sábado, 20 de diciembre de 2014

La Castro.

Esquina de la calle "El Recreo"
En la esquina de la calle “El Recreo” del populoso sector Las Veritas de Maracaibo, al lado de la vieja Escuela Jorge Washington, muchos años atrás en esa casa existió un local donde funcionó una molienda, que adopto como propio el nombre de la calle “Molienda El Recreo”.

Esa molienda era de mi difunto padre Pascual Reyes Albornoz, al igual que la molienda “La India” en la calle Casanova de “El Empedrao”, ambas por años muy prósperos negocios, para quienes no conocieron lo que fueron nuestras moliendas, éstas expedían al consumidor el maíz pilado, en una época en la que no existía la actual Harina de Maíz Precocida y sus marcas mercantiles; a diario las moliendas pilaban y amasaban el maíz de las Arepas, Empanadas y Mandocas de cada día; entre otros productos hechos de esta manera artesanal, café molido y pasta de Harina de Trigo, llamada Cabellos de Ángel.

Las moliendas entonces tenían una maquinaria algo estrepitosa, sus motores hacían girar largas correas que movían a su vez grandes poleas y engranajes, poniendo a operar una serie de maquinarias especializada en determinados y derivados productos de maíz, trigo y café. Gilberto mi hermano debe su sordera a su trabajo comercializando a diario estos productos, mientras Miguel se encargaba de la distribución en el camioncito de la empresa.


"Molienda" para pilar maíz en grano,
el grano bueno cernido se apartaba y
separaba del malo que se hacia piquitos
para alimento animal. .
Años después, las moliendas ya habían  desaparecido del entorno citadino de la bucólica Maracaibo de entonces, las harinas precocidas aventajaron comercialmente a las piladas, y en el año 1967, papá se nos fue celestialmente, al faltar la figura paterna dicha casa de la calle “El Recreo” fue invadida por gente de no muy buenas pulgas, entre ellas una señora muy alta, de piel negra negrita y pelo malo enrollaito, fumaba constantemente un cabito de tabaco, el cual del mismo modo que prendía apagaba y volvía a prender, y para llamarme más la atención de muchacho, de vez en cuando se metía el lado encendido hacia dentro de su boca, dejándolo ahí un buen rato.

¿Cómo conocí a esa señora? Mamá tuvo noticias de la ocupación de esa propiedad de mi padre y fue hasta el lugar para constatar el hecho, y por supuesto yo iba al ristre de mamá acompañándola, el caso fue que, nos llevamos tremenda mala impresión del mal estado y como tenía el inmueble, había abierto un boquete por donde se había metido desde la casa aledaña, y en ese patio al pie de un arbusto de Limón tenia amarrado en su tronco unos gatos pequeños de color negro, una gata recién parida los trataba de amamantar y aquellos con sus desgarbados cuerpos se disputaban la leche ausente del huesudo cuerpo de la gata.

Arquitectura urbana
típica de Maracaibo
En el local, donde años atrás funcionó la molienda, rodeado por el olor de aguas detenidas desde las cañerías, un señor larguirucho y enclenque fumaba un largo Viceroy (cigarrillo de moda en los 1960 y pico) disputando su larga y aguileña nariz la medida del susodicho cigarrillo, de camisa blanca manga larga cuyo cuello y empuñaduras sucias denotaban el descuido en su aseo personal, sentado con sus piernas cruzadas sobre una silla de barbero ante un enmohecido espejo, donde ofrecía al transeúnte sus servicios de corte de cabello, aunque durante el tiempo que estuvimos no llego el primero, se miraba constantemente en el destartalado espejo y se peinaba de rato en rato, mientras hablaba justificándose, quejándose de su mala situación económica y falta de trabajo.

Queda este recuerdo desde infante, de aquella lánguida y tenebrosa tarde tempestuosa, de ñapa cayo tremendo aguacero con ventisca, rayos, truenos y centellas, que tuvimos que pasarlo guarnecidos bajo el viejo techo, colmado de goteras, desde el patio los gaticos amarrados en el limonero maullaban queriendo escapar de la lluvia, un radio de los grandes de antes, sonaba la canción de moda con las Cuatro Monedas, …buena suerte, poco a poco a mi manera… al marcharnos la señora se despidió con su enrevesado acento diciendo -Bienvenida Castro a su orden- seréis vos bienvenida porque -ni malvenido vengo- pensé. Dejamos mamá y yo, como quién dice el pelero, no volvimos más nunca, esa casa más luego formó parte de la herencia de papá y sucesoralmente se resolvió su tenencia, gracias a Dios.



Jose Luis Reyes Montiel.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Iconología de la Navidad.

El Pesebre de San Francisco.
Contaba en estos días, algunas de mis impresiones de esta época decembrina, mes de navidad y año nuevo, sobre todo por la navidad, cuando celebramos el nacimiento de nuestro Señor Jesús de Nazaret, en la pequeña ciudad de Belén, el 25 de Diciembre de cada año, así lo conmemora la iglesia Católica, la Anglicana, algunas Protestantes, la Ortodoxa salvo la Ortodoxa Rusa la de Jerusalén, las cuales festejan el 7 de Enero, pues no se sometieron  al nuevo Calendario del Papa Gregorio XIII, llamado Calendario Gregoriano en el año 1582 D.C., el cual reformó al Calendario Juliano vigente desde el año 46 D.C.

Papa Gregorio XIII
artífice de la reforma calendaría
hasta ahora vigente.
Las modificaciones de los calendarios surgen como una necesidad de adaptar el año civil al año de la liturgia eclesiástica, y esencialmente corregir los desajustes en la medición del tiempo ocasionadas por los movimientos de la rotación de la Tierra en su propio eje y su traslación alrededor del Sol, aunado a la influencia gravitacional de la Luna, ocasionando el llamado año bisiesto cada cuatro años según el Calendario Juliano, el Calendario Gregoriano estableció la duración del año en 365 días, siendo los años bisiestos con 366 días, esa es la diferencia básica y fundamental, para no profundizar en las escabrosas aguas de cifras y cálculos matemáticos; el asunto es mucho más simple, lo importante sea marzo, enero o diciembre, lo relevante es conmemorar el nacimiento de Cristo Jesús, Señor Nuestro y el significado de la Natividad en el mundo Cristiano, fe y esperanza de toda la humanidad.

Los Reyes Magos y sus regalos, en todo caso
sería mas apropiado entregar los regalos
del 6 al 7 de enero después de las doce,
como regalo de día de Reyes a los niños
y en conmemoración de los regalos oro, incienso y mirra
al Niño y Unigénito de Dios,
piensen en el  Niño Jesús cargando todos aquellos obsequios para los niños del Mundo entero,
en cambio los Reyes Magos tenían sus Camellos.

