domingo, 29 de enero de 2012

Las Periches.

Les contaba ayer de “El Cristo” la casa de mi Tío Dimas y residencia de mi abuela Mamá Carmela, ubicada en la Calle 66 con avenida 8 Santa Rita de Maracaibo, pues bien, al lado de “El Cristo” estaba la casa del Padre Ríos Carvajal, pasando ésta ya hacia la calle 67 Cecilio Acosta la casa de “Las Periches” distinguidas señoritas de la época hermanas todas apellidadas Perich y muy especialmente quienes fueran entrañables amigas de mamá Ada y Lola Perich. 

Cuenta mamá, que una buena tarde encontrándose Ada, Lola y ella en el portón de “El Cristo” pasó por la avenida Santa Rita un grupo de hombres a caballo, entre ellos se distinguía un señor gordo que llamó la atención de las féminas, todas comentaron y rieron. Adivinen quién era ese señor, pues Pascual Reyes mi padre. Así comenzó un cortejo entre papá y mamá, papá en su flamante Chrysler último modelo y mamá la empleada en la Clínica Guadalupe de la calle Carabobo que lo esperaba todas las tardes a la salida de su trabajo.

Pero todo romance tiene sus incidencias, no podría ser de otra manera, sin drama la vida pierde sentido, mamá mucho más joven que papá, papá ya tenía cinco hijos en lista, y la hamaca guardada en el maletero del carro. Mamá Carmela le dijo a mamá un día -Carmen ese es gallo jugado en siete plazas- con lo cual quería advertirle sobre su oposición a esa relación, pero, siempre existen las confidentes, las cómplices, la amiga oportuna sin cuya intermediación las parejas pierden ese punto de apoyo tan necesario e impretermitible, Lola y Ada Perich, apoyaron no sólo a papá sino que llevaban y traían noticias de ambos bandos, hasta terminar cual alado cupido cumpliendo esa noble función de correveidiles. Más luego Mamá Carmela apreciaría con denuedo a papá hombre responsable, trabajador y sobre todo horrado a toda prueba.

Ada Perich, no solo sembró una profunda amistad con mamá, sino que también fue madrina de bautismo de Marcos Montiel Hernández, hijo de Tío Aurelio Montiel Fuenmayor y Soledad Hernández Ávila, el grupo de amigas de mamá paseaban los fines de semana con frecuencia al hato San Luis, de tal modo que esas raíces se hicieron perdurables en el tiempo, hasta que Ada casó y se marchó a la ciudad de Caracas.

Lola permaneció en Maracaibo, casó y se instaló en una quinta solariega en Los Haticos, popular sector de la ciudad de Maracaibo donde cultivó junto a su esposo una hermosa familia con muchos hijos apellidados Pirela Perich. Mamá se reencontró con Lola cuando nos mudamos a nuestra casa de la calle 103 en La Pomona, ya ambas sesentonas, tuve entonces la oportunidad de conocer a la legendaria amiga de mamá Lola Perich, para la época militante de las filas del Partido Social Demócrata Cristiano COPEI y líder extraordinaria, luchadora social siempre fue fiel a la persona del Dr. Rafael Caldera, Presidente de Venezuela, a quién conoció personalmente en sus visitas a Maracaibo.

José Luis Reyes.  

sábado, 28 de enero de 2012

Rayos X

En la actual y remodelada Calle Carabobo de Maracaibo, en el edificio del Acervo Histórico del Estado Zulia, funcionó durante muchos años (décadas del 1940-1950) la Clínica Guadalupe, mamá me contó que durante varios años fue empleada en el consultorio del Dr. Méndez Romero, como operaría de la maquina de Teletorax recibiendo el reconocimiento por la resolución visual de las radiografías tomadas a los pacientes.

Fueron años difíciles, mamá me contaba que en ese tiempo, el abuelo Papa Luis se encontraba bastante desgatado por la entrada de sus años, el Hato San Luis en consecuencia había decaído mucho, ya no se sembraba y los animales grandes habían sido robados, solo quedaban algunas aves de corral y ganado caprino, el monte xerófilo había invadido la majada del hato y la tierra fértil era presa fácil del fuego y la erosión de las lluvias al no trabajarse con la pala.

Sus hermanos se había dedicado a otras actividades en la ciudad de Maracaibo y habían dejado atrás su vida campesina, sólo tío Aurelio vivía en el Hato San Luis pero el sólo no podía mantener todo el trabajo que implicaba sostener una actividad agrícola de ese tipo, y decidió trabajar como empleado en el Orange Crush, además tenía que sostener a su esposa Soledad y sus hijos María, Maritza, Martha, Manuel y Marcos quienes nacieron en San Luis, luego nacería Marianela ya en Maracaibo.

