viernes, 26 de enero de 2024

El Zorrocloco.

Palabras de palabras que uno ingenua y aparentemente inventa, sin embargo, por algo ancestral de nuestro inconsciente colectivo emergen espontáneas, desconociendo el hecho cierto de su existencia, es el caso de la expresión “Zorrocloco” la cual empleo para algo hediondo o que mal huele, como las habitaciones mucho tiempo cerradas o descuidadas en su limpieza, también para los calzados mal olientes de pies mal aseados.

Sorpresa la mía, cuando cibernavegando dícese el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Zorrocloco 1. Nombre masculino coloquial. Hombre tardo en sus acciones y que parece bobo, pero que no se descuida en su utilidad y provecho. 2. Nombre masculino coloquial. Gesto exagerado y fingido de afecto.

Es decir, un Zorrocloco es un rolo e’vivo que se hace el pendejo, por una parte y por la otra, un Zorrocloco es el gesto de aprecio de un muérgano hipócrita, así llanamente sin mayores descripciones, nada tiene que ver semánticamente con el mal uso que yo le brindaba a esa palabra, quizás de alguna manera la relacionaba con el Zorrillo o Mapurite nuestro, que al verse amenazado lanza por su parte trasera un líquido nauseabundo e irritante, proveniente de una glándula hormonal que la naturaleza le proporcionó para defensa de sus depredadores.


Mapurite de Venezuela

A todo evento seguiré empleando el dicho zorrocloco, es más disimulado expresarlo de ese modo que decirle a una persona te hieden los pies, o huele mal tu habitación; en una ocasión un vecino abrió la puerta de su apartamento y me saltó decir -puro zorrocloco, el amigo me miró preguntando ¿Zorro qué? -No nada que ver… Le contesté.

Cuando se trata de familiares si les digo -Tenéis las patas puro zorrocloco, y se echan a reír, de tal modo todos contentos con el asunto del zorrocloco y en eso queda todo, tratándose la gente su problema de sus patas hediondas.

Recuerden que es éste un relato informal, y en el uso del lenguaje trato de ser lo más coloquialmente posible, entendiendo que no son patas sino pies, pues patas tienen los animales, pero, éste es un Libro de Apuntes familiar, y también de voces y modismo criollos e hispanos, y muy lejos de refinamientos y complejos dialécticos, pues me encanta el uso de ese bendecido Castellano nuestro y Maracaibero, enriquecido por todos los dialectos regionales que la madre España con su español oficial nos ha regalado, que junto a los modismos propios provenientes de toda América, le han proporcionado al Mundo Hispano hablante su amplio registro en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Por cierto, el refranero de mis tíos viejos de antes, que no se escapa a la ocurrencia oportuna de la frase jocosa, dícese: “Mapurite sabe a quién pea” queriendo aconsejar que uno debe saber dónde y cómo comportarse en determinadas situaciones sociales.

Ajo, además desintóxica, regula la tensión sanguinea
y facilita la circulación de la sangre al limpiar nuestras 
arterias y venas de grasa acumulada en sus paredes.

Hay también sentencias nobles y ceñudas, como aquella referente al “Ajo” y su incómodo olor: “Como el Ajo puede de la muerte salvar, su hediondo aliento convendrá soportar, y no como algún sabio su virtud desdeñar”. Nadie puede desestimar los méritos medicinales del valioso vegetal, propio del género Allium que, al lado de la Cebolla, el Cebollín de Verdeo y el Puerro o Ajo Porro como lo conocemos en el Zulia, igualmente inhalan sus fuertes alientos y humores a quién bien los consume, pero también consagran sus fuentes naturales de sanación a nuestra salud.

JL Reyes Montiel.








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