Hago esta reseña documental porque la fiesta de navidad siempre me causo una serie de conjeturas, quizás a otras personas no, pues no se detuvieron tanto en pensar el asunto, pero sé que muchos si sintieron curiosidad  por despejar sus inquietudes, una de las primeras la noche del 24 de Diciembre, la tan esperada noche buena, uno cuando infante vivía con la ilusión de irse a dormir después de las 12 de esa noche para despertar al día siguiente 25 con los regalos del Niño Jesús, como decían nuestros padres con toda reverencia y tradición ancestral, mientras uno feliz por inocencia así lo esperaba; muy a pesar de toda aquella publicidad televisada con Santa Claus, su trineo lleno de regalos y sus venaditos tirando del trineo.

Icono navideño de zonas templadas,en nada congruente con
nuestro cálido trópico y los regalos que nos trae el Niño Jesús.

Es el caso, yo cuando carajito viví tremenda confusión iconológica de la navidad, no sé si me doy a explicar bien o si me entienden y comprenden lo que quiero expresar; por una parte nuestras Hallacas, el Mondongo, la Macarronada y el Majarete acompañado con su dulce de Piña con Lechosa, el Niño Jesús en el Pesebre, o solo como lo adornaban y colocaban en la sala de “El Cristo” la casa de Mamá Carmela, papá llegando a casa aquella noche cargado de sorpresas, mamá calentándole las hayacas, la muchachada corriendo, los patines bullangueros en la calle, los cohetes, todo un escenario aquel de tradición y fiesta navideña vernácula; mientras por otra parte la televisión presentaba sus comerciales con sus sombreritos de “Santa” rojos y puntiagudos con su borlita blanca, con la nieve cayendo del cielo y sus casitas tapiadas de blanco invernal,  sobre todo con sus bosques de pinos sus arbolitos con bombillitos multicolores y las mediecitas en el dintel de sus chimeneas, donde “Santa” le acomodara sus golosinas.

Mi Tio Dimas era todo un experto preparando Mondongo,
era el plato central en navidad por la gran cantidad de visitantes
familiares en torno a la mesa junto a la abuela centenaria Mamá Carmela.
La Ensalada de Gallina especialidad de mi Tía Espíritu Santo
infaltable en la mesa de nuestra navidad familiar.
La Hallaca de Puerco, Tío Dimas las traía del Frigorífico "Cruz Méndez"
donde era empleado vendedor en el Mercado Principal de Maracaibo.

Nadie, entonces me explico ni hablo que eso es transculturización, es decir, algo tan incongruente como un guajiro festejando Halloween, ese es el asunto, nuestros padres siempre nos dijeron que era el Niño Jesús, quién nos traía los regalos, que Santa Claus era un muñeco, y hasta ahora la tradición se conserva, Dios salve nuestra Bendita Navidad con Jesús como protagonista y centro de celebración, enmaracada dentro de las tradiciones venezolanas.

Una bebida típica de nuestro país
a base de Ron, Leche y huevos
como aperitivo a la cena de navidad
y año nuevo también. 
Sin embargo, ya se está omitiendo la palabra navidad y fin de año, y los esnobistas publicitarios y fantoches hablan de celebración de éstas "fiestas" dicen con pusilánime acento –felices fiestas- esos mismos que le quitan los acentos a Martín por Martin, Simón por Simon, Héctor por Hector, José por Jose, y viven en mente y alma en Disneylandia.

La navidad, es algo más excelso, es una expresión romance del castellano proveniente del sacro idioma Latín, “NATIVITAS” es decir -nacimiento- temporada festiva igualmente conocida como –Pascua de Natividad- junto con la Pascua de Resurrección y Pentecostés, una de las festividades centrales del Cristianismo. Los anglosajones emplean el término Christmas que significa –Misa de Cristo- los alemanes celebran la -Noche de Bendición- o Weihnachten, la fiesta de navidad tiene por motivo central el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios.

Por eso mientras exista la gaita, tendremos navidad nuestra, pura y excelsa, mientras cocinemos para la cena de noche buena, hallacas, mondongo, ensalada de gallina, y nuestros postres sean el majarete con dulce de piña o lechosa al papelón, tendremos navidad, seguiremos esperando cada año para darnos el abrazo fraternal que nos iguala como nación, como país, a pesar de nosotros mismos, nuestra Venezuela prevalecerá.

JLReyesMontiel.






  

domingo, 30 de noviembre de 2014

Cántame una gaita.

El último mes del año, Diciembre, por los años 1.960 entonces infantes, para llegar a esta fecha se nos hacía largo el tiempo, con la ilusión de los regalos del niño Jesús, después de vacaciones de agosto llegaba septiembre comienzo de temporada escolar, octubre con sus lluvias, noviembre con su feria de la Chiquinquirá en la avenida 5 de julio y luego vacaciones de navidad y año nuevo.

"Cuando llega navidad
salen los patinadores"
La Navidad tenía su prologo en Noviembre con la feria, con el run run de los patinadores, algunos bajaban desde 5 de Julio (Calle 77) por toda la avenida 13, pasando la muchachada patinadora en grandes grupos formando una caravana, desfilando al lado de mi casa en la esquina de la calle 69A, llegando hasta Cecilio Acosta (Calle 67), donde giraban hacia Bella Vista, explotando cohetes, recamaras y tumba ranchos; algunos con sus patines que con el roce del pavimento echaban chorros de chispas acentuando el paso de sus patines, era todo un verdadero espectáculo.

Cuando íbamos Mamá, Sara y yo, a visitar a la abuela Mamá Carmela en su residencia "El Cristo" en la avenida Santa Rita, por entre las calles desde una que otra casa se dejaba escuchar la charrasca sonora, los tambores y furros bullangueros, con sus cantares de nuestra gaita zuliana, las familias se reunían a conversar en los pórticos de sus casas, las parejas en su noviazgo hacían el cebo, mirándose, sentados en el enlosado o desde algún mueble de la sala, mientras los niños correteaban en los patios jugando entre las sombras de la noche al escondido; todo aquel ambiente festivo aunado a la brisa fresca de Diciembre se confabulaba para sentir que Diciembre era el mejor mes del año, era la cumbre de todo un año de estudios.

"La piqueta" y Oscar Garcia cubriendo
la noticia, de haber sabido esa vaina
en su momento, no cubre ese acto.
El maestro Garrido lo  apodaba "Ventarrón" 
Relato esto, recordando en estos días una gaita del conjunto “Saladillo” en la voz de “La Voz” también llamado el “Látigo de la Gaita” Don German Ávila, -Hoy todo en ruinas, así sencillo, ya la Basílica queda sola en el Saladillo, Señor. Mudo testigo de aquella generación, con gran dolor, dando paso al futuro, porque allá entre viejos muros la gaita nació. Y si salgo caminando a ver que recuerdos cojo sólo me encuentro despojos de lo que van derribando-  hermosa y sentida gaita compuesta por nuestro poeta gaitero Rafael Rodríguez. 

