martes, 12 de marzo de 2024

Mi Totuma Cervecera.

Mi Totuma Cervecera

Por aquel año 1981, con mis 21 años, residía en una casa situada en la calle 103 de la Pomona, paralela a la 102 vía principal de la Pomona hasta interceptar la Circunvalación Uno de la ciudad de Maracaibo, esa casa la adquirió mi madre a nombre de mi hermana Sara y éste narrador, por documento suscrito por una hija del señor Juan Ávila (QEPD), el emblemático sector caracterizado por su popularidad, estaba rodeado en sus adyacencias entre las avenidas 102 y Haticos por Arriba, por el Cine Lido, el Café Imperial, la Farmacia La Pomona y las famosas Tostadas Lido de Salvador el italiano y sus arepas Tumba Ranchos.

Al fondo de mi casa estaba el Hato de la familia Ávila y colindante con nuestro muro medianero, se hallaba un frondoso árbol de Tapara, con su tronco agreste, el verdor profundo de sus hojas y sus frutos guindando como guirnaldas, caían desde sus rústicas y postradas ramificaciones como testículos de Toro.

Yo desde antes conocía las matas de Tapara, en una vieja casona de la calle Ciencias de Maracaibo, llamó mi curiosidad el Taparo que sombreaba el tercero y último patio interior de aquella antigua casa, cuyo largo corredor conducía por su enlosado desde la sala, pasando por el comedor, la cocina y el excusado, a un primer patio, de éste a las dos primeras habitaciones, caminando por un camellón se accedía a un segundo patio donde otro portal abría paso a otras dos habitaciones y finalmente, el último camellón terminaba en una tercera y única habitación, que la familia León habitantes de dicha casona, usaba para guardar chécheres.

Siendo un carajito adicto a las cosas viejas y antiguas, me deleite husmeando los baúles, toneles de grueso cartón con tapas de metal, un viejo y altísimo escaparate, una Vitrola, un viejo Radio destapado que permitía observar sus válvulas electrónicas, una cocina de hierro puro forjado, lámparas, planchas antiguas, entre otras tantas otras cosas que hizo mi imaginación volar, alentada por las sombras y el susurro del viento que se colaba entre las hendijas de los postigos de las cerradas ventanas y la abierta puerta que daba al último y cuarto patio.

En ese patio, solitario y sombreado por un Taparo, conocí por primera vez las Taparas, pero estás eran redonditas, como bambalinas, mirándolas detenidamente hasta que un frío flemático erizó mis brazos y cabellos, persuadiéndome de alguna extraña presencia, salí esmollejao del lugar.

De regreso a casa, le comenté a mamá del árbol del fondo y la sombría impresión de su solitaria presencia en aquel último traspatio de la casona de la familia León, advirtiéndome que dejará de estar revisando casas ajenas; explicándome que ese viejo árbol era un Taparo y de sus frutos, que de ellos se elaboraban las Totumas, en sus diversas formas y usos domésticos.

Sorpresa para mí muchos años después, tener de vecino un Taparo en el fondo de mi casa de La Pomona, conversando con mi madre, ella me explicó la manera de como preparaban las Taparas para hacer Totumas en el Hato “San Luis” para ello se tomaban las mejores Taparas en su forma propia y tamaño para elaborar cucharas, vasijas, platos, pocillos y hasta vasos, luego de hacerles el corte preciso del objeto deseado, se le extraía con una cuchara todo el contenido de su pulpa.

Y como era Agosto y estaba de vacaciones universitarias, tomé una Tapara a mi gusto y forma, la abrí con el corte adecuado, por el borde superior para unirselo con pegamento en su base y hacerme un vaso a modo de Jarra, permitiendo su sustentación; su pulpa resultó ser algo viscosa y fibrosa, con innumerables semillas, siendo de color blanquecino se oxidó rápidamente al contacto con el aire, oscureciéndose, tiñendo de negro mis manos y al descuido, uno se manchaba la ropa.

Así elaboré artesanalmente mi Jarra Cervecera, fui sacando toda su glutinosa y enrarecida pulpa, hasta dejarla bien a la altura y al ras de la corteza del Taparo, tal como me enseñó mamá, lavándola con agua repetidamente y sacándole todo el negruzco contenido, una vez bien limpia se coloca una buena temporada al Sol, para endurecer la corteza así expuesta, hasta perder el verde original y adquirir su típico color de fina madera convertida en Totuma, del corte que le hice en su parte superior, igual la conservé para la parte inferior para hacerle de sustentación a mi Jarra Cervecera, quedando tal y como la dibujé; por cierto, toda bebida y comida sabe mejor en Totuma, respecto de la Cerveza, incomparable.

Ya les conté como hacerse una Totuma, todo depende de conseguirse la forma del fruto de Tapara apropiado, para hacerse desde una tacita para servirse un cafecito cordial, hasta una Jarra Cervecera como la que me hice y disfruté por muchos años, hasta que por accidente me senté sobre ella paloteado.

JLReyesMontiel.








 

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