sábado, 8 de febrero de 2014

El Pescadito.

Siguiendo el cuento de los amores de juventud, mi periplo citadino con la chica de “Sincelejo” siempre culminaba en algún sitio de buen ambiente, para tomarnos unas bebidas efervescentes del lúpulo y la cebada.

Un restaurante muy popular en Maracaibo cuya especialidad eran los productos del mar, que estaba a orillas del lago ancestral en las inmediaciones de la populosa avenida El Milagro, érase entonces un lugar donde la constante brisa balanceaba las Palmeras que ornamentaban su terraza la cual se abría a toda la orilla del Coquivacoa, donde sentarse y degustar una bebida, disfrutar de sus pasapalos, pues cada dos rondas la casa ofrecía unos bocadillos, tales como croquetas de pescado frito, pollo, camarones rebozados, cayos a la madrileña, en fin, el pasapalo del día, sin costo aparente solo por el servicio consumido, anda ve hoy día que local te ofrece esas liberalidades.

Una tarde de aquel Diciembre de 1980 con la sincelejera, paseamos por toda la avenida 5 de julio caminando desde la Plaza Indio Mara llegamos hasta la plaza La República, unas hermosas fuentes al pie del Obelisco y frente a la concha acústica, rodeada de frondosos árboles que proporcionaban una fresca sombra nos permitió disfrutar de una velada gaitera del momento que desde la concha acústica interpretaban temas de la temporada navideña, entre ellas otra gaita que fue muy exitosa “Amparito” de Ricardo Portillo, decía más o menos …”Amparito baila con dulzura este ritmo bien bueno mi hermano, ella sabe que el venezolano sí que tiene fuego en la cintura…”,  y a ella le gustaba mucho, bailaba la gaita y yo pa’lla y pa’ca pues en honor a la verdad soy un pésimo bailarín, total al terminar el evento gaitero, la llevé a cenar en el sitio antes descrito, tomamos un carrito de Bella Vista y luego otro de El Milagro, que nos dejaba en todo el frente del local, en el zaguán de la entrada sobre un cuadro enmarcado el poema “Maracaibo Mía” de Udón Pérez, era el preámbulo obligado de todo buen comensal regionalista…

Udón Pérez
"El Bardo Zuliano, Gran Cacique
y Viejo Tigre"como lo llamó
su amigo Andrés Eloy Blanco.
¡MARACAIBO MIA
Por que yo te canto desde que el destello
primero del alba sube monte arriba,
Al viejo ”empañado”, que miente un camello,
La testa le bruñe, le dora la giba;
Porque yo te canto cuando el foco bello
Del sol en la altura sus llamas avivan,
Y allá me figura fantástico sello
Que sella del cielo la vasta misiva:
Porque yo te canto cuando el disco rojo
Del astro poniente reproduce el ojo
De algún Polifemo, sobre ápices zarcos:…
Porque yo te canto diciéndote “mía”;
Me ladra y me muerde la burda ironía,
Los canes hidrófobos de los Aristarcos.
¡Que ladren! Muerdan…!
Mientras los palmare
De insomnes penachos que orlan tu Laguna,
Sean a mis ojos así como una Falange
de indios que celan sus lares…
y finjan tus sombras nocturno manglares;
Y un arco guajiro tu menguante luna,
Que clava en los flancos de la noche bruna
Las flechas de oro de tus luminares…
Mientras que tus islas, que oyeron mis loas,
Me acuerdan los rudos chozos primitivos
De mara y aliles. Moporos y toas,
Y de su vernácula vital sinfonía
Aves, auras, frondas…me brinden motivos:
Yo te diré “mía”, Maracaibo mía.
“MIA, cuando evocas tus hombres de gesta
Cuando sus exámetro vibran tus cantores,
Y en labios y plumas, sin ruines temores,
Brasa de Isaías, arde tu protesta.
“Mía cuando tiendes la mano, dispuesta
A vendar heridas, a calmar dolores,
A empuñar la esteva de los labradores
O el hacha que abre la inculta floresta.
Cuando amparas niños, viejos y mujeres,
Y cual hormiguero bullen tus talleres,
Y hay en tus escuelas sol y greguería.
“Mía”, cuando ríes, “mía”, cuando oras,…
“mía”, a todas horas, Maracaibo mía
¡Cuna de mis padres y de mis abuelos,
Cuna de mi Ida, para siempre ida,
Cuna de mi prole, y en donde mi vida
Se abrió como un cáliz al sol de tus cielos!
En ti han frutecido todos mis anhelos,
Tú has sido en mis luchas mi escudo y mi égida,
Diste a mis victorias láureas florecidas
Y a mis desventuras ceñiste asfódelos.
Mis aves de ensueños colgaron sus nidos
En tus rosaleda, y duermen en calma
Bajo tus cipreses mis muertos queridos.
¡Que ladre y que muerda la tropa jauría,
Mientras yo te llamo con voces del alma,
“mía”, a boca llena, Maracaibo mía.

Una vez hecha la lectura y reverencia del caso al poema en referencia, atravesamos el salón del bar para ubicarnos en la terraza al aire libre, las nubes surcaban el celeste cenit llevadas por el viento lacustre, la sombra de las palmas de los cocales se dibujaban sobre los blancos manteles de las mesas, una cerca de madera protegía al visitante hacia las aguas que golpeaban con su suave oleaje el muro sobre el cual se levantaba la terraza.

Llega el mesonero, y el pedido necesario dos sifones, lo demás conversar y disfrutar del rústico ambiente, rodeado de aquella arboleda de cocos, un cocazo sobre una de las mesas alertaba del peligro de que uno de aquellos cocos cayera sobre nuestras cabezas, pero la bella juventud solo veía en aquella posibilidad una causa de risas y adelante con las birrias.

Luego de varias rondas, la cena fue servida al atardecer, el sol al ocaso adornaba con sus fulgores las palmeras de los cocales, que matraqueaban al ritmo de la brisa, yo pedí una cazuela de mariscos, ella una corvina frita, Yuca y ensalada, menú que compartimos pues los pasapalos habían colmado nuestro apetito; tomando los últimos sorbos del fermento germánico, la pelirroja sincelejera pícaramente me preguntó -¿Y ahora, donde me lleva?- …señores muy buenas noches.

En efecto, ese restaurante y bar, se encontraba cerquita de lo que hasta hace algunos años fue el Club Alianza cuya edificación fue respetada pero como otros importantes edificios marabinos se encuentran en el olvido esperando ser útiles; unos pocos años después el dragado para la construcción del posteriormente llamado Paseo del Lago allanó las costas aledañas a la avenida El Milagro, desapareciendo el viejo restaurante y todo su entorno secular, lugar de encuentro de gentes, bohemios, poetas, gaiteros y cantores de aquella “Maracaibo Mía” del parnaso Udón Pérez cuya lírica engalanaba la antesala del otrora Bar y Restaurante “El Pescadito”. 

José Luis Reyes Montiel.



1 comentario:

Manuel Gutierrez dijo...

Creo que esa tertulia termino en el San Nicolas o en el Canaima!!! jejejeje