Por cierto, ambos los conocí personalmente, al Negro Rodríguez, por allá en 1.980, en Radio Selecta en el programa “Sobre la Misma Tierra” bajo la dirección del colega Ángel Martínez y el patrocinio de la Asociación Cultural Rómulo Gallegos, lo entrevisté y se dejaron escuchar varios de sus temas gaiteros; y a Don Germán Ávila, en el otrora Ministerio de Hacienda, en su sede del edificio Regional (City Bank) en la avenida 5 de Julio de Maracaibo, donde mataba sus tigritos en la gestión de trámites fiscales, de ese encuentro me quedo el siguiente anécdota, yo estaba recién graduao de abogado (1987) esperando que abrieran las oficinas del Ministerio de Hacienda para solicitar unas declaraciones previas de ventas  inmobiliarias, enflusao con mi flamante maletín de cuero en mano, que me compre a crédito, paradito en la cola delante de mi estaba Don Germán Ávila, como dicen por ahí: "Los burros de un mismo pelo cuando se ven se saludan" como ambos éramos gorditos, nos saludos en fino maracucho y echamos el tradicional clamor:  –Que molleja de calor, al rato me dice él –Que fue vos no me reconocéis,  yo le contesté -disculpe hermano en verdad no le conozco, yo soy el “Látigo”, -¿Cómo? le pregunté, me dijo -El “Látigo de la Gaita”- entonces comprendí y le dije  -Ah! Usted es gaitero,  me confirmó -Si yo soy “La Voz”, -¿de cuál conjunto?, le repliqué, entonces me dijo -Chico yo he cantado con varias grupos en mi haber, desde el Saladillo, ve que cresta, ¿Es que vos nos sois maracucho?,  y le dije -Vertica tígre!- discúlpame cántame una de tus gaitas, y precisamente me interpreto “Gaita entre ruinas” in comento, del bombazo al escuchar semejante tono alto de su singular voz y recordarlo, inmediatamente me disculpé, -disculpe mi maestro, claro que lo he escuchado, claro que sí,  gracias por darme el honor de conocerlo.

La demolición de la memoria urbana de Maracaibo.

Siempre se ha dicho que todo tiempo pasado fue mejor, quizás sí o no, todo es según el cristal con el cual se mire, pero de lo que no queda duda, es que añorar no cuesta nada y guarda cuanto le consagra el sentimiento de lo vivido, más si estuvimos en ese presente glorioso  de estrechas calles y altos enlosados, casas elevadas de multicolores aceites, con grandes ventanales y puertas, refrescándose con el viento lacustre, dejando emanar desde dentro y hacia sus aceras el íntimo y ancestral olor de sus techos de mangle y caña brava, corredores y patios internos.

Calle Carabobo remodelada por el C.R.U. Centro Rafael Urdaneta.

La Maracaibo que yo viví de niño, tenía esa razón para amarla y quererla, pues regalaba desde sus plazas, iglesias y calles, toda la gracia, toda la bondad, todo aquel sentir familiar de sus gentes, la amistad y solidaridad de un pueblo definido y arraigado, que hablaba de vos y saludaba ¿Cómo estáis?, que si tenías con que pagar pagabas, sino te anotaban en la tienda en sus tarjas y donde los precios permanecían inmóviles, como en la noche las estrellas en el cielo, una kilo de queso ahora mañana y siempre a Bs. 0,50  un real, una caja de fósforos una locha, hasta había una canción que cantaba Nancy Ramos –tu no cambiarás eres como el precio de los fósforos- mientras hoy la ciudad es ora cosa y lo que es evidente no merece mayores explicaciones.


Por eso tarareaba en mi mente “Gaita entre ruinas” porque es necesario reescribir una gaita pero entre la decidía urbana, porque no me gusta el papel de adornar la palabra dura, perfumando ruina, desperdicios y decidía gubernamental, pero la vena poética de nuestros cantores y poetas es grande, como grande el arraigo por la tierra, parafraseando a Andrés Eloy Blanco –la patria, ese pedazo de tierra y ese pedazo de cielo, la tierra y el cielo donde nacimos y bajo el cual queremos morir- por eso, hoy como ayer cántame una gaita hermano que ya llego navidad, yo no quiero soledad en el alma del Zuliano.

José Luis Reyes Montiel.






domingo, 21 de septiembre de 2014

El Tango es vida o la vida es un tango.

Maestro Astor Piazzola
fiel interprete del tango en su  Bandoneón.
Un aspecto del tango como género musical es su carácter pasional, dramático y existencial, las letras de sus canciones son vivencias del hombre común, de la gente en la calle, en el melodrama  diario, en los buenos momentos van aparejados los malos también, es como una secuencia de la fatalidad humana, es una escena permanente entre la tristeza y la felicidad.

Para mi el tango es una música entrañable, así me lo mostró mi madre en sus tantos buenos momentos de grata conversanción sobre Gardel y escuchando sus canciones, ella eterna fanática de su canto, hilaba los recuerdos de  juventud desde su silla mientras discernía sobre las letras de sus canciones y me aconsejaba, verdaderas clases presenciales para vivir, diría ahora, apoyada en los diversos temas gardelianos.

Charles Romuald Gardes  - Carlos Gardel
Nació en la ciudad de Toulouse Francia.
Alguien dijo, debe ser un filósofo, que la vida es dialéctica existencial, risa y llanto, alegría y tristeza, odio y amor, guerra y paz, de acuerdo; pero si hablamos de la dialéctica existencial, y mientras existimos cada segundo de la vida, si el tango es vida, concluimos que el tango también tiene su propia dialéctica en virtud de ser una expresión de la presencia humana.

El tango como género musical no podría haber existido sin el drama humano, y como tal es una representación en su contenido del hombre y de la  mujer de estas últimas dos centurias, por eso su baile es tan erótico y sensual, y sus letras son tan trágicas.

Pero el tango también tiene un aspecto nacionalista, pero no exiguo de mentes estrechas, el tango es continental, es clásicamente suramericano, ojo no sudamericano, suramericano, para todos nuestros hermanos meridionales, un pretexto para sentirnos unidos en un género musical que dejo de ser argentino para convertirse en la expresión de un continente en su momento histórico y  cuando más falta hizo para mantener la cohesión nacional de Latinoamérica.

El niño Gardes.
El tango en los años 1930, fue la expresión musical del momento que preservo la identidad de nuestros pueblos hispano americanos, el zorzal criollo Carlos Gardel fue el prototipo del hombre latinoamericano cuando sobre nuestro continente se cernían las garras del totalitarismo europeo, por una parte y por la otra, del expansionismo norteamericano.

Tal cual lo hizo el bolero en los años 1940-1950, y la salsa en los años 1960-1970, gracias a Dios nuestros pueblos han generado sus propias expresiones musicales de sentir, percibir, gozar y porque no llorar su existencia; entonces la vida es un bolero y también es salsa y guaracha.

