Érase el año 1980, el
autobús de la Universidad del Zulia, pasaba temprano en la mañana en su ronda
recogiendo a los estudiantes de la barriada La Pomona de Maracaibo, inclúyeme
entre aquella generación llena de esperanzas y sueños de juventud, airosa y
fresca, como la mañana cuando niño ibas a tu primer día de escuela.
Apretujados los
jóvenes cuerpos, en los asientos y parados otros, una sonrisa compartida era suficiente para
darle rienda suelta al juego entre el ir y frenar del autobús universitario, hasta llegar al recinto universitario, la muchachada bajaba rauda al
encuentro de las respectivas facultades, dispersándose en la plazoleta humanística de la ciudad
universitaria, entre las facultades de Derecho, Educación y Economía.
Ahí paradito
sosteniéndome entre los tubos de la entrada del autobús, mis 20 años le
preguntaban al conductor -señor Machado ¿Cual es la facultad de Derecho?
indicándome con su dedo índice hacia donde debía dirigirme, pues el edificio
era notorio desde la ventana del parabrisas del autobús.
Para esos años
debíamos cursar dos semestres de Estudios Generales, antes de ingresar a la
facultad de la carrera universitaria seleccionada, semestres que comprendían
materias de matemáticas, lógica, problemática del subdesarrollo científico y
técnico, economía política, sociología, metodología, estudio y comprensión del
hombre entre otras, de tal manera el que aprovechara aquel bagaje de
conocimientos egresaba de la universidad preparado no solo en su profesión,
sino con toda una cosmovisión de su entorno cultural y social.
Siempre les digo a
mis hijos y a todo joven estudiante, que
los años más hermosos de mi vida fueron los tiempos de la universidad, nuevos
compañeros, nuevos métodos de aprendizaje, tuve la suerte de tener buenos profesores,
talentosos y de una alta probidad; también conocí nuevas y buenas amigas y amigos,
siempre dispuestos a compartir horas de estudio, dados al chiste y a la broma
sana, todo es causa de risa cuando uno ve la existencia diaria con ojos de estudiante.
Hasta entonces,
apenas yo emergía del cascaron entre la casa y el liceo, y el preámbulo de
Estudios Generales, sirvió para abrir rumbos entre los pasillos de la
Universidad del Zulia, esa mañana, asistía por primera vez a la facultad de
derecho, nunca había puesto un pie en ella, asistía a la clase del Laboratorio
Vivencial del Derecho, que de ser aprobado me permitía ingresar a la Escuela de
Derecho; una enorme masa estudiantil se agolpaba en la entrada de la biblioteca
de la facultad, todos querían entrar para lograr un puesto en el auditorio, una
muchacha que me sonrió en el autobús se sentó a mi lado, conversamos mientras
esperamos el inicio de la actividad vivencial, al rato se nos anunciaba la
suspensión por ese día del laboratorio vivencial.
Frustradas como
fueron nuestras intenciones, la muchacha y yo, nos dispusimos conocer la
facultad, caminando cada rincón del edificio y mas allá en humanidades,
sociología, comunicación social y economía, nos tomamos un cafecito cordial con
sus tentempiés respectivos, y seguimos la tertulica jornada, hasta llegar el
instante mágico de un largo beso, escondidos entre los muros de un salón de
clases, la pasión de aquellos jóvenes cuerpos se encontraron entre las caricias
de sus manos y los besos de sus bocas, locamente, éramos dos furtivos amantes,
como Palomas en un alero compartiendo todo el arrebato contenido de sus
juventudes.
Cuando comenzamos en la facultad de derecho, otros rumbos sentimentales surcaban nuestros corazones, volvimos a encontrarnos, pero formalizados
ambos en una nueva relación, al vernos se disiparon dudas nos dijimos adiós, y
entre los pasillos de la facultad se fue caminando mientras desaparecía entre
el tumulto estudiantil, yo la miraba con la convicción de quién pasa la pagina
de un libro, al fin y al cabo, Carlos Gardel alguna vez cantó…”amores de
estudiante flores de un día son”.
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