El último mes del año, Diciembre, por los años 1.960 entonces
infantes, para llegar a esta fecha se nos hacía largo el tiempo, con la ilusión de
los regalos del niño Jesús, después de vacaciones de agosto llegaba septiembre comienzo de temporada
escolar, octubre con sus lluvias, noviembre con su feria de la Chiquinquirá en la avenida 5 de
julio y luego vacaciones de navidad y año nuevo.
"Cuando llega navidad salen los patinadores" |
Cuando íbamos Mamá, Sara y yo, a visitar a la abuela Mamá Carmela en su residencia "El Cristo" en la avenida Santa Rita, por entre las calles desde una que otra casa se dejaba escuchar la
charrasca sonora, los tambores y furros bullangueros, con sus cantares de
nuestra gaita zuliana, las familias se reunían a conversar en los pórticos de
sus casas, las parejas en su noviazgo hacían el cebo, mirándose, sentados en el
enlosado o desde algún mueble de la sala, mientras los niños correteaban en los
patios jugando entre las sombras de la noche al escondido; todo aquel ambiente
festivo aunado a la brisa fresca de Diciembre se confabulaba para sentir que Diciembre era el mejor mes del año, era la cumbre de todo un año de estudios.
Relato esto, recordando en estos días una gaita del conjunto
“Saladillo” en la voz de “La Voz” también llamado el “Látigo de la Gaita” Don
German Ávila, -Hoy todo en ruinas, así sencillo, ya la Basílica queda sola en
el Saladillo, Señor. Mudo testigo de aquella generación, con gran dolor, dando
paso al futuro, porque allá entre viejos muros la gaita nació. Y si salgo
caminando a ver que recuerdos cojo sólo me encuentro despojos de lo que van derribando-
hermosa y sentida gaita compuesta por nuestro
poeta gaitero Rafael Rodríguez.
"La piqueta" y Oscar Garcia cubriendo la noticia, de haber sabido esa vaina en su momento, no cubre ese acto. El maestro Garrido lo apodaba "Ventarrón" |
Por cierto, ambos los conocí personalmente, al
Negro Rodríguez, por allá en 1.980, en Radio Selecta en el programa “Sobre la Misma Tierra” bajo la dirección del colega Ángel Martínez y el patrocinio de la Asociación Cultural Rómulo Gallegos, lo entrevisté y se dejaron escuchar varios
de sus temas gaiteros; y a Don Germán Ávila, en el otrora Ministerio de
Hacienda, en su sede del edificio Regional (City Bank) en la avenida 5 de Julio de Maracaibo, donde mataba sus tigritos en la gestión de
trámites fiscales, de ese encuentro me quedo el siguiente anécdota, yo estaba
recién graduao de abogado (1987) esperando
que abrieran las oficinas del Ministerio de Hacienda para solicitar unas declaraciones previas
de ventas inmobiliarias, enflusao con mi flamante maletín de
cuero en mano, que me compre a crédito, paradito en la cola delante de mi
estaba Don Germán Ávila, como dicen por ahí: "Los burros de un mismo pelo
cuando se ven se saludan" como ambos éramos gorditos, nos saludos en fino
maracucho y echamos el tradicional clamor: –Que molleja de calor, al rato me dice él –Que fue vos no me reconocéis, yo le contesté -disculpe hermano en verdad no le conozco, yo soy el “Látigo”, -¿Cómo? le pregunté, me dijo -El “Látigo de la
Gaita”- entonces comprendí y le dije -Ah! Usted es gaitero, me confirmó -Si yo soy “La Voz”, -¿de cuál
conjunto?, le repliqué, entonces me dijo -Chico yo he cantado con varias grupos
en mi haber, desde el Saladillo, ve que cresta, ¿Es que vos nos sois maracucho?, y le dije -Vertica tígre!- discúlpame cántame
una de tus gaitas, y precisamente me
interpreto “Gaita entre ruinas” in
comento, del bombazo al escuchar semejante tono alto de su singular voz y recordarlo,
inmediatamente me disculpé, -disculpe mi maestro, claro que lo he escuchado,
claro que sí, gracias por darme el honor
de conocerlo.
La demolición de la memoria urbana de Maracaibo. |
Siempre se ha dicho que todo tiempo pasado fue mejor, quizás
sí o no, todo es según el cristal con el cual se mire, pero de lo que no queda
duda, es que añorar no cuesta nada y guarda cuanto le consagra el sentimiento
de lo vivido, más si estuvimos en ese presente glorioso de estrechas calles y altos enlosados, casas
elevadas de multicolores aceites, con grandes ventanales y puertas, refrescándose
con el viento lacustre, dejando emanar desde dentro y hacia sus aceras el íntimo y
ancestral olor de sus techos de mangle y caña brava, corredores y patios internos.
La Maracaibo que yo viví de niño, tenía esa razón para amarla
y quererla, pues regalaba desde sus plazas, iglesias y calles, toda la gracia,
toda la bondad, todo aquel sentir familiar de sus gentes, la amistad y
solidaridad de un pueblo definido y arraigado, que hablaba de vos y saludaba ¿Cómo
estáis?, que si tenías con que pagar pagabas, sino te anotaban en la tienda en
sus tarjas y donde los precios permanecían
inmóviles, como en la noche las estrellas en el cielo, una kilo de queso ahora
mañana y siempre a Bs. 0,50 un real, una caja de fósforos una locha,
hasta había una canción que cantaba Nancy Ramos –tu no cambiarás eres como el precio de los
fósforos- mientras hoy la ciudad es ora cosa y lo que es evidente no merece mayores explicaciones.
Por eso tarareaba en mi mente “Gaita entre ruinas” porque es
necesario reescribir una gaita pero entre la decidía urbana, porque no me gusta el papel
de adornar la palabra dura, perfumando ruina, desperdicios y decidía gubernamental, pero la vena poética de nuestros cantores y poetas es grande, como grande el arraigo por la tierra, parafraseando a Andrés Eloy Blanco –la patria,
ese pedazo de tierra y ese pedazo de cielo, la tierra y el cielo donde nacimos
y bajo el cual queremos morir- por eso, hoy como ayer cántame una gaita hermano que ya llego navidad, yo no quiero soledad en el alma del Zuliano.
José Luis Reyes Montiel.
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