Un loco dijo, -olvídate del tango que ya Gardel murió- yo pienso que sí, aunque resguardando los nuevos valores del tango argentino y son muy buenos, solo por nombrar uno Astor Piazzola y su bandoneón; el tango cohesionó la idiosincrasia latinoamericana, nos dio un escenario y un ritmo para marcar todo la primera mitad del siglo XX, con sus férreas dictaduras, luego vendrían nuevos escenarios menos represivos aunque más disimulados, pero al fin opresivos.

Mientras el tiempo pasa, y así las modas y sus autores, la muerte se llevó a Gardel, como a tantos otros, pero no se llevó ni su canto ni el contenido de sus mensajes, quedaron en las millares de grabaciones y ahora con su digitalización eternizados para toda la humanidad, como una muestra de un momento de su espacio y de su tiempo, con una narrativa musical propia de nuestro ser latinoamericano.



José Luis Reyes Montiel.

domingo, 14 de septiembre de 2014

La Escuelita de la maestra Nelva.

En la calle 70 antes llamada “El Chimborazo” con la avenida 14 del sector Tierra Negra de Maracaibo, estaba la Escuela “Los Angelitos” en todo el centro de la cuadra de casas, hacia su extremo Este esta la esquina del Abastos Quintero, cuyo cuento del señor Gabriel ya les comenté.

Papá, mamá, Sara y yo, nos residenciamos en ese sector en el año 1965, entre la calle 69A y la avenida 13, en la casa que otrora fuese un Hato y que a mediados de los años 1940 papá lo alquiló para actividades comerciales, depósito y estacionamiento de camiones, luego ya para la década de los años 1950 y primera mitad del los años 1960, la casa por poseer un amplio terreno fue arrendado para oficinas y deposito del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de la administración central.

Típica ventana marabina con
su postigo abierto y balaustrada de protección.  
Para esos años, en esa misma esquina y formando parte del inmueble se encontraba una tienda o abastos, alquilado por papá al señor Jorge Segundo Sánchez Ferrer, mi tío político casado con mi Tía Mercedes Montiel Fuenmayor, detrás de la tienda estaba una casita residencia de “tío Segundo y tía Mercedes” como le conocíamos en la familia.

Caprichos del tiempo y de la dialéctica existencial, Geramel el hijo de mis tíos mí primo, se crío en esa tienda, como su dependiente, ayudando a su padre mi tío “Segundo” en los quehaceres del negocio, acomodando gaseosas y cervezas en la refrigeradora, surtiendo de víveres y mercancías el local y atendiendo a la clientela, aprendiendo el oficio de comerciante que le valió ser en el futuro propietario de la Distribuidora GERSAN, C.A. una de las firmas mas reconocidas en el occidente venezolano, durante sus buenos tiempos de los años 1970, 1980 , 1990 y 2000, cuatro décadas de trabajo en el ramo de repuestos automotrices. Geramel Sánchez Montiel, con la distancia de los años, quién es mi suegro hoy día, padre de mi esposa Mercedes Sánchez Ochoa, madre de mis hijos Carmen Mercedes, Elías José y Ezequiel Simón Reyes Sánchez.

Parroquia Olegario Villalobos, al cual pertenece el sector Tierra Negra,
hasta los años 1940 Maracaibo como urbe llegaba a la esquina de la calle 5 de Julio
con la avenida Las Delicias, donde estaba la estación de servicios "El Control"
sitio donde se tomaba el autobús vía Santa Cruz de Mara y San Rafael del Moján.

En la tramoya de este cuento, el sector Tierra Negra, así curiosamente denominado, luego de ser una barriada popular se levanto como sector residencial con amplísimas calles y avenidas; recuerdo que para el momento de nuestra llegada (1965), aún se conservaba un asentamiento guajiro con sus casitas de tablas, se encontraba en la esquina diagonal a nuestra casa, ahí la matrona wayuu señora Natalia, la china Natalia como le llamaban, amiga de mi padre, criaba chivos y sembraba yuca y plátanos, recuerdo que papá solía comprarle carne salada de carnero la cual llamaban “cecina” que mamá le preparaba en Coco, acompañada con Arroz blanco al ajo y su respectivo e infaltable plátano maduro.

Esquina llamada “El Control” entre las actual calle 77 (5 de Julio) y avenida 15 (Las Delicias) ahí se encontraba una vieja estación de servicio de gasolina y expendedora de víveres, hielo, refrescos y licores, entre otras mercaderías, esta foto es más reciente hacía 1960, pero antes era el extremo más al norte de Maracaibo, luego todo era monte, una trilla que llegaba hasta los hatos en los suburbios de la ciudad.

Pasando la calle vivían la Jorobada, María la Tuerta y las Cabras Viejas, populares vecinas del sector siempre atentas al entrar y salir de los vecinos colindantes, hacía la avenida 13 estaba la moderna quinta de “Las Martínez” y antes de ésta la casa de Apolonia Sánchez Montiel de Olivares, hija de tío Segundo y tía Mercedes, y al lado la casa de los Olivares Nava, el señor Eugenio, y sus hijos Minerva, “Reyito” y el otro que no me acuerdo.

Otro personaje del sector, era el primo Jairo Rodríguez, al menos eso decía éramos nosotros de él, pues invocaba su parentesco no muy claro por la rama familiar de los Reyes, Jairo era hijo de la señora Josefina Nava, que vivía en una casa rodeada de enormes matas de Níspero y Mangos, el primo Jairo Rodríguez, sin duda todo un intelectual, conversaba con propiedad, uno de esos bachilleres bien formados de la vieja guardia, además de ejecutar con soltura el piano, interpretando a grandes maestros de la música clásica, yo personalmente siendo niño disfrute de su conversación y especialmente de sus veladas al piano pues cuando empezaba no encontraba fin, uno de esos personajes marabinos al abrigo de su honradez con una amplia cultura, vestía siempre con su pantalón oscuro, correa al cinto, camisa blanca manga larga con sus yuntas de oro y su corbata elegantemente ceñida con un pisa corbata de oro. Murió joven, al delirio de su epilepsia.

En ese bucólico ambiente, terminé de pasar mi infancia y primeros años juveniles, ya no estaban las chozas wayuu, y en su lugar se construyeron viviendas unifamiliares, y los nombres de las avenidas y calles del sector cambiaron sus históricos nombres por una impersonal nomenclatura, solo quedó en el recuerdo la popular avenida Campo Elías, como la avenida 11 que empieza en la entrada de Cecilio Acosta (Calle 67) y termina en la calle 79 (Dr. Quintero Luzardo) pasando por la calle 78 (Dr. Portillo).

