domingo, 14 de octubre de 2012

La Tempestad.



Aquel día, soleado y tranquilo, se desvaneció en la tarde, el Sol furtivamente se ocultó tras las sombras que poblaron todos los espacios, un fuerte viento frío levantaba la hojarasca y penetraba la piel dejando el rostro sonrojado, nubarrones grises atenuándose en negros circuncidaban en solemne procesión el cenit azul profundo e intermitentes relámpagos iluminaban la penumbra entre los árboles y rincones de la casa. Gototas de lluvia esporádicas caían precipitadamente, en la distancia las vainas de los árboles de Lara al conjuro del vendaval aumentaba el ruido de la precipitación del aguacero invernal, como oleadas invisibles estrellaban sobre el suelo sus aguas rocíando todos los espacios la lluvia de Octubre.

Chubasco que esta tarde vienes a aumentar mis dolores, desde donde llegaste para hacerme saber y sentir mi soledad, porque inclemente y caprichoso desatas tus fuerzas de la naturaleza sobre las casas de los mas infortunados, hacía un año el ataúd de mi padre franqueaba la sala de la casa, y durante meses sus puertas y ventanas se mantuvieron cerradas por un luto absurdo que nunca entendí, sino en el sentimiento interno de su ausencia. Y ahora vienes tempestad inmisericorde para hacerme saber de otros temores, ahora que no tengo sus brazos donde apoyarme para ampararme de tus empujes y arrogancia, para marcar en el tiempo un antes y un después de su partida, así el terror de la tormenta fragua mi carácter, borrasca que mi techo soslayaste del invierno aciago año de 1968.

Mama, Sara y yo, sentados sobre taburetes (sillas rusticas de madera y cuero) para evitar hierros y metales por los rayos –decía mamá- rezamos en circulo el Rosario, penitente devoción frente a una vela de la Candelaria para aligerar la tempestad y pasará sin daños, el ruido en el techo y su rumor en las ventanas, hace crujir la madera, viento y lluvia sumadas son fatales, las ramas de los árboles arrancan, las hojas trozan, sacando de raíz al árbol mas débil.

El patio esta empapado, pasó el vendaval funesto, las hojas decantan frías gotas de agua de lluvia, la angustia quedó hecho recuerdo, guardada en recelo para otros temporales, al tío Nicomedes preguntaría durante años ¿Serán nubes de chubasco tío? pretendiendo siempre la misma respuesta, -no, son nubes pasajeras-.Así somos todos en esta vida, pasajeros del tiempo montados en un espacio indetenible, infausto destino que nos asecha de las fuerzas naturales que algún día, cobraran en holocausto al hombre inicuo sus agravios.  

    
José Luis Reyes.

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