturas de la pequeña colina poco más o menos a distancia, hacia el sur del gran desagüe de lluvias que bajan de mayores alturas a caer al agua mayor donde se enclava la cruz de la conquista cristiana a nuestra llegada a tierra firme. 
Este templo se levantó en alegría humana y fue obra de mano colectiva de hombres y mujeres, indios y cristianos, sin reparos a la gracia de Dios.
Hoy, ya viejo y agotado el físico, a vuecelencia, hermano Rebolledo de Gracia y de la Torre, oriundo de Praxi, os dejo esta misión de seguir sin desmayo, todo en paz y progreso por la gracia divina de nuestro señor Cristo. 
Salgo pronto en comunidad de muchos indios y cristianos a un poco más allá del sur cercano a nuestros aledaños, por mandato de su majestad la Reina, a la orgánica de nuevos techos para oficios de cristianos y algunos matrimonios ya cruzados.
Al párroco mayor encargado de esta misión, Fernando Matos Arraga, primo de Aricochea, de la avanzada del aguerrido Ambrosio Alfinger enviado de Los Welsares por voluntad de Los Reyes Católicos de España”. (Subrayado nuestro).

Se trata aquella caída de lluvias, de la actual cañada Morillo reconocida por su alto caudal durante el invierno, y la ensenada de la Bahía de Los Haticos teatro portuario de nuestro lago, sin mayores comentarios, este antiguo relato fundamenta el lugar exacto de fundación de Maracaibo despejando dudas y otras referencias posteriores y sobre todo del nombre de esa popular parroquia de Cristo de Aranza génesis de nuestra ciudad. 

José Luis Reyes Montiel.

domingo, 9 de agosto de 2015

Venezuela en un Viaje.

Desde el Castillo San Carlos
en el Zulia hasta los Castillos de Guayana.
Era el año 1968, en mi curso de cuarto grado de educación primaria, mi maestra la Lic. Nancy Lugo de Romero, el Colegio, el entrañable San Vicente de Paúl, era el mes Septiembre en sus inicios con su verde invernal y sus lluvias, el ambiente impregnado por la humedad del roció mañanero y decantado en las hojas de los árboles, se dispersa con el retozo infantil al agitar las mojadas ramas, para sorprender mojando al descuidado compañero, sentado en las bancas del patio escolar.

El primer día de clases, un malestar en remolino se deja sentir en mi estómago ante la expectativa de la nueva maestra, como decíamos entonces la nueva señorita, después de nuestra madre y María Santísima, nuestra tercera madre en el Colegio; previa la formación en fila, el canto del Himno Nacional, las oraciones de la mañana y la esperada entrada al recinto del aula escolar, nos quedamos de pie hasta la entrada de la señorita, el saludo: -Buenos días señorita, y nadie se sentaba hasta que diera su palabra de orden: -Siéntense.

Agosto había pasado feliz, con todo su tiempo de juegos, travesuras e ilusiones, y una nueva etapa comienza en la vida, entonces mirando por la ventana del salón de clases, en breves espacios de tiempo, por encima de los árboles que bordeaban el patio hacia el campo de fútbol y más allá hasta donde el horizonte, cargado de lluviosas nubes, dejaban entrelazar los ases de luz solar matutina, que se aferraban a la aurora mojada, hasta aparecer en el cielo el Sol despejando el día, llenando mis pensamientos de sueños y fantasías.

Fiat Premio medio de transporte empleado en el largo periplo de 1997.
Aquel embeleso terminó con la llamada de atención de la señorita: -Saquen todos su libro de Lectura, se trata del recordado y querido libro “Venezuela en un Viaje” cuyo autor es Daniel Gómez, donde un personaje llamado Carlitos y su familia viajaban por toda Venezuela, describiendo sus vivencias, los paisajes y narrando incidencias y aventuras por toda nuestra geografía nacional, durante una hora todas las mañanas su lectura capturaba al grupo de un encanto especial, pues de forma natural hacíamos silencio, escuchando leer a todos y cada uno de los compañeros de clase, mientras la señorita nos alterna en el ejercicio de lectura llamándonos por nuestro apellido: –Ahora Ud. Reyes, y así tambien nos corregía, cuando cometíamos algún error en la pronunciación de las palabras.