En aquellos soleados pero frescos días de 1.966, llego el momento de comenzar mi conocimiento de las letras y aprender a leer, instante terrible para todo infante al separarse del regazo familiar, simplemente yo no quería ir a la escuela, estaba rebelde, a tal extremo que cuando papá me dejó en la escuelita de la maestra Nelva, barajusté corriendo detrás del carro de papá gritando como loco y llorando, papá querendón me llevo de regreso a casa, pero mamá se compuso con la maestra Nelva, y me tocaron mi punto débil, en la escuelita preparaban unos polos de Quley (Kool-Aid) ese día mamá conversaba con la maestra Nelva mientras yo consumía el saborizado helado, mientras escuchaba desde un viejo y enorme radio de madera el éxito del momento, Mi Limón Limonero en la voz del negro Henry Stephen (1.966), sentado en una poltrona de la sala de la escuelita, cuando terminé busqué a mamá, no estaba por todo el lugar, y ante la muchachada no tuve alternativa sino quedarme quietecito y echarle pichón al asunto este de la escuela, sus letras y sus dictados.

Yo era muy gordito, luego haciendo deporte en la Universidad perdí muchos kilos y ahora estoy otra vez muy gordito, el caso fue entonces, también había el llamado bulling escolar, algunos carajitos no todos, se burlaban de mi, hasta que un buen día para mí, muy mal día para ellos, les eche una lavativa durante el recreo, en el fondo del patio de la escuelita estaba tirado un tronco seco, debajo del cual se anidaban todo tipo de bicho rastrero, entonces rete a los entrometidos y abusadores carajitos llevándolos hasta el sitio, como yo desde niño siempre fui fuerte les dije -a que no pueden levantar ese tronco- nadie pudo, entonces yo de antemano y con alevosía lo removí y la cucarachamentazón que estaba escondida debajo del tronco salio aleteando por millares, espantando a los malosos carajitos que ya me tenían frito con su mamazón de gallo, esos chamos no se metieron mas conmigo.

Paladeando los polos de Quley de la escuelita de la maestra Nelva, a la mano del cuaderno Caribe, mi lápiz Mongol y una tablilla de madera donde mamá me escribió las vocales y las consonantes, pasó aquel año de escuelita, cuando aprendí las primeras letras, lo más difícil fue aprender a leer y escribir, todo lo demás se aprende pensando.

José Luis Reyes Montiel.








sábado, 30 de agosto de 2014

¿Qué le pasó a Kabuki?

"TODOS" de 5 de julio frente a Sears Maracaibo
(Dale Click para engrandecer las fotos y detallar).
Sobre centros comerciales, fuentes de soda, cafés y restaurantes, Maracaibo fue y es una ciudad cosmopolita, con sus marcadas diferencias del ayer romántico y clásico, pero abierta, hoy  glamorosa, pero cerrada, en la nota anterior conversamos sobre esos aspectos; sin embargo la ciudad por su gente y por ser una metrópoli portuaria, nunca ha escapado a su cosmopolitismo urbano.

Hoy una variedad de comercios le compiten al glorioso ayer de la ciudad, una hegemonía arquitectónica propia, en 1977 “Costa Verde” inauguró el nuevo Mall maracaibero,  quedando las referencias constructivas de los locales abiertos del Todos (5 de Julio y Bella Vista), Villa Inés (Bella Vista), Don Matías (Calle 76 con Bella Vista), Las Mercedes (Enfrente de la iglesia del mismo nombre en Bella Vista).

Esas joyas emblemáticas de nuestra ciudad se niegan a morir en su pasado, son iconos arquitectónicos de una urbe con características tan peculiares como lo son los del hábitat marabino, por su clima y geografía, adaptados totalmente al medio, nos identifican y conectan al ciudadano con su ciudad, creando de alguna manera esas referencias que lo involucran en su pasado y lo proyectan hacia su futuro.

Edificio sede de la Sub Oil National Petroleum,
luego de Enelven y hoy de Corpoelec.
Tristemente veo como una Estación de Servicio como la American Bar, a medio demoler, padece entre mugre, ratas, perros callejeros y huele pegas, los embates del tiempo y el abandono. Otro caso es el del pequeño Centro Comercial donde estaba Café Kabuki, está rodeado de latas de zinc, esperando ¿Ser demolido o refaccionado? Cuando una oportuna remodelación, tomando en cuenta su valor como punto comercial, se deduce en mayores posibilidades comerciales que su demolición, simplemente por su vínculo con nuestra ciudad; pienso en una Estación American Bar remodelada con estacionamiento, panadería, heladería, fuentes de soda, y cambio de aceite y demás servicios automotrices, imagínense llegar y mientras lavas tu automóvil te tomas un refrigerio en medio del calor maracucho, tal cual es toda una experiencia comercial la estación de servicio "La estrella" en la calle 67 Cecilio Acosta.

El edificio de la papelería Bustamante, fue demolido hasta sus cimientos, el Cine Landia, entre otros, que hubiera sido de PDVSA La Estancia de no haberse preservado el edificio “Las Laras”. Ciudades como Roma, París, Madrid, Londres, Estambul,Buenos Aires, Montevideo, cada una de ellas conserva sus iconos cultuales propios, que al solo verlos nos da su referencia en su sitial mundial, por ejemplo Londres su torre del Reloj Big ben, Paris su Torre Ifeel, Caracas Las Torres de El Silencio, Maracaibo su Puente Rafael Urdaneta, entre otras, elementos éstos que en conjunto con otros iconos culturales constituyen el patrimonio integrador de su identidad y del arraigo de su gente con su entorno con el cual se conceptualiza en un todo civilizador.

Antigua estación de servicio "Munich" Maracaibo 1932.
La "Munich" año 2014, dignamente conservada en plena
productividad comercial, es un ejemplo de la
rentabilidad de estas joyas del pasado.
El "Todos" de 5 de julio es la última pieza inmobiliaria en escombros, este valioso edificio se encuentra semidestruidos hasta hace poco un comercio decente, ahora propicio para el alojamiento de indeseables y basura, en infracción de leyes nacionales, policiales (Código de Policía del Estado Zulia) y de la normativa municipal.

Ojala, se tomase en cuenta el valor real en el tiempo de estas edificaciones, aún perdurables por los materiales de construcción en ellas empleadas, con muchos años útiles de vida, además de preservar la memoria de nuestra ciudad tal como está representada en ese entorno arquitectónico, donde caminamos, nos reunimos con amigos y pasamos gratos encuentros y momentos,  aseguremos a la Maracaibo del mañana, su pasado, pues es sembrar la identidad regional, en su futuro y en las nuevas generaciones.

José Luis Reyes Montiel

sábado, 23 de agosto de 2014

Un café en el Villa Inés.

De la Maracaibo de las décadas prodigiosas 60, 70 y 80 quedan solo algunos vestigios de su extroversión, la ciudad ha crecido, pero hacia dentro de sí misma en islotes enconchados, entre murallas fortificadas y galpones gigantescos, a unos les llaman pomposamente “Villas” y a otros “Mall” son ahora las casas y  centros comerciales con acondicionadores de aire para crear una temperatura agradable, con rejas cual  “La Rotunda”    las unas y los otros, lo suficientemente seguros y protegidos de las calles y  avenidas principales, con un solo acceso con su respectiva garita y paso restringido con “Jirafa” cual cuartel nazi, pequeños satélites dentro de la acéfala urbe, aisladas con elevados muros electrificados, iluminados con reflectores y coronados con agudos alambres con púas tipo hojilla; paradójica y anacrónica contradicción en pleno siglo XXI superadas como fueron la cortina de hierro y el fatídico muro de Berlín.

