sábado, 27 de octubre de 2012

El Cordonazo en el Monte Carmelo.


En las estribaciones de la carretera de Santa Rosa de Tierra, porque hay una Santa Rosa de Agua la que observó Alonso de Ojeda y le dio el nombre a nuestra Venezuela, yo me referiré a la allende un poco mas a tierra firme, donde nací porque fue allí donde me engendraron mis padres y me trajeron chiquitico, ya les he narrado en cuentos anteriores de “Villa Carmen” búsquenlo en los archivos de este blog.

Muy cerca del hatillo “Villa Carmen” al fondo de la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, al margen izquierdo de la otrora carretera de Maracaibo a Santa Cruz de Mara, se levantaba el antiguo Hato “Monte Carmelo” donde residía la legendaria Carmen Ferrer, matrona quién tuvo doce (12) vástagos, todos ciudadanos trabajadores otros profesionales, gente cordial y sincera, con ese sentimiento de unidad familiar siempre dispuestos a la amena conversación.

Les contaré hoy, mis primeras impresiones cuando aún siendo un infante, mamá nos llevó de paseo un fin de semana, para conocer a Carmen Ferrer y quién siendo su suegra, la señora Pauselina Sánchez, contaba 100 años y aún lucida, era una dama cuya ancianidad adornaba sus canos cabellos, pero que tenía la curiosa costumbre de fumar con la parte encendida del cigarrillo dentro de su boca, lo cual me impresiono y causaba hilaridad, pensar como evitaba quemarse sus encías o sus labios.

Aquel domingo, mamá, mi hermana Sara y yo, nos apeamos del autobús de Bellavista- Santa Rosa en la vieja carretera, llegamos al portón del “Monte Carmelo” para entonces estaba habitada por Carmen Ferrer y dos de sus hijas Nelly y Elcira; la casa bien conservada guardaba todo sus esencia de casa de campo, cercada con sus estantillos de madera con alambres de púas, rodeada de verde vegetación y sembrada con inmensos frutales de Mangos, Mamones, Nísperos, Caujiles.

El largo camellón que desde el portón accedía al enlosado de la casa, concedía una vista del frontis y su decorado tradicional de las viejas casonas marabinas, su puerta de entrada a dos alas terminaba en arco de medio punto, estaba coronada por relieve con columnas Toscanos, cornisas y aleros neoclásicas, dos grandes ventanas a cada lado acompañaban el conjunto típico elevado hasta sus tejados donde una cortina de Metopas contenía el agua de lluvia canalizado por cuatro Gárgolas a través de los Albañales hasta el Aljibe donde se depositaba el vital liquido para el tiempo de verano, sobre la puertecilla del Aljibe la canal del Albañal permitía moverlo hacía dentro o afuera para dejar pasar las primeras lluvias, éstas lavaban el tejado de toda suciedad y de ese modo depositar solo aquella mas limpia.

Al pasar la alta puerta, la sala desplegaba sus paredes al blanco cielo raso, al lado izquierdo la habitación de las muchachas ya treintonas, sus camas y escaparates, al que solo tenían acceso las muchachas de la casa. Otra puerta daba al comedor del Hato, lugar amplio y abierto techado con una enramada, un mesón rodeado de sillas invitaba en este lugar de la casa a todos a la hora del almuerzo. Al otro lado, estaban dos habitaciones mas, y al lado del Aljibe el fogón, la cocina de la casa, ya para el momento de mi visita una moderna cocina a gas había sustituido el viejo fogón de barro a leña donde se preparaba la comida del día, recuerdo a Carmen Ferrer pelando plátanos y colocándolos en serie en el horno, dada la cantidad de comensales fueron muchos plátanos los que ese día desconcho, luego como les daba vuelta calientes como estaban para su cocimiento parejo. Para el almuerzo degusté el plátano verde con un trozo de queso blanco y un plato de sopa de Frijolillos en Coco

En el centro de aquel corredor una puertezuela daba al patio de los Mangos, el otro era el patio de estacionamiento, frente a la puertezuela estaba un aguamanil con su respectivo jabón las Llaves, asunto normal era ver revolotear a las avispas, abejas y demás insectos voladores alrededor de la ponchera obligando al usuario apartarlos primero para lavarse las manos en las enjabonadas aguas.

Ese domingo de julio, era 16 y es bien sabido por todo buen católico que se celebra las festividades de Nuestra Señora del Carmen, todos entonces se encontraban ocupados en la organización de la procesión, Nelly era la curadora de la capilla, por lo tanto era de su responsabilidad todo lo relacionado con las festividades, fuimos en la mañana a limpiar y adornar la capilla, arreglar a la virgencita, pero yo me quede anonadado en la sacristía observando un viejo órgano de tubos con fuelles y todo, pero en un lamentable estado, pedales, teclado y botones de control estaban pegados por el desuso, de los comentarios y datos que pude escuchar el instrumento fue traído en mulas desde antaño por frailes capuchinos desde  Maracaibo, para la animación de  la devoción eucarística.