Mi hija Carmen Mercedes desde una ventana
del Castillo San Francisco. 
Esas lecturas, del Libro "Venezuela en un Viaje" crearon en mí una hermosa motivación e inquietud, el amor por lo nuestro y hacerme de la tarea que algún día, siendo adulto llevaría conmigo a mi familia de vacaciones por todo nuestro país, conociendo los mimos lugares que describía tan hermosamente el profesor Daniel Gómez en su libro, y así lo hice, desde Occidente nuestra Zulianísima Isla de San Carlos y su fortaleza española; pasando por toda la región andina Táchira, Mérida y Trujillo; Falcón, los estados del centro y Caracas; Cojedes y Portuguesa; Guárico; Bolívar, ciudad Bolívar, ciudad Guayana y hasta las fortalezas españolas situadas en el Delta Amacuro, en los confines del Soberbio Orinoco como lo llamó Julio Verne.

Fue durante Julio y Agosto del año 1997, un automóvil Fiat recién adquirido, como dicen de paquete, fue el medio con el cual transitamos por toda Venezuela, salimos de Maracaibo a las 3 de la madrugada, desayunamos en Barquisimeto y seguimos rumbo al estado Cojedes vía Los Llanos, llegamos a San Carlos, pasamos los llanos del estado Portuguesa vía Guárico, llegamos a las 7 de la noche de ese primer día a la ciudad de Valle de la Pascua donde pernotamos, al día siguiente partimos a Monagas, bajando hacia el estado Bolívar, no sin antes almorzar en un Caney en la población de El Sombrero, llegando a las 3 de la tarde a Ciudad Bolívar, luego de recorrer la ciudad primogénita e independiente de la República Constitucional de 1819, y conocer la casa del Correo del Orinoco y del Congreso de Angostura, llegamos a ciudad Guayana a las 8 de la noche, todos molidos por la jornada turística.

Castillo de San Diego de Alcalá con el majestuoso Orinoco de escenario.
Seguidamente y durante una semana, recorrimos ciudad Guayana y su vecina Puerto Ordaz, solo un puente las separa de lado y lado del río Caroní, es un lugar donde las distancias son kilométricas y los espacios entre los comercios son inmensos, pues ciudad Guayana fue diseñada y planificada asumiendo toda la geografía disponible de un estado colosal como lo es el estado Bolívar, fruto del proyecto la “Conquista del Sur” emprendida por la administración presidencial del Dr. Rafael Caldera y su ministro Francisco Sucre Figarella.

Caida de aguas del río Caroní.
Uno de esos recorridos nos llevó al oriental y atlántico estado Delta Amacuro, dispusimos un día para visitar los castillos de Guayana, sitio histórico donde en tiempos de la Capitanía General de Venezuela la Corona Española levantó dos fortalezas militares para resguardar el acceso al Padre Río, el Orinoco, de ese modo defender la antigua ciudad de Angostura, hoy Ciudad Bolívar, y el paso a los llanos de Apure desde su puerta oriental del fastuoso Delta del Orinoco, razón de la importancia estratégica de dichas fortalezas para España. 


Partimos una mañana tempranito, como de costumbre suelo viajar, hacía los castillos de Guayana y como era de esperar por las dimensiones características del amplio territorio Guayanes, echamos rueda y rueda, carretera y carretera, coloque en el reproductor la canción de Aldemaro Romero: -Carretera, acórtate carretera, que me ahoga la distancia de qué manera, de qué manera-…. Hasta que un letrero vial nos indicaba la bienvenida al estado Delta Amacuro, Mercedes y yo quedamos perplejos, habíamos llegado al mismísimo estado Delta Amacuro, el último estado de Venezuela por decirlo de alguna manera.