Mamá estaba residenciada en “El Cristo” viejo, la antigua casona donde años más tarde “padrinito” mi Tío Dimas levantó una moderna quinta que siguió bajo el nombre de “El Cristo” en la esquina de la calle 66 con avenida 8 Santa Rita, pero en aquella vieja casona de “El Cristo” mi Tío Dimas había dado cobijo en Maracaibo a mis abuelos Papa Luis y Mamá Carmela, mi Tía Espíritu (Tía Negra) y a mamá quién todavía permanecía soltera. Mi abuelo se había trasladado a Maracaibo para tratarse sus dolencias dejando con todo el dolor de su alma la vida campesina que tanto amo, recuerdo que mamá me contaba como Papá Luis sentenciaba que la construcción de la carretera a El Mojan acabaría con el Campo. 

La casa “El Cristo” viejo, que Tío Dimas había adquirido con su trabajo y esfuerzo, vio morir al abuelo, quién se le puso tan inmenso su corazón que explotó, no en vano su amor por la tierra se le agolpó de un solo golpe y se lo llevó a la eternidad.

Hay un cuento de aquella vieja casa “El Cristo”, resulta que para la fecha que la adquiere mi Tío Dimas la casa estaba bastante deteriorada por el tiempo y la falta de mantenimiento, llego el invierno y con el las lluvias, aguaceros y chubascos que en Maracaibo son bien feos, el caso es que primero escampaba afuera que adentro, y en una ocasión los viejos abuelos y mis tíos Dimas y Espíritu incluyendo a mamá tuvieron que pararse y recostarse  a las paredes  para evitar de algún modo mojarse con las goteras del techo, ante tal incomoda situación Mamá Carmela –muy ocurrente- dijo …”Dimas mijo, vos no habéis comprao una casa sino un colador….” Cuenta mamá que mi Tío Dimas por el sentimiento del momento se le saltaron las lagrimas, no pasaría mucho tiempo cuando se levantó tremenda quinta “El Cristo” nuevo, en ese mismo lugar del viejo “El Cristo” orgullo de todo los Montieles quienes solían reunirse todas las navidades y año nuevo alrededor de la abuela Mamá Carmela.

Después les echaré el cuento de cuando mamá conoció a papá. Allí mismo en “El Cristo” viejo.

José Luis Reyes Montiel.

domingo, 22 de enero de 2012

La Piedra de Moler


Piedra para machacar aderezos.
Detrás de la cocina, justo al lado lado de la puerta del fondo de la casa, estaba colocada una piedra grande de río, en su centro, los años de uso, surcaron una concavidad hecha por el desgaste de tanto machacar; mamá decía que esa piedra era del Hato San Luis, la  vieja piedra de moler, majar, machacar, triturar, pulverizar, diferentes a las de amolar que era otro tipo de piedra propia para afilar o afinar machetes y cuchillos.
La vieja piedra de moler, había trascendido generaciones de comensales, sacándole a las entrañas de la tierra del Hato fsmiliar, el sustento diario, por el pasto de la Majada en leche y carne; por su huerto en vegetales, hortalizas y frutos, sea para consumo propio como para su venta en el Mercado Principal de Maracaibo.  
¿Quién no conocía a Don Luis Montiel Villalobos y al Hato San Luis? Papá Luis y Mamá Carmela, el patriarcado de los Montiel Fuenmayor, Sánchez Montiel, Briñez Montieles, Montieles Ferrer, Montiel Hernández y Reyes Montiel.
De aquella mañana, yo un carajito miron, recuerdo, eran como las once del día. de un soleado mes del año de 1968, las manos de mamá, juntan sobre la concavidad de la piedra la Sal, luego los granos de Pimienta y Achote y sobre estos unos dientes de Ajo, entre sus dedos los granos de pimienta y achote se resisten cayéndose de la piedra, con destreza machaca entre piedras, la Sal afloja los ajos y una sustancia aromática impregna el ambiente, los machaca con otra piedra mas pequeña alargada y ovalada, contra la grande, aplastando los granos de pimienta, achote y sal con la sustancia del ajo; aquella pasta resultante recibe el nombre de adobo, ideal para toda carne, sea vacuna, porcina, aves o pescado y que constituía ese aderezo, la base primigenia de todo guiso criollo.
Son las doce y pico, desde el patio percibo el olor de la cocina, y mi apetito cruje en mi panza, en la cocina sobre la mesa del comedor en un plato mamá me sirve el almuerzo, un plátano verde, arroz blanco y una suculentacarne mechada sazonada con el mágico aderezo, momentos de gloria dan su gustoso al paladar, la combinación con los blancos granos de arroz y el plátano enaltece la carne, son sabores de patria, sabores de abuelos, de tíos, de papá de mamá, de risas entre hermanos, de la tertulia de familiares y amigos, también del silencio de la siesta a las tres de la tarde, cuando el mañana era una ilusión y el presente una fantasía, y el pasado un pensamiento.

JLReyesMontiel