Mientras alrededor de aquel monstruoso e inhumano escenario, crece en sus márgenes la otra ciudad, la ciudad bullanguera, la del buhonero extranjero (90%) y nativo (10%) ligera encuesta personal y presencial en la plaza Baralt, nada científica ni mucho menos académica, esa es la Maracaibo del Vallenato y sus barriadas que han invadido el área protectora de la ciudad de Maracaibo, sino hagan un paseíto más allá de San Isidro o de Okinawa, carretera adentro y trilla adentro y hacía el aeropuerto, o hacia El Marite, Dios Santo! Aquello es para párasele el pelo a quién le duela nuestra ciudad, es hasta una cuestión de seguridad y soberanía nacional, lo que está pasando en nuestra Maracaibo marginada por un real, la de este pueblo noble y en penumbras, la misma de Aguirre en su gaita.

C.C. Villa Inés debe ser declarado
patrimonio de la ciudad, evitar desaparezca
como tantos otros sitios emblemáticos de la ciudad.
Me desvié del cuento original, quede en la ciudad introvertida, hacia dentro, pues esta mañana, ayer sábado, para los que lean esto el domingo, me di un gustazo tomándome un café con mi señora y mi hija, en el centro comercial Villa Inés, último bastión de la ciudad extrovertida, es decir de aquella Maracaibo hacía fuera, la de sus casas con sus jardines y patios, la de los condominios y sus veredas, las de los centros comerciales abiertos como el “Don Matías” ahora cercado, ahí mismo en la esquina de  Bella Vista y la calle 76, la otrora estación de servicio “American Bar”, el Café “América”, el Café “Kabuki”, “Cinelandia”,  (desaparecidos), Fuente de soda “Indio Mara” (enrejado), “El Raspadito” y la Pizzería “Pic Nic” de Las Mercedes y su abierta estación de servicios, solo queda en su fondo los cepillados “El Manguito”.

El Café "América" sitio de encuentro
de los hermanos Román, Pascual y Carlos Luis Reyes Albornoz
en la esquina de Bella vista con 5 de julio Maracaibo de los 50 y mediados de los 60.
Todo hoy es muy bonito de última generación pero entre rejas y hacía dentro entre muros y paredes de concreto y ahora más que nunca no solo de espaldas sino, como decía Cantinflas, -ni ignorando- al Lago, rompimos cualquier cordón vital con nuestro estuario lacustre, el único es Lago Mall, pero un solo local, todos los demás hacia dentro, claro está la inseguridad no permite otra cosa, hay que asumirla como realidad,…me vuelvo a desviar, bueno aquella ciudad, ah! sí.


Es el “Villa Inés” un lindo ejemplo de la ciudad bucólica y gentil, humana y extrovertida, con sus abiertas cominerías que dan al estacionamiento central rodeado de locales comerciales en forma de herradura, captando toda la brisa norte y la concentra en la entrada central y su escalera que baja hasta su gran plaza central donde unos veladores invitan al comensal a sentarse y disfrutar de la fresca brisa marabina que nos llega desde las riberas del Coquivacoa, sus pisos de granito  y una estructura hecha para perdurar en el tiempo, no es un galpón como los Sambil, cual carpa de circo microcosmo encerrado emporio de mercaderías sin valor humano ni dignificante, todo lo contrario es el ambiente del “Villa Inés” que se puede mejorar sin duda, especialmente sus jardines y su fuente central, convertirla en un espléndido jardín, pero eso toca al condominio de los locales comerciales, pero el “Villa Inés” es un modelo de arquitectura comercial, dignificante y edificante, estimulante a caminar entre sus comercios, con el tamaño perfecto que no cansa y distrae; además cuenta con un teatro antes Teatro Roxy, en aparente abandono, muy aprovechable en una ciudad limitada en sus alternativas líricas, donde más de una vez la muchachada marabina se daba cita para ver la película del momento, chicles Adams, pastillas Pentron o Salvavidas en el bolsillo por si el encuentro de un fugaz beso sorprendía el momento.

José Luis Reyes Montiel.






lunes, 11 de agosto de 2014

En la casa de las Briñez.

Una calurosa tarde de julio, jugando a la sombra de los árboles de Mango, conocí en el patio de la quinta “Ana Aurora”  a los primos Esperanza y Lucas Perozo Briñez, nietos de mi Tía Trina, muy gentiles familiares míos, hoy día, de una honestidad a toda prueba, excelentes padres de familia y trabajadores. Érase una de aquellas visitas familiares, pasarse por casa de Tía Trina, María Trinidad Montiel de Briñez y su inseparable esposo Manuel Briñez Valbuena, por cierto, según el libro de apuntes de Mamá Carmela se casaron un 19 de Marzo de 1924, conjuntamente con sus hermanos Pedro Briñez Valbuena y María Lourdes Montiel Fuenmayor, pero ese será otro cuento.

Manuel Briñez Valbuena.
Iconografía cortesía de Esperanza Perozo
(Fotoshop JLReyesM)
María Trinidad Montiel de Briñez.

Ya más grandecito, visitamos nuevamente mamá y yo a los amables tíos, después de acudir a la consulta médica en el Hogar Clínica San Rafael, donde me trataban mis pies planos, pero esa tarde los primos Perozo no estaban en casa de Tía Trina, sentí una gran ausencia, ya la temporada vacacional había terminado, Lucas y Esperanza regresaron a su casa en Tamare de la costa oriental del Lago, para asistir a sus labores escolares; sin embargo, me resultaba agradable aquella visita, pues el ambiente solariego de los Briñez Montiel, su fluida y animada conversación, el cafecito acompañado de algún dulce de lechosa, piña o limonzón, dispuesto por Aura sobre la mesa, mientras Ana Aurora con su cigarrillo en la mano, discernía con mamá su tertulia  del momento.

Amalia entre los corredores del jardín central de la casa, daba su tetero a un venadito su curiosa mascota, y entre las matas de una jardinera, situada frente a la mesa del comedor, unos pececitos en su pecera retozaban dibujando compases entre las aguas cristalinas, mientras la algarabía de un Loro en su jaula en el patio trasero, llamaba la atención, donde en otra jaula una pareja de Cardenales acopetados exhibían sus colores entre macho y hembra, el macho de un rojo intenso y la hembra pálidamente parda, como si la naturaleza por destino marcara a su género el doloroso camino de ser madre.