Después del aviso vial, seguimos echando rueda, hasta llegar a los famosos castillos de Guayana, situados en el Municipio Casacoima del estado Delta Amacuro, enclavados en dos elevadas colinas, conformados por dos fortalezas, construidas sobre la roca viva,  una denominada San Francisco de Asís (Fuerte Villapol) y la otra lleva el nombre de San Diego de Alcalá o El Padrastro (Fuerte Campo Elías). Estas otroras inexpugnables fortalezas, levantadas por los ancestros españoles impedían la penetración e incursión de piratas y bucaneros por el río Orinoco hacia el interior de la Guayana, así se llama este territorio, debido que en el año 1595 se edificó la primera capital de la provincia de Guayana, que se llamó Santo Tomé de Guayana, fundada el 21 de Diciembre día de Santo Tomás también escrito Tomé antiguamente.

Desde la casa del Correo del Orinoco.
Esta ciudad sufrió muchos embates en el tiempo, de los ataques de los piratas, incursiones de los ingleses, franceses y holandeses que pretendían posesionarse y con el propósito de buscar las riquezas de El Dorado. Cuando llegaban y le preguntaban a los indígenas dónde estaba el oro y las riquezas, los indígenas respondían “iana”, “iana”, de donde deviene el nombre de Guayana, un vocablo indígena que significa -blanco, pálido o amarillo- en la generación actual de esa etnia. El General Joaquín Crespo durante su gobierno (1884-1888) le cambió los nombres de San Francisco de Asís y San Diego de Alcalá por Fuerte Villapol y Fuerte Campo Elías respectivamente, como un homenaje póstumo a estos dos héroes españoles que murieron en la lucha por la independencia de Venezuela.

Defensas del castillo San Francisco Delta Amacuro.
De mis viajes por Venezuela he llegado a la triste convicción de que nuestra tierra no es merecida por quienes la habitamos, en plural, muy a pesar de quienes la amamos entrañablemente, este gran país lleno de riquezas, pleno de naturaleza, surtido de animales de exótica belleza, aún espera por sus hijos lo mejor de cada uno de ellos, de ese pueblo honesto, trabajador, que su gente ponga sus talentos al servicio de su ciencia, de sus artes y de su pensamiento, y que lo hagan con toda honestidad; que de una de vez por todas entiendan que sin probidad, virtud y sentido de pertenencia no existe nación alguna.

JLReyesMontiel.







sábado, 1 de agosto de 2015

El Sombrero.


Benemérito General
Juan Vicente Gómez Chacón
La Venezuela de primera mitad del siglo XX apenas emergía del tumulto de los caudillismos locales, cuando la mano firme del Benemérito Gral. Juan Vicente Gómez,  puso punto final al desorden y anarquía en la que se había convertido la política venezolana. 

Al margen de aquellas circunstancias históricas el nuevo orden nacional de Unión, paz y trabajo, programado por el Dictador Gral. Gómez, se propuso la construcción de carreteras  a nivel nacional, de manera de unir a Venezuela geográficamente, como estrategia no solo para el desarrollo económico sino también político y militar, de tal modo de facilitar el movimiento de tropas donde y cuando fuese menester sofocar un levantamiento contra el gobierno.

En el Zulia, el Presidente del Estado, Vicencio Pérez Soto, hacia lo propio en el desarrollo de vías de penetración y carreteras, fomentando el desarrollo agropecuario y el transporte de mercancías y productos del campo a las ciudades, eran esos tiempos cuando el abuelo Papá Luis, con la construcción de la carretera asfaltada Maracaibo vía El Moján, no tenían la misma opinión a favor de la construcción de carreteras, argumentando que las mismas solo traerían la ruina y la miseria al campo, y con ellas del modo de vida campesina.

