sábado, 11 de abril de 2020

Sobreponerse.


Palabra constante en el oportuno consejo de mi madre, ante la debilidad, postración y adversidad, sobreponer la voluntad, para superar los embates a la integridad personal y emocional, conservarse fiel en concordancia con la verdad, aquella que deviene de la naturaleza, del sentido común y de una sólida formación Cristiana.

También me decía: -El mejor consejo es el de sí mismo. Respecto de aquello o aquellos que en lugar de dar un buen consejo, tratan de instigar, pervertir, enviciar, manipulando frustraciones y complejos, enlodando la personalidad y profundizando las carencias emocionales y afectivas.

La adolescencia es una etapa existencial sumida en un laberinto físico y mental, el desarrollo biológico del cuerpo le imprime sensaciones, estimulaciones y pasiones, que deben ser canalizadas con sentido de superación física y crecimiento emocional, y todo depende del entorno donde esas experiencias de cambio de niño a hombre o de niña a mujer se desarrollen.

Un entorno familiar normalmente adecuado a los valores antes citados, es garantía de un desarrollo emocional feliz y provechoso, lo contrario es de todos conocido las consecuencias y no merece otro comentario; de tal modo es vital y necesario destacar y discernir cuales son esos valores que le sirven de marco al comportamiento humano, sobre todo hoy día, cuando es evidente una generación que se está levantando con vista a valores degradados, aparentes y promovidos por una sociedad cada vez más alejada de las leyes de la naturaleza.

El filósofo francés Juan Jacobo Rousseau exponía que lo que es natural no puede ser hallado entre los depravados, el hombre es bueno por naturaleza, pero finalmente actúa mal, incomodado por la sociedad que le corrompe; en el estado natural el hombre, es comunicativo, sin preocupaciones y sin conocimiento del mal, el hombre silvestre, ajeno a toda guerra y ataduras, inocente, como un niño, lo que define Rousseau como “Un buen salvaje” en paz y en concordancia con la naturaleza, en contraposición con el hombre mundano, definido por el filósofo como “Un hombre histórico” que ha perdido la bondad original, convirtiéndose en un ser vil, egoísta, depravado, lleno de odio, en suma es un ser degenerado.   

Este hombre histórico, no muestra por convencionalismos su degeneración, la cual ha de enmascarar, de ocultar su maldad, su egoísmo y sus pasiones más bajas, adoptando un comportamiento social, cortesía y retórica, mediante técnicas de apariencias, enmascarando odios, temores, traiciones, todo aquello que adoptamos en una formación de trato social dirigida a crear moldes sociales, más no ha promover al hombre natural, esa mascarada de una falsa educación, termina por no reconocer la degeneración humana y la corrupción, es más, impide que el ser humano avance hacia estamentos superiores en una sociedad más equilibrada social, emocional y justa, pues consolida intereses tales como la riqueza y el poder, aspectos que son ajenos a una existencia en el estado natural del hombre.

Hoy día, el hombre ha roto los viejos paradigmas, pero solo para degenerarse aún más, los convencionalismo sociales se han trastocados, por una liberalización de las más bajas pasiones, para preservar los viejos intereses de la riqueza y el poder, incluso con prevalencia del oportunismo y la corrupción por sobre el trabajo creador y de la opresión como sustentador del poder omnímodo, sobre todo en los regímenes totalitarios; hoy el consumismo y el hedonismo esclaviza más que las antiguas cadenas, por otra parte, hoy la cortesía y la retórica sirven más que nunca a la astucia del hombre en sociedad y al ejercicio de una política demagoga, embaucando al hombre natural, oprimiéndolo entre los asaltos de la malevolencia y la explotación sexual de toda especie, desenmascarando y desatando las aberraciones más censurables por el otrora convencionalismo social, que en el pasado se reprimió con disimulo, pero develadas en el presente con el descaro más absoluto, haciéndoles promover como aspectos que le son naturales al comportamiento humano, y justificándolos en el marco de una sociedad que se las cree, enarbolando banderas de género, feminismo y homosexualidad.

Al hombre natural, justo y honrado, solo le queda “sobreponerse” mantenerse firme en la fe, preservar con su propio ejemplo a las nuevas generaciones, mediante su propia experiencia existencial y mostrar sus frutos; y a los jóvenes, escuchar las voces interiores de sí mismo, mirándose a sí mismo, asumiendo la tarea de discernir entre el bien y el mal, lo que es natural y lo que es simple y llana degeneración antinatural.

JLReyesMontiel.