En las estribaciones de la
carretera de Santa Rosa de Tierra, porque hay una Santa Rosa de Agua la que
observó Alonso de Ojeda y le dio el nombre a nuestra Venezuela, yo me referiré
a la allende un poco mas a tierra firme, donde nací porque fue allí donde me
engendraron mis padres y me trajeron chiquitico, ya les he narrado en cuentos
anteriores de “Villa Carmen” búsquenlo en los archivos de este blog.
Muy cerca del hatillo “Villa
Carmen” al fondo de la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, al margen
izquierdo de la otrora carretera de Maracaibo a Santa Cruz de Mara, se
levantaba el antiguo Hato “Monte Carmelo” donde residía la legendaria Carmen
Ferrer, matrona quién tuvo doce (12) vástagos, todos ciudadanos trabajadores otros
profesionales, gente cordial y sincera, con ese sentimiento de unidad familiar
siempre dispuestos a la amena conversación.
Les contaré hoy, mis primeras
impresiones cuando aún siendo un infante, mamá nos llevó de paseo un fin de
semana, para conocer a Carmen Ferrer y quién siendo su suegra, la señora
Pauselina Sánchez, contaba 100 años y aún lucida, era una dama cuya ancianidad adornaba sus canos cabellos, pero
que tenía la curiosa costumbre de fumar con la parte encendida del cigarrillo
dentro de su boca, lo cual me impresiono y causaba hilaridad, pensar como
evitaba quemarse sus encías o sus labios.
Aquel domingo, mamá, mi hermana
Sara y yo, nos apeamos del autobús de Bellavista- Santa Rosa en la vieja
carretera, llegamos al portón del “Monte Carmelo” para entonces estaba habitada
por Carmen Ferrer y dos de sus hijas Nelly y Elcira; la casa bien conservada
guardaba todo sus esencia de casa de campo, cercada con sus estantillos de
madera con alambres de púas, rodeada de verde vegetación y sembrada con
inmensos frutales de Mangos, Mamones, Nísperos, Caujiles.
El largo camellón que desde el portón accedía al enlosado de la casa, concedía una vista del frontis y su decorado
tradicional de las viejas casonas marabinas, su puerta de entrada a dos alas terminaba
en arco de medio punto, estaba
coronada por relieve con columnas Toscanos, cornisas y aleros neoclásicas, dos
grandes ventanas a cada lado acompañaban el conjunto típico elevado hasta sus
tejados donde una cortina de Metopas
contenía el agua de lluvia canalizado por cuatro Gárgolas a través de los Albañales
hasta el Aljibe donde se
depositaba el vital liquido para el tiempo de verano, sobre la puertecilla del
Aljibe la canal del Albañal permitía
moverlo hacía dentro o afuera para dejar pasar las primeras lluvias, éstas
lavaban el tejado de toda suciedad y de ese modo depositar solo aquella mas
limpia.
Al pasar la alta puerta, la sala
desplegaba sus paredes al blanco cielo
raso, al lado izquierdo la habitación de las muchachas ya treintonas, sus camas y escaparates, al que solo tenían acceso
las muchachas de la casa. Otra puerta daba al comedor del Hato, lugar amplio y
abierto techado con una enramada, un
mesón rodeado de sillas invitaba en este lugar de la casa a todos a la hora del
almuerzo. Al otro lado, estaban dos habitaciones mas, y al lado del Aljibe el
fogón, la cocina de la casa, ya para el momento de mi visita una moderna cocina
a gas había sustituido el viejo fogón de barro a leña donde se preparaba la
comida del día, recuerdo a Carmen Ferrer pelando plátanos y colocándolos en
serie en el horno, dada la cantidad de comensales fueron muchos plátanos los
que ese día desconcho, luego como les daba vuelta calientes como estaban para
su cocimiento parejo. Para el almuerzo degusté el plátano verde con un trozo de
queso blanco y un plato de sopa de Frijolillos en Coco
En el centro de aquel corredor una puertezuela daba al patio
de los Mangos, el otro era el patio de estacionamiento, frente a la puertezuela
estaba un aguamanil con su respectivo
jabón las Llaves, asunto normal era ver revolotear a las avispas, abejas y
demás insectos voladores alrededor de la ponchera
obligando al usuario apartarlos primero para lavarse las manos en las
enjabonadas aguas.
Ese domingo de julio, era 16 y es
bien sabido por todo buen católico que se celebra las festividades de Nuestra
Señora del Carmen, todos entonces se encontraban ocupados en la organización de
la procesión, Nelly era la curadora de la capilla, por lo tanto era de su
responsabilidad todo lo relacionado con las festividades, fuimos en la mañana a
limpiar y adornar la capilla, arreglar a la virgencita, pero yo me quede
anonadado en la sacristía observando un viejo órgano de tubos con fuelles y todo, pero en un lamentable
estado, pedales, teclado y botones de control estaban pegados por el desuso, de
los comentarios y datos que pude escuchar el instrumento fue traído en mulas
desde antaño por frailes capuchinos desde
Maracaibo, para la animación de
la devoción eucarística.
Llego la tarde y con ella la
fiesta patronal, en la capilla la gente no cabía, hasta la plaza y sus
alrededores las personas conversaban y celebraban, muchos amigos de la familia
preguntaban por tal y cual familiar entre vivos y difuntos, tanta gente
Graciela Sánchez, Vitico Fuenmayor, Ana Elisa, Adarceinda y Delia del Villar, entre otros
tantos amigos y familiares. Creaban aquel ambiente bullanguero y festivo, popular y
alegre, pero impregnado de una atmosfera plena de humildad y sencillez.
De ese modo partió la procesión
hasta las santa cruz de madera que frente a la capilla flanqueaba la llana
plaza, allí debía girar la procesión y volver al sagrado recinto, no sin antes
escuchar los recios cañonazos de un mortero, junto a las efusivas oraciones del
Santo Rosario, los cánticos de salve a la virgencita, y la música sacra de la
retreta de una pequeña banda marcial, compuesta de bombo, redoblante, trombón,
trompeta, clarinete y saxo.
No había llegado la procesión
hasta la mitad del recorrido cuando una tempestad furiosa despejo por arte de
magia la plazoleta, la gente buscó guarnecerse, la virgencita dada su
antigüedad fue devuelta inmediatamente al cobijo de su altar, los músicos se
pegaron en carrera, y la fuerte brisa desgarro todos las banderolas de
papelillo que adornaban los postes y alumbrado. Al año siguiente se decidió
caminar la procesión más allá de la cruz de madera y llevarla por los sectores
aledaños, cosa curiosa la lluvia aparece hasta ahora en finas gotas de llovizna
y solo a veces la tempestad arrecia después de la procesión, el llamado
cordonazo de San Francisco.
De todo ese entorno de vivencias,
solo queda en pie la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, la plazoleta y la
Cruz, allí dos urbanizaciones cuyas entradas están por la plazoleta, ha
incrementado la feligresía para la devoción y las festividades de cada 16 de julio, el hatillo “Villa
Carmen” y “El Monte Carmelo” se transformaron en unos conjuntos residenciales
de las llamadas town house, en toda la avenida Milagro Norte en la Curvatura
llegando un poco antes de la Barraca
Militar.
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