La flor del Nardo es como una pequeña rosa y la flor del Jazmín estrellada. |
Caminando
con Mercedes por entre las calles del populoso sector Belloso de Maracaibo, un
señor de cierta edad, apellidado según me dijo: -Barboza- emperejilaba una
hermosa planta de Nardo, por supuesto
sus blancas y pequeñas flores llamaron mi atención al instante, pues a la breve distancia entre el paso de la
acera y el arbusto, dejaba llegar sus fragancias a mi sentido olfatorio,
remontando años y recuerdos.
-Muy
Buenos días, le dije –Buenos días, me contesto muy deferentemente, y como era de esperarse una
tertulia en torno al Nardo y sus flores se adelantó, -por su perfume intenso a
dama bonita- mire entonces a Mercedes, le pedí al señor Barboza la de su gusto y se la obsequié a Mercedes, de seguidas le comenté que en mi casa de infancia había un Nardo sembrado
en una jardinera del primer horcón de la enramada del patio, seguido de un
Jazmín en el horcón contiguo, cuando aquellas flores exhalaban sus aromas las
abejas, avispas, avispones, mariposas y cuanto insecto volador rondaban los
arbustos se posaban sobre las blanquísimas florecillas.
Los
intensos perfumes del Nardo y del Jazmín, es un bálsamo a los sentidos y un
capricho de belleza a la vista, aunque ambas son blancas y menudas sus flores,
el Nardo es a mi apreciación como una pequeña Rosa Blanca y el Jazmín a modo de
estrella en sus pequeños pétalos que dejan expuestos sus pistilos, ambos
arbustos son de la especie trepadores semejantes en sus tallos entrelazados y
cerriles, y en sus ramas extendidas abrazando el aire y sobre todo en el verdor
y tamaño de sus hojas.
Alguno
habrá escuchado alguna vez el famoso tango Gardeliano “Madre Selva” pues el
Jazmín en esas latitudes de nuestra América así le llaman, y también habrán
escuchado aquella canción española… “Por la calle de Alcalá con la falda
almidoná y los Nardos apoyaos en la cadera la florista viene y va y sonríe
descará por la acera de la calle de Alcalá. El buen mozo que la ve va y le
dice: -Venga usted- a ponerme en la solapa lo que quiera que la flor que usted
me da con envidia la verá todo el mundo por la calle de Alcalá. Lleve usted
Nardos caballero si es que quiere a una mujer Nardos no cuestan dinero y son lo
primero para convencer. Llévelos y si se decide no me moveré de aquí luego, si
alguien se los pide nunca se le olvidé que yo se los dí”.
El
gran Carlos Gardel cantaba un poco más o menos: “Madreselvas en flor que
trepándose van es su abrazo tenáz y dulzón como aquél si todos los años tus
flores renacen hace que no muera mi primer amor” así también de hermosas son
las flores del Jazmín.
El
Nardo y el Jazmín de mi casa, crecieron de tal manera que sus ramas se unieron
formando un solo follaje, cuya sombra favorecía estar bajo su amparo
disfrutando la brisa que desde el norte se dejaba llegar a la vieja enramada
del patio, y cuando florecían, los Nardos y Jazmines se abrazaban en una
espléndida y grácil esencia que rodeaba todo el ambiente del lugar.
El
Avispón tan pero tan intensamente verde a la luz solar, y negro a la vista por
su fugaz paso en su vuelo, anunciado por el bisbiseo de sus versátiles alas, -anuncia
buenas nuevas en su paso- decía mamá. Y
como olvidarlo, si como devoