Palabra constante en el oportuno
consejo de mi madre, ante la debilidad, postración y adversidad, sobreponer la
voluntad, para superar los embates a la integridad personal y emocional, conservarse
fiel en concordancia con la verdad, aquella que deviene de la naturaleza, del
sentido común y de una sólida formación Cristiana.
También me decía: -El mejor
consejo es el de sí mismo. Respecto de aquello o aquellos que en lugar de dar
un buen consejo, tratan de instigar, pervertir, enviciar, manipulando frustraciones
y complejos, enlodando la personalidad y profundizando las carencias
emocionales y afectivas.
La adolescencia es una etapa
existencial sumida en un laberinto físico y mental, el desarrollo biológico del
cuerpo le imprime sensaciones, estimulaciones y pasiones, que deben ser
canalizadas con sentido de superación física y crecimiento emocional, y todo
depende del entorno donde esas experiencias de cambio de niño a hombre o de
niña a mujer se desarrollen.
Un entorno familiar normalmente
adecuado a los valores antes citados, es garantía de un desarrollo emocional
feliz y provechoso, lo contrario es de todos conocido las consecuencias y no merece
otro comentario; de tal modo es vital y necesario destacar y discernir cuales
son esos valores que le sirven de marco al comportamiento humano, sobre todo hoy
día, cuando es evidente una generación que se está levantando con vista a
valores degradados, aparentes y promovidos por una sociedad cada vez más
alejada de las leyes de la naturaleza.
El filósofo francés Juan Jacobo
Rousseau exponía que lo que es natural no puede ser hallado entre los
depravados, el hombre es bueno por naturaleza, pero finalmente actúa mal, incomodado por la sociedad que le corrompe; en el estado natural el hombre, es comunicativo,
sin preocupaciones y sin conocimiento del mal, el hombre silvestre, ajeno a toda guerra
y ataduras, inocente, como un niño, lo que define Rousseau como “Un buen
salvaje” en paz y en concordancia con la naturaleza, en contraposición con el
hombre mundano, definido por el filósofo como “Un hombre histórico” que ha
perdido la bondad original, convirtiéndose en un ser vil, egoísta, depravado,
lleno de odio, en suma es un ser degenerado.
Este hombre histórico, no muestra
por convencionalismos su degeneración, la cual ha de enmascarar, de ocultar su
maldad, su egoísmo y sus pasiones más bajas, adoptando un comportamiento
social, cortesía y retórica, mediante técnicas de apariencias, enmascarando
odios, temores, traiciones, todo aquello que adoptamos en una formación de trato social dirigida a crear moldes sociales, más no ha promover al hombre natural, esa
mascarada de una falsa educación, termina por no reconocer la degeneración
humana y la corrupción, es más, impide que el ser humano avance hacia estamentos superiores en
una sociedad más equilibrada social, emocional y justa, pues consolida intereses tales como la riqueza y el poder, aspectos que son ajenos a una existencia en el estado natural del hombre.
Hoy día, el hombre ha roto los
viejos paradigmas, pero solo para degenerarse aún más, los convencionalismo
sociales se han trastocados, por una liberalización de las más bajas pasiones,
para preservar los viejos intereses de la riqueza y el poder, incluso con prevalencia del oportunismo y la corrupción por sobre el trabajo creador y de la opresión como sustentador del poder omnímodo, sobre todo en los regímenes totalitarios; hoy el consumismo y el hedonismo esclaviza más que las antiguas cadenas, por otra parte, hoy la cortesía
y la retórica sirven más que nunca a la astucia del hombre en sociedad y al ejercicio de una política demagoga, embaucando
al hombre natural, oprimiéndolo entre los asaltos de la malevolencia y la explotación
sexual de toda especie, desenmascarando y desatando las aberraciones más censurables por el
otrora convencionalismo social, que en el pasado se reprimió con disimulo, pero
develadas en el presente con el descaro más absoluto, haciéndoles promover como
aspectos que le son naturales al comportamiento humano, y justificándolos en el
marco de una sociedad que se las cree, enarbolando banderas de género, feminismo
y homosexualidad.
Al hombre natural, justo y
honrado, solo le queda “sobreponerse” mantenerse firme en la fe, preservar con su propio ejemplo a las nuevas generaciones, mediante su propia
experiencia existencial y mostrar sus frutos; y a los jóvenes, escuchar las voces interiores de sí
mismo, mirándose a sí mismo, asumiendo la tarea de discernir entre el bien y el
mal, lo que es natural y lo que es simple y llana degeneración antinatural.
JLReyesMontiel.