De la Maracaibo de las décadas
prodigiosas 60, 70 y 80 quedan solo algunos vestigios de su extroversión, la
ciudad ha crecido, pero hacia dentro de sí misma en islotes enconchados, entre
murallas fortificadas y galpones gigantescos, a unos les llaman pomposamente “Villas”
y a otros “Mall” son ahora las casas y
centros comerciales con acondicionadores de aire para crear una
temperatura agradable, con rejas cual
“La Rotunda” las unas y los otros, lo suficientemente seguros
y protegidos de las calles y avenidas
principales, con un solo acceso con su respectiva garita y paso restringido con
“Jirafa” cual cuartel nazi, pequeños satélites dentro de la acéfala urbe,
aisladas con elevados muros electrificados, iluminados con reflectores y
coronados con agudos alambres con púas tipo hojilla; paradójica y anacrónica
contradicción en pleno siglo XXI superadas como fueron la cortina de hierro y
el fatídico muro de Berlín.
Mientras alrededor de aquel
monstruoso e inhumano escenario, crece en sus márgenes la otra ciudad, la
ciudad bullanguera, la del buhonero extranjero (90%) y nativo (10%) ligera
encuesta personal y presencial en la plaza Baralt, nada científica ni mucho
menos académica, esa es la Maracaibo del Vallenato y sus barriadas que han
invadido el área protectora de la ciudad de Maracaibo, sino hagan un paseíto más
allá de San Isidro o de Okinawa, carretera adentro y trilla adentro y hacía el
aeropuerto, o hacia El Marite, Dios Santo! Aquello es para párasele el pelo a
quién le duela nuestra ciudad, es hasta una cuestión de seguridad y soberanía
nacional, lo que está pasando en nuestra Maracaibo marginada por un real, la de
este pueblo noble y en penumbras, la misma de Aguirre en su gaita.
C.C. Villa Inés debe ser declarado patrimonio de la ciudad, evitar desaparezca como tantos otros sitios emblemáticos de la ciudad. |
Me desvié del cuento
original, quede en la ciudad introvertida, hacia dentro, pues esta mañana, ayer
sábado, para los que lean esto el domingo, me di un gustazo tomándome un café
con mi señora y mi hija, en el centro comercial Villa Inés, último bastión de
la ciudad extrovertida, es decir de aquella Maracaibo hacía fuera, la de sus
casas con sus jardines y patios, la de los condominios y sus veredas, las de
los centros comerciales abiertos como el “Don Matías” ahora cercado, ahí mismo
en la esquina de Bella Vista y la calle
76, la otrora estación de servicio “American Bar”, el Café “América”, el Café “Kabuki”,
“Cinelandia”, (desaparecidos), Fuente de
soda “Indio Mara” (enrejado), “El Raspadito” y la Pizzería “Pic Nic” de Las
Mercedes y su abierta estación de servicios, solo queda en su fondo los cepillados
“El Manguito”.
El Café "América" sitio de encuentro de los hermanos Román, Pascual y Carlos Luis Reyes Albornoz en la esquina de Bella vista con 5 de julio Maracaibo de los 50 y mediados de los 60. |
Todo hoy es muy bonito de
última generación pero entre rejas y hacía dentro entre muros y paredes de
concreto y ahora más que nunca no solo de espaldas sino, como decía Cantinflas, -ni ignorando- al Lago,
rompimos cualquier cordón vital con nuestro estuario lacustre, el único es Lago
Mall, pero un solo local, todos los demás hacia dentro, claro está la
inseguridad no permite otra cosa, hay que asumirla como realidad,…me vuelvo a
desviar, bueno aquella ciudad, ah! sí.
Es el “Villa Inés” un lindo
ejemplo de la ciudad bucólica y gentil, humana y extrovertida, con sus abiertas
cominerías que dan al estacionamiento central rodeado de locales comerciales en
forma de herradura, captando toda la brisa norte y la concentra en la entrada
central y su escalera que baja hasta su gran plaza central donde unos veladores
invitan al comensal a sentarse y disfrutar de la fresca brisa marabina que nos
llega desde las riberas del Coquivacoa, sus pisos de granito y una estructura hecha para perdurar en el
tiempo, no es un galpón como los Sambil, cual carpa de circo microcosmo encerrado
emporio de mercaderías sin valor humano ni dignificante, todo lo contrario es
el ambiente del “Villa Inés” que se puede mejorar sin duda, especialmente sus
jardines y su fuente central, convertirla en un espléndido jardín, pero eso
toca al condominio de los locales comerciales, pero el “Villa Inés” es un
modelo de arquitectura comercial, dignificante y edificante, estimulante a
caminar entre sus comercios, con el tamaño perfecto que no cansa y distrae;
además cuenta con un teatro antes Teatro Roxy, en aparente abandono, muy
aprovechable en una ciudad limitada en sus alternativas líricas, donde más de
una vez la muchachada marabina se daba cita para ver la película del momento,
chicles Adams, pastillas Pentron o Salvavidas en el bolsillo por si el
encuentro de un fugaz beso sorprendía el momento.
José Luis Reyes Montiel.
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