Llego la tarde y con ella la fiesta patronal, en la capilla la gente no cabía, hasta la plaza y sus alrededores las personas conversaban y celebraban, muchos amigos de la familia preguntaban por tal y cual familiar entre vivos y difuntos, tanta gente Graciela Sánchez, Vitico Fuenmayor, Ana Elisa, Adarceinda y Delia del Villar, entre otros tantos amigos y familiares. Creaban aquel ambiente bullanguero y festivo, popular y alegre, pero impregnado de una atmosfera plena de humildad y sencillez.

De ese modo partió la procesión hasta las santa cruz de madera que frente a la capilla flanqueaba la llana plaza, allí debía girar la procesión y volver al sagrado recinto, no sin antes escuchar los recios cañonazos de un mortero, junto a las efusivas oraciones del Santo Rosario, los cánticos de salve a la virgencita, y la música sacra de la retreta de una pequeña banda marcial, compuesta de bombo, redoblante, trombón, trompeta, clarinete y saxo.

No había llegado la procesión hasta la mitad del recorrido cuando una tempestad furiosa despejo por arte de magia la plazoleta, la gente buscó guarnecerse, la virgencita dada su antigüedad fue devuelta inmediatamente al cobijo de su altar, los músicos se pegaron en carrera, y la fuerte brisa desgarro todos las banderolas de papelillo que adornaban los postes y alumbrado. Al año siguiente se decidió caminar la procesión más allá de la cruz de madera y llevarla por los sectores aledaños, cosa curiosa la lluvia aparece hasta ahora en finas gotas de llovizna y solo a veces la tempestad arrecia después de la procesión, el llamado cordonazo de San Francisco.

De todo ese entorno de vivencias, solo queda en pie la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, la plazoleta y la Cruz, allí dos urbanizaciones cuyas entradas están por la plazoleta, ha incrementado la feligresía para la devoción y las festividades de cada 16 de julio, el hatillo “Villa Carmen” y “El Monte Carmelo” se transformaron en unos conjuntos residenciales de las llamadas town house, en toda la avenida Milagro Norte en la Curvatura llegando un poco antes de  la Barraca Militar.    

domingo, 14 de octubre de 2012

La Tempestad.



Aquel día, soleado y tranquilo, se desvaneció en la tarde, el Sol furtivamente se ocultó tras las sombras que poblaron todos los espacios, un fuerte viento frío levantaba la hojarasca y penetraba la piel dejando el rostro sonrojado, nubarrones grises atenuándose en negros circuncidaban en solemne procesión el cenit azul profundo e intermitentes relámpagos iluminaban la penumbra entre los árboles y rincones de la casa. Gototas de lluvia esporádicas caían precipitadamente, en la distancia las vainas de los árboles de Lara al conjuro del vendaval aumentaba el ruido de la precipitación del aguacero invernal, como oleadas invisibles estrellaban sobre el suelo sus aguas rocíando todos los espacios la lluvia de Octubre.

Chubasco que esta tarde vienes a aumentar mis dolores, desde donde llegaste para hacerme saber y sentir mi soledad, porque inclemente y caprichoso desatas tus fuerzas de la naturaleza sobre las casas de los mas infortunados, hacía un año el ataúd de mi padre franqueaba la sala de la casa, y durante meses sus puertas y ventanas se mantuvieron cerradas por un luto absurdo que nunca entendí, sino en el sentimiento interno de su ausencia. Y ahora vienes tempestad inmisericorde para hacerme saber de otros temores, ahora que no tengo sus brazos donde apoyarme para ampararme de tus empujes y arrogancia, para marcar en el tiempo un antes y un después de su partida, así el terror de la tormenta fragua mi carácter, borrasca que mi techo soslayaste del invierno aciago año de 1968.

Mama, Sara y yo, sentados sobre taburetes (sillas rusticas de madera y cuero) para evitar hierros y metales por los rayos –decía mamá- rezamos en circulo el Rosario, penitente devoción frente a una vela de la Candelaria para aligerar la tempestad y pasará sin daños, el ruido en el techo y su rumor en las ventanas, hace crujir la madera, viento y lluvia sumadas son fatales, las ramas de los árboles arrancan, las hojas trozan, sacando de raíz al árbol mas débil.

El patio esta empapado, pasó el vendaval funesto, las hojas decantan frías gotas de agua de lluvia, la angustia quedó hecho recuerdo, guardada en recelo para otros temporales, al tío Nicomedes preguntaría durante años ¿Serán nubes de chubasco tío? pretendiendo siempre la misma respuesta, -no, son nubes pasajeras-.Así somos todos en esta vida, pasajeros del tiempo montados en un espacio indetenible, infausto destino que nos asecha de las fuerzas naturales que algún día, cobraran en holocausto al hombre inicuo sus agravios.  

    
José Luis Reyes.