El abuelo Don Luis Montiel Villalobos, supo visionar con su sentido común y autodidacta lectura de prensa escrita y de los libros que atesoraba, el futuro del campo venezolano. De la pequeña biblioteca del abuelo Papá Luis no quedó resto alguno, mamá me contó que a su regreso a “San Luis” intentó recuperar la Biblioteca de su fallecido padre, pero el Comején hizo estragos de periódicos y libros guardados en su escritorio bajo llave.

Grupo familiar junto "Papá Luis" en primer plano Carmen Romelia,
en sus manos Joseito, los niños en primer plano Luis Guillermo Y Régulo,
detrás Mamá Carmen Domitila y detrás de mamá Tía Espíritu,
Tío Dimas detrás de esta última; al lado derecho de "Papá Luis"
la prima de mis tíos Adarceinda Del Villar, según me lo señalo mamá. 
Años atrás, 1905-1935, el Hato San Luis se encontraba en plena pujanza productiva, frutos, vegetales, animales mayores y menores, aves de corral; y la familia Montiel Fuenmayor era el artífice de ese desarrollo agrícola, así como en el país gobernaba una mano férrea, en esos tiempos también las familias eran jerárquicamente ordenadas por el Pater Familiae, la figura del Padre de Familia, centro y autoridad superior, cuya esposa secundaba sus decisiones y apoyaba en la preservación de la moral, las buenas costumbres, la disciplina y su corrección; cuéntase que en los documentos y trámites de la época solía indicarse el oficio de las señoras en estos términos… “Prudencia Inocencia Borregales de Pedroza, civilmente hábil, vecina de este municipio y de oficios propios de su sexo”….

Comento todo esto como preámbulo, para entender las características sociológicas de una época muy distinta a la actual, de valores tan disímiles a los de la vida urbana actual, como funestos han sido las consecuencias de una sociedad tumultuosa y anárquica, cuyo rumbo perdió a partir del año 1945, con el golpe de estado al Presidente Isaias Medina Angarita.

Pescadores del Lago de Maracaibo, Estado Zulia,
mediados de 1930.
En ese marco social, el desarrollo de la industria petrolera, fomentó el abandono del campo, y el Hato “San Luis” no fue la excepción, algunos tíos fueron seducidos por el nuevo modo de vida citadino y la comodidad de ganarse la vida mas fácilmente, mediante un salario por la prestación de su trabajo.

Mi Tío Nicomedes, fue uno de los primeros en dejar el campo, se casó tuvo sus hijos y los dejó en “San Luis” para dedicarse a un trabajo urbano, mientras su esposa Graciela Ferrer vivía en “San Luis” apoyando, colaborando como ama de casa, en los quehaceres diarios del Hato y de sus hijos; entre ellos Régulo, Luis Guillermo, Darío, Nicolás y Eduardo, llegose tía Graciela a ser la nuera preferida de Mamá Carmela y una hermana más para los Montiel Fuenmayor, así me lo contó mama.  

Nicomedes Montiel Fuenmayor
1921
Aprendió tío Nicomedes a conducir grandes camiones llamadas popularmente gandolas e hizo de esta habilidad su oficio, pues era diestro en el manejo del intrincado sistema de palancas y pedales de la caja de transmisión de los camiones de entonces, de tal modo, que llego a ser el transportista por excelencia y de confianza de la empresa Transporte Zulia cuyo propietario era casualmente mi otro tío, pero de parte paterna, Román Reyes Albornoz, entonces ya bien posesionado y en pleno esplendor de su pujante empresa de transporte, pues los “musius” -extranjeros anglosajones y europeos hicieron buenos contratos para el transporte de materiales para la incipiente industria petrolera.

En Transporte Zulia, el Tío Nicomedes se ganó el apodo de “El Sombrero” llamado así por sus compañeros de trabajo, pues al manejar las gandolas se cubría con un sombrero alón de jipijapa, llamando la atención pues dentro del camión no recibía las inclemencias del Sol..