Quinta "Ana Aurora" residencia de los Briñez Montiel, tal como la conocí y si mal no recuerdo, dibujada
en power point y paint,  del lado derecho la habitación principal del Padre Guillermo Briñez, a la izquierda la habitación de Fernando "El Periquito" y Antonio Briñez Montiel, luego la habitación de Ana Aurora, la ventana del comedor y puerta lateral hacía el comedor y corredores del jardín central, en el porche la ventana de la sala con accesos laterales a las habitaciones del frente, una puerta comunicaba a los corredores del mencionado jardín central y a la derecha luego las habitaciones de Aura y Amalia y al final las de Tío Manuel y Tía Trina.
Ey! me faltarón los Chaguaramos, las Cayenas, los Mangos, el garage y el lavadero.
Tío Manuel y Tía Trina ocupaban dos sillas mecedoras tejidas de mimbre, en su sitio de honor en el corredor hacía la cocina de la casa, desde donde seguían la conversación y se sumaban a la tertulia aportando una que otra oportuna y valiosa opinión, mientras un reloj de madera, colocado en la pared sobre el televisor, daba desde el comedor sus campanadas vespertinas con su sonido de big ben londinense, penetrando su tic tac el silencio de la sala y demás habitaciones de la distinguida morada, marcando las taciturnas horas cual franciscano convento.

En su cuarto Fernando, la zurrapa de mis tíos Briñez Montiel, reposaba recuperado de una pavorosa operación de columna, sobre su cama yacía envuelto en una chaqueta armada en flejes de acero y cuero, para mantener la correcta posición de su columna, ese fue mi primer encuentro con mi primo Fernando Briñez Montiel, vaya la impresión me causó de niño, así lo conocí o al menos así lo recuerdo de infante en ejercicio de mi uso de razón.

Estos son los hermanos Briñez Montiel, hijos del patriarca Manuel Briñez y mi tía Trina, Aura Albertina, Angela Adela, Ana Anagelina, Ana Aurora, Amalia y María las hembras, por otra parte los varones Manuel (Manolo), Enrique, Antonio José, Carlos Alberto y Fernando el Benjamín de la familia. 

Fechorías de chiquillo y el pertinente escarmiento, una tardecita de tantas, me tome la atribución indebida de jugar con un busecito de cuerda, estaba guardado entre los huecos del lavadero que daba al patio de la casa de Tía Trina, colocaba sobre el camellón el juguete y salía esmollejaito el busecito, el caso fue, que el dichoso juguete se me metió en el bolsillo del pantalón y a mí como me gustó la cosa, mala acción preconcebida, de regreso a casa lo escondí para luego hacerme el musiu  jugando con el sustraído perolito, pero que va, a mamá no se le escapaba una ni uno, al ver ella  el desconocido artilugio, inquisitivamente me preguntó hasta sacarme la verdad, mamá tenía una paleta de madera para preparar majarete, manjar blanco, delicadas y mazamorra, pues con aquella paleta mamá me sonaba por las batatas de mis piernas, y yo salía corcoveando.

Luego vino el castigo, me indicó -ahora debes colocar el juguete de donde mismo lo tomó- y así lo hice en la siguiente oportunidad de visitas en casa de los Briñez Montiel, deje el busecito de cuerda entre los huecos del lavadero en el patio trasero, ahí lo deje, sintiéndome por fin liberado de aquella desleal y mala conducta.  Ahora a la sombra de mis cincuenta y pico y medio de años, comprendo tan importante lección de vida, mi madre no me podía exigir otra conducta, sino aquella la cual mediante su ejemplo me indicó, siempre seguí sus consejos, a veces hasta en contra de mi voluntad, ahora soy y estoy gracias a ella, no ostento riqueza, porque para ella tampoco era su fin, pero si una existencia digna, tal cual sus padres, mis abuelos papá Luis y mamá Carmela la instruyeron y así le pido a Dios me dé la fortaleza e inteligencia suficiente para instruir a los míos.


José Luis Reyes Montiel.





jueves, 7 de agosto de 2014

La casa de la señora Inés.

Calle Ciencias conocido también como la calle derecha.
En plena calle Ciencias de la bucólica Maracaibo de ayer, empalmada entre las altas fachadas de la cuadra de casas, estábase la que sirvió de residencia a la señora Inés Tremón, quién fue durante años concubina de mi tío Dimas Montiel Fuenmayor.

Aquellas casas de la calle Ciencias, según recuerdo, al obsérvalas se notaban grandes diferencias respecto a las casas de la calle Venezuela, éstas resultaban de paredes más delgadas y más altas, las ventanas alargadas y estilizadas con elementos decorativos neoclásicos, la teja de sus techos era aplanada y cuadrada, ensambladas unas con otras, evidentemente de un mejor acabado; mientras aquellas, las de la calle Ciencias,  las paredes era gruesas y fuertes, algo más bajas, sus ventanales eran más sencillos y de un estilo colonial, y la teja empleada en los techos era acanalada  en forma de “U”, razón por la cual tuve la impresión de entre ambas tenían un margen temporal de existencia, la calle Ciencias era más antigua a la calle Venezuela, cuyas casas eran de data posterior.

Esas Casas Maracaiberas eran construidas con elementos naturales de nuestra zona, empleaban la Caña Brava, las cuales sustentaban  la piedra de ojo o las conchas de coco, trabadas con mortero de cal y canto mezclado con agua, cuyas bases y estructura lineal se apoyaba mediante postes de madera denominados horcones y los techos mediante varas de Mangle.

Cuando mamá iba de compras al centro de Maracaibo, decía  –mañana vamos para Maracaibo- yo sabía que se refería que salíamos temprano al viejo mercado principal, pues antes en el centro de la ciudad se adquirían todo tipo de  mercancía a menor costo, en efecto, temprano en la mañana, tomámos en la esquina de la avenida 12 con la calle 69A, el carrito que nos dejaba detrás del viejo Convento de San Francisco, allí era la primera parada, mamá entraba colocaba una moneda en un atril de velitas y encendía una, después oraba mientras yo la observaba, al terminar su oración me tomaba de la mano y continuaba la caminata atravesando la plaza Baralt, ahí estaba por supuesto la estatua del insigne Zuliano Rafael María Baralt, parafraseándolo -quién en hora malhadada y con la faz airada lo vio nacer el Lago que circunda nuestra ciudad- que cosa no. Diagonal estaban dos colosos, inmensos entonces, mi mirada se quedaba estupefacta mirando los “Atlantes” del emblemático y marabino edificio de La Botica Nueva, luego “Los Mercurios” (Dios del Comercio según los griegos) que coronaban las cornisas de los ventanales del edificio Mac Gregor,  cuyos cascos alados alimentaban mi imaginación.

Primer plano de los Atlantes del emblemático
edificio Botica Nueva de necesaria y urgente restauración.
Balcón de la Casa Mac Gregor, otrora viejo comercio de Maracaibo.
Finalmente, la meca de los establecimientos comerciales de la Maracaibo de ayer su Mercado Principal, en aquel lugar, lleno de voces y algarabía marabina, mi madre compraba queso, plátanos, arroz, espaguetis, aceite, harina de maíz, café, leche en polvo, mantequilla perijanera, azúcar, sal y paro de contar, todo se conseguía de calidad y en abundancia, y lo más importante con cien Bolos (Bs. 100,00) en el bolsillo.

