sábado, 11 de febrero de 2017

Una afeitada metódica.

Afeitadora manual de Pascual Reyes Albornoz
Sobre las cuatro de la tarde después de la siesta, papá colocaba sobre la mesa del comedor su espejo, su poncherita de peltre y en un extremo de ambas su máquina de afeitar junto al pomo de crema mentolada, su brocha para aplicársela y su loción para cerrarse los poros, tomaba por el respaldo su Taburete y sentado con toda la calma del tiempo, procedía a rasurarse parsimoniosamente, con todo cuidado evitando cortaduras en su cara. Mojaba la brocha en el agua tibia dispensada en su ponchera y aplicándose previamente crema mentolada sobre su barba se la esparcía con la brocha por todo el área dejándola cubierta, luego ya colocada la Hojilla que extraía de un paquetico color rojo, marca Gillette, se afeita meticulosamente, primero hacia abajo en sentido de los bellos faciales y luego en sentido contrario hacia arriba, dejando pulcramente despejada su cara de barba alguna.

Brocha de papá para aplicarse la crema de afeitar.
A mí que me gustaba o me sigue gustando obsérvalo todo, me quedaba turulato viéndolo afeitarse y deseaba prontamente me saliera mi barba, para poderlo hacer del mismo modo que papá; entonces además, me quedaba mirando también la linda rubia en la imagen que adornaba la parte posterior del espejo, quién exhibía sus voluptuosos senos debajo de una escotada blusa.

La ingeniosa afeitadora posee un mecanismo
en su extremo inferior que al girarlo
permite colocar una hojilla nueva y retirarla
una vez empleada.
Por fin adolescente, ya con mis 14 años, la incipiente barba despuntaba en mi rostro dándole estreno a la brocha y a la máquina de afeitar de papá, las cuales guardé con celo particular, para afeitarme yo, habían pasado 7 años de la despedida al cielo de papá, y erase para mí un lujo emplear la afeitadora y la brocha que vi usar a papá, aprendiendo su técnica de afeitarse, con la diferencia que lo hago de pie y ante el lavamanos de mi baño.

Es menester recordar que las casas de antes, como donde me crié, poseían el baño en el fondo de la casa, la regadera para bañarse y el excusado separados por una pared, y el lavamanos en la parte de afuera, si había lavamanos, porque generalmente se empleaba un mueble de madera denominado aguamanil, el cual tenía un lugar donde asentar una ponchera de cerámica o peltre y a su lado una jarra estilo clásico del mismo material de la ponchera, generalmente en el monte, como se le decía antes al campo zuliano, eran de peltre y en las casas de la ciudad eran de cerámica.

Así eran los aguamaniles
En la casa “Falcón” de papá, en toda la calle Dr. Quintero y al fondo del Colegio Los Maristas de Maracaibo, donde residían mis hermanos Chila y Gilberto, se conservaba un mueble con su aguamanil de cerámica muy lindo flanqueado por dos sillas estilo Viena, dicho espacio lo había dispuesto mi hermano Gilberto como un recodo en su casa, que saludaba al visitante e inspiraba viejos tiempos de una Maracaibo de abolengo y tradición familiar.

Una rasurada incipiente e inexperta, me costó varias cortaduras en mi rostro como primer intento de juventud precoz, la cara escandalosa de sangre me hizo desistir del uso de la afeitadora de papá guardándola como un recuerdo de mi querido padre, y dejando la brocha que si use hasta un poco más o menos mis 30 años, cuando sus cerdas comenzaron a caerse, por lo que también la guardé al lado de la afeitadora en una gaveta del closet.

Silla estilo Viena.
Ya en la década de los años 80 aparecieron las afeitadoras doble hojilla que a la primera se le pasa la segunda lo repasa, sin embargo, esa publicidad no hace efecto en mi espesa barba, porque siguiendo la técnica de afeitado de papá tengo que pasar la afeitadora hacía abajo en el sentido de la barba y hacía arriba para cortar los cañones de la vellosidad, si es que deseo quedar bien afeitado, de lo contrario mi cara queda renegrida de pelos.

En estos días salí de mercado, mi hijo Ezequiel compró dos afeitadoras desechables de la susodicha marca Gillette, a Bs. 3.600,oo cada una, ve que cresta, sin embargo cuando me afeité las hojillas estaban como amelladas, dicen por el tiempo de acaparamiento por los llamados "bachaqueros", la desechable no cortaba el vello sino que me lo jalaba, y yo termine afeitándome a templones como canta la gaita de El Parroquiano, por lo que deje la desechable en el gabinete del baño sin usarla más, pasé la semana sin afeitarme y ayer ya con la barba muy crecida, me acorde de la afeitadora de papá, y guardado conservaba desde hace mucho tiempo unas hojillas “Platinum Plus” de la antes referida marca comercial, y recordando a papá me afeité frente al espejo del lavamanos y sin un solo rasguño, limpio sin pelos, relajado y escuchando música desde mi laptop. Ese era el secreto de papá para afeitarse, hacerlo con calma y metódicamente.

José Luis Reyes Montiel.    

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