De ese modo, mi tío Nicomedes recorrió toda Venezuela, pues su trabajo de conductor de gandolas lo llevó hasta la mismísima ciudad Bolívar, pasando ciudades, pueblos, caseríos, ríos, ciénagas, hasta por intrincadas trillas de arena, ahí donde el asfalto y el granzón dejaban su marcha para seguir abriéndose paso por la vegetación de la selva montañosa o de los campos abiertos del llano venezolano, entre el sueño robado de las madrugadas y los soleados días  de nuestro trópico.

Camión de transporte pesado de la época.
Era frecuente, escuchar las narraciones que mi tío Nicomedes me hacía entre la realidad y la fantasía de sus cuentos de camino, cuando por las tardes visitaba mi casa a tomarse un cafecito recién colado preparado y servido por las manos de mamá, luego sacaba del bolsillo de su pardo pantalón de Kaki un tabaco le trozaba un pedazo y mientras masticaba su tabaco, emprendía el cuento de esa tarde. Un día le pregunté ¿Tío Nicomedes porque mascas tabaco? - ese vicio me quedó para quitarme el sueño al manejar en carretera larga- contesto.

Me contó como se cargaban los fusiles y cañones durante la guerra de independencia, con perdigones, tacos de papel y pólvora, como el fusil reculaba en el hombro del tirador y los cañones se saltaban  de sus posiciones en cada disparo,  y cuando se terminaba la munición llenaban la pieza del cañón con lo que consiguieran de metal o piedras, descuartizando al enemigo. 

De sus narraciones escuche por primera vez, la inmolación de Ricaurte en la Hacienda San Mateo de los Bolívar, al volarse con todo el arsenal ahí resguardado por los patriotas, antes que entregárselos a las tropas realistas. También me contó del martirio de Doña Cáceres de Arismendi en el Castillo de Santa Rosa en la isla de Margarita. Y por supuesto no podían faltar los cuentos de fantasmas y apariciones en los caminos, de bestias salvajes, tigres y serpientes, de tempestades torrenciales con truenos, relámpagos y centellazos que dejaban abierta la tierra o un árbol de arriba abajo; ríos intransitables que paraban el camión en carretera hasta que su cause bajara lo suficiente para permitir el paso del camión lo que lo obligaba a pernotar en ese lugar durante semanas.

Calle Principal de Las Morochas
Costa Oriental del Lago Estado Zulia, 1935.
Así eran de largas esas jornadas, que pasaban meses sin saber nada del tío Nicomedes, mientras en “San Luis” transcurría el tiempo entre el trabajo diario de la agricultura, el alimento diario de cada día y la penitente oración del ángelus con el rosario a las seis de la tarde, concelebrada por la reunión familiar en torno a Papá Luis; de ese modo sus hijos se hacía de niños a adolescentes y de adolescentes a hombres, cada vez que mi tío regresaba de su azarosa actividad laboral.

Régulo, Luis Guillermo, Nicolás y Darío fueron los nietos que más ayudaron a Papá Luis en la labor diaria del Hato, junto a tío Aurelio y Julián, se levantaban a punto a las cuatro de la madrugada para ordeñar las vacas, mientras al despuntar el Sol, Papá Luis asignaba la tarea del día a cada uno, sin chistar, en ocasiones pedía voluntarios, encomendando el  mandado a alguno de los remolones. 

El  primo Rafael “Falo” Salas Sánchez, contaba, entre palos y alegría, como por esa crianza de muchacho en “San Luis” se salvó el primo Nicolás Montiel del servicio militar, cuando lo agarró la recluta en Maracaibo, se lo llevaron al Cuartel de Policía ahí en la calle Obispo Lazo, lo tenían alistado y pelaito a coco, llegó un sargento del ejército para escoger el contingente de turno solicitando diez voluntarios para el fuerte de San Juan de Los Morros a lo que Nicolás acostumbrado a ofrecérsele como voluntario al abuelo “Papá Luis” enseguida dio su respectivo paso al frente, a todas éstas el sargento hizo mientes y ordenó embarcar fue a los diez que se le antojó por remolones, y envió a Nicolás para sus casa.

José Luis Reyes Montiel.