Luego se dejaba pasar por la Tienda “La Modista” ahí compraba su hilo, sus botones, sus agujas, en fin para sus quehaceres como costurera, no sin antes, caminarse entre los kioscos de los buhoneros viendo baratillas, y brindarme una barquilla con helado en la panadería italiana de la esquina enfrente a la Papelería Esteva de la Plaza Baralt.

Calle Ciencias vista desde la Plaza Bolivar de Maracaibo.
Terminada la jornada, caminando de regreso a casa, solíamos visitar a la señora Inés, contubernía de mi tío Dimas, como dije en un principio, la señora muy amable y cordial, conversadora de fluido acento, compartía  su café con mamá, mientras yo deliraba, observando la vieja casona colonial donde vivía, esa casa angosta en su frente con una ventana y puerta principal, resultaba alargada hacía su fondo, tenía un patio principal y dos traspatios, separados por habitaciones independientes a los cuales se accedía por gruesas puertas de madera a dos alas, sostenidas por gruesos muros, tinglados con gruesos maderos, que mamá me dijo eran de una dura madera llamada curarire.        

Un camellón central transitaba hasta el último patio, el primero era un jardín plantado por la señora Inés, el segundo traspatio solo arena y el tercer traspatio enmontado un solar, era ocupado por una inmensa mata de Tapara algo extraña  y tenebrosa, muy poco era el rato que me permitía la contemplación del lúgubre lugar, como si un maleficio acontecimiento o algo indigno hubiese sido consumado entre los muros de aquel apartado sitio de la casa, cuya última habitación que comunicaba al susodicho patio, contenía antiguos objetos en desuso, una Victrola, una cocina toda de hierro con quemadores a carbón,  cuatro baúles con fotos viejas decorando  sus tapas interiores atestados de ropa vieja y otros objetos de uso personal, toneles de cartón con viejas revistas y libros, y unos escaparates altísimos muy barrocos, pero bien cerrados.

La señora Inés cuando le pregunté sobre esa tercera habitación, me refirió que era un depósito de objetos dejados por las familias que vivieron con anterioridad en la casa, parientes del dueño que le arrendó la casa y le señalo una cláusula de custodia de las cosas ahí guardadas.

En la casa de la señora Inés, entre el árbol de Tapara y la puerta de su tercera habitación,  rondan los espectros en ceremonial retrospectiva inmuta, de caballeros elegantemente vestidos de paltó y sombrero, y damas de traje largo, mantilla y abanicos; febril lugar, cementerio de corotos y ropa vieja, esperando el regreso de sus dueños, entre las penumbras de sus puertas al Sol del mediodía y el sigilo de sus muros, un espanto me mira desde el techo, donde se alojan las sobrecogedoras animas de quienes precedieron aquel rancio aposento familiar.


José Luis Reyes Montiel.




miércoles, 30 de julio de 2014

Corazón zurcido.

Esta es el mismo modelo de la
maquina de coser de mamá, un regalo
de papa Luis un Lunes 1 de Octubre 1946.
El  piso del corredor de la casa está lleno de retazos de tela, la vieja máquina de coser marca “Singer” resuena sus engranajes impulsados por los pies de mi señora madre, sobre el pedal que mueve una biela que hace girar una rueda de hierro que sustenta una correa de cuero en forma de cordón, ésta a su vez gira una rueda más pequeña que se encuentra en su extremo derecho.

Mamá, es costurera, desde muy joven aprendió entre ensayo y error, el doméstico arte de coser ropa vestidos, blusas y faldas para las damas, pantalones y camisas para los caballeros; recuerdo cuando me hizo mi uniforme escolar, dos pantalones y dos camisas, mientras lavaba uno usaba el otro, mientras mis rusticas botas ortopédicas, las cuales no lograron arquear  mis pies planos,  aguantaban el uso y el abuso de juegos infantiles y del ir y venir del colegio a la casa.

Las Martínez, ayer le encargaron unos vestidos para sus nietas, mamá medía a las niñas con su cinta métrica, anotando en un cuaderno tanto de manga, tanto de ancho por tanto de largo, se coloca los puntiagudos lentes y a coser, tacatacatacatacataca, el sonido de la vieja máquina llenaba los espacios de la casa, desde la puerta central del corredor por donde entraba la fresca brisa de la tarde, pues la mañana era para limpiar y hacer el almuerzo, ya la madrugada se la gastaba regando sus matas y barriendo el inmenso patio.

Un buen día mamá me dijo –le voy hacer servicio de limpieza a la máquina- allí estaba yo pendiente, observando a mamá y su máquina, mi curiosidad desde muchacho nunca ha tenido límite, con su firme brazo separaba la máquina de su mueble, quedando soportada hacía atrás, dejando ver todo su mecanismo, entonces mamá con un cepillito dental desechado, limpiaba el mugre del polvo de sus tornillos, tuercas, engranajes y demás bielas, luego con su aplicador de aceite marca “3 en 1” aceitaba sus partes haciéndola de vez en cuando girar para probar que tal iba la lubricación hasta dejarla suavecita como nueva, toda limpia, sacando y acomodando las tijeras, hilos, botones, broches, entre otras menudencias cada cosa en su sitio de sus gaveteros, para cuando se fuera a buscar hallarlos con facilidad,  puliendo con un trapo impregnado de “Aceite de Teca” rojo la madera del mueble de la máquina de coser.

Mamá Carmela tomando Sol en el patio de "El Cristo"
este vestido de casa fue precisamente uno de los que en su
maquina mamá Carmen Montiel Fuenmayor le cortó en tela.
Que días los de entonces, entre la casa y el colegio, los mandados a la tienda, bien a que Menena, el señor Gabriel o el señor Francisco, las visitas a Mamá Carmela en “El Cristo”;  sólito en y desde mi casa, sin radio ni televisor  pues los aparatos se habían dañado y no había dinero para su reparación, sin embargo, diera un pedacito del tiempo actual de mi existencia, para vivir nuevamente el aroma del café hecho por mi madre, la leche por ella batida y vertida sobre su café, y tomármelo junto con su pan tostado embadurnado con mantequilla “Alfa”.

Donde fuiste a parar brisa fresca de la tarde, para agitar las hojas de los árboles reflejando su movimiento sobre los enlosados del patio, sombras de sueños e ilusiones, de fantasías e ingenua inocencia; como me gustaría nuevamente tomar entre mis manos una de tus arepas, y hacer como hacías, cortarlas por la mitad rasgando todo su relleno mientras sus crujientes conchas sumergirlas en tu café con leche, acompañándolas con tus huevos fritos aderezados con sal y cebollín.

En aquel lugar te veo sentada, frente a tu máquina de coser, sobre tu mirada tus lentes pasados de  moda, impulsando con tus pies la aguja febril sobre la tela, zurciendo sus extremos, así como el recuerdo zurce mi corazón.  

José Luis Reyes Montiel.