Mi Totuma Cervecera |
Por aquel año 1981, con mis 21
años, residía en una casa situada en la calle 103 de la Pomona, paralela a la
102 vía principal de la Pomona hasta interceptar la Circunvalación Uno de la
ciudad de Maracaibo, esa casa la adquirió mi madre a nombre de mi hermana Sara
y éste narrador, por documento suscrito por una hija del señor Juan Ávila
(QEPD), el emblemático sector caracterizado por su popularidad, estaba rodeado
en sus adyacencias entre las avenidas 102 y Haticos por Arriba, por el Cine
Lido, el Café Imperial, la Farmacia La Pomona y las famosas Tostadas Lido de
Salvador el italiano y sus arepas Tumba Ranchos.
Al fondo de mi casa estaba el Hato de la familia Ávila y colindante con nuestro muro medianero, se hallaba un frondoso árbol de Tapara, con su tronco agreste, el verdor profundo de sus hojas y sus frutos guindando como guirnaldas, caían desde sus rústicas y postradas ramificaciones como testículos de Toro.
Yo desde antes conocía las matas
de Tapara, en una vieja casona de la calle Ciencias de Maracaibo, llamó mi curiosidad
el Taparo que sombreaba el tercero y último patio interior de aquella antigua
casa, cuyo largo corredor conducía por su enlosado desde la sala, pasando por
el comedor, la cocina y el excusado, a un primer patio, de éste a las dos
primeras habitaciones, caminando por un camellón se accedía a un segundo patio
donde otro portal abría paso a otras dos habitaciones y finalmente, el último
camellón terminaba en una tercera y única habitación, que la familia León
habitantes de dicha casona, usaba para guardar chécheres.
Siendo un carajito adicto a las
cosas viejas y antiguas, me deleite husmeando los baúles, toneles de grueso cartón
con tapas de metal, un viejo y altísimo escaparate, una Vitrola, un viejo Radio
destapado que permitía observar sus válvulas electrónicas, una cocina de hierro
puro forjado, lámparas, planchas antiguas, entre otras tantas otras cosas que
hizo mi imaginación volar, alentada por las sombras y el susurro del viento que
se colaba entre las hendijas de los postigos de las cerradas ventanas y la abierta
puerta que daba al último y cuarto patio.
En ese patio, solitario y sombreado
por un Taparo, conocí por primera vez las Taparas, pero estás eran redonditas,
como bambalinas, mirándolas detenidamente hasta que un frío flemático erizó mis
brazos y cabellos, persuadiéndome de alguna extraña presencia, salí esmollejao del lugar.
De regreso a casa, le comenté a
mamá del árbol del fondo y la sombría impresión de su solitaria presencia en
aquel último traspatio de la casona de la familia León, advirtiéndome que
dejará de estar revisando casas ajenas; explicándome que ese viejo árbol era un
Taparo y de sus frutos, que de ellos se elaboraban las Totumas, en sus diversas
formas y usos domésticos.
Sorpresa para mí muchos años después,
tener de vecino un Taparo en el fondo de mi casa de La Pomona, conversando con
mi madre, ella me explicó la manera de como preparaban las Taparas para hacer
Totumas en el Hato “San Luis” para ello se tomaban las mejores Taparas en su
forma propia y tamaño para elaborar cucharas, vasijas, platos, pocillos y hasta
vasos, luego de hacerles el corte preciso del objeto deseado, se le extraía con
una cuchara todo el contenido de su pulpa.
Y como era Agosto y estaba de
vacaciones universitarias, tomé una Tapara a mi gusto y forma, la abrí con el
corte adecuado, por el borde superior para unirselo con pegamento en su base y hacerme un vaso a modo de Jarra, permitiendo su sustentación; su pulpa resultó ser algo
viscosa y fibrosa, con innumerables semillas, siendo de color blanquecino se
oxidó rápidamente al contacto con el aire, oscureciéndose, tiñendo de negro mis
manos y al descuido, uno se manchaba la ropa.
Así elaboré artesanalmente mi
Jarra Cervecera, fui sacando toda su glutinosa y enrarecida pulpa, hasta
dejarla bien a la altura y al ras de la corteza del Taparo, tal como me enseñó
mamá, lavándola con agua repetidamente y sacándole todo el negruzco contenido, una
vez bien limpia se coloca una buena temporada al Sol, para endurecer la corteza
así expuesta, hasta perder el verde original y adquirir su típico color de fina
madera convertida en Totuma, del corte que le hice en su parte superior, igual la
conservé para la parte inferior para hacerle de sustentación a mi Jarra Cervecera,
quedando tal y como la dibujé; por cierto, toda bebida y comida sabe mejor en
Totuma, respecto de la Cerveza, incomparable.
Ya les conté como hacerse una
Totuma, todo depende de conseguirse la forma del fruto de Tapara apropiado, para
hacerse desde una tacita para servirse un cafecito cordial, hasta una Jarra Cervecera
como la que me hice y disfruté por muchos años, hasta que por accidente me
senté sobre ella paloteado.
JLReyesMontiel.
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