Durante los años
setenta y hasta la primera mitad de los ochenta, la bonanza petrolera en
nuestro país había fortalecido al Bolívar como moneda nacional, con un valor en
el cambio muy por encima al Peso de nuestros vecinos colombianos, eran tiempos
de Miami esta barato dame dos e ir de compras a Maicao y Cúcuta, o aprovechar
la zona libre en la isla de Margarita, incluso Curazao era otra opción, pues la
adquisición de ropa, lencería, artefactos eléctricos entre otras mercaderías
resultaba muy económico para los venezolanos.
Por el otro lado de
la frontera, llegaba una ola migratoria a nuestro país de ciudadanas y
ciudadanos colombianos, en su mayoría buena gente honesta y trabajadora,
personal profesional, técnico y obrero calificado, en búsqueda de nuevos
horizontes, atraídos sobre todo por la prosperidad económica y comercial,
resultado de esa riqueza petrolera desmesurada.
Sin embargo, no todo
lo que inmigró fue positivo, vinieron también maleantes y vagos, infiltrados entre la gente humilde y trabajadora, invasores de terrenos públicos y propulsores junto a connacionales de una extensa
marginalidad en las inmediaciones del perímetro de la ciudad de Maracaibo, quizás
no tan notoria a la vista del visitante por ser la ciudad una planicie adyacente
al lago de Maracaibo, a despecho de la ciudad de Caracas que por encontrarse en
un valle, la marginalidad que la circunda se ha concentrado en las cerros y
colinas adyacentes, visiblemente al visitante que solo al mirar observa esa
triste realidad.
Maracaibo, por demás
fue inundada de damas colombianas unas jóvenes otras mayorcitas que ofrecían
sus servicios como trabajadoras domesticas, buenas
trabajadoras, honestas y responsables, que se ganaban la confianza de sus
empleadores, incluso les confiaban la guarda y cuidado de los hijos, venían
principalmente de Barranquilla, Santa Marta, Cartagena, Cúcuta, entre otras
poblaciones colombianas.
Los maracuchos, recibieron
por supuesto con beneplácito aquella oleada de femeninas, pues a diferencia de
las maracuchas, eran muy consentidoras y complacientes, sabían como halagarnos
como buenos machotes vernáculos que se respeten, y además buenas cocineras, el caso fue que, el maracucho
que no tenía una amante colombiana no estaba en la onda, muchos fueron los que
formalizaban doble hogar y hasta llegaron a romperse relaciones conyugales.
En efecto, en lo personal
conocí una joven muchacha, provenía según me dijo de una ciudad neogranadina de
muy sonoro nombre “Sincelejo” en la región de la costa caribe entre Cartagena y
Montería; yo entonces disfrutaba de mis 20 años florecientes, esperaba mi
ingreso en la facultad de derecho, cursaba los Estudios Generales en LUZ y con
un certificado de Locutor, recién graduado, producía junto con el colega Ángel
Martínez Gonzáles el programa Sobre la
misma Tierra, espacio radial de la Asociación Cultural Rómulo Gallegos, en
la otrora emisora Radio Selecta, 1390 Khz. hermana de La Voz de la Fe, 580 KHz.
Érase el año 1980, día sábado en la noche, terminado el programa un compañero
de la asociación y yo caminamos desde la emisora hasta la avenida Bella Vista,
para tomar un por puesto que nos llevara hasta el centro de la ciudad y cada
quién tomaba su rumbo.
Esperando el
transporte a la vera de la avenida, veo la blanca y pelirroja sincelejera blandiendo sus caderas cual
Palmera al ritmo de la brisa del lago maracaibero, se detuvo en el teléfono
monedero de los locales comerciales del Centronorte, luego se acercó a nosotros
preguntando si teníamos medio sencillo (Bs. 0,25 costo de una llamada local de
ese entonces), sin perdida de tiempo me zumbé a la torera, y le pregunté…
-¿Depende? Si es para llamar un amigo no tengo- me contesto en su fino español
colombiano – ¡Oiga Usted es bien pasao!- …y fue el inicio de una tertulia en la
fuente de soda adyacente en Centronorte, yo trabajaba como escribiente en la
Notaría Pública Tercera de Maracaibo y con
cobres en el bolsillo la invité a tomarnos unos sifones, otrora era costumbre en las fuentes de soda cada dos
rondas servir unos pasapalos al costo de la bebida, recuerdo el mesonero nos
llevó unos cayos a la madrileña, que con el sabor de la cerveza resultaba un
rico manjar, a media noche salimos cerveceados, nos dimos un loco beso y de
allí me la saque a un hotel por las inmediaciones de la avenida El Milagro.
Como era sábado y tiempo
de navidad, en plena temporada gaitera, estaba de moda una gaita en especial
“Linda Ilusión” por cierto de Lenin Pulgar quién había sido mi compañero de
trabajo en el Registro II de Maracaibo, decía un poco mas o menos su letra… “He
conocido el amor pues la vida me lo ha presentado es la mas linda ilusión de
todo aquel que está enamorado, aunque muy lejos estés para mi siempre estas
a mi lado”…señores buenas noches… aquel idilio resultó de antología, en nuestra
habitación a lo lejos desde Santa Lucia, un equipo de sonido trasnochado dejaba
escuchar a todo volumen el éxito gaitero del momento, mientras acurrucados los
jóvenes amantes daban rienda suelta al amor.
José Luis Reyes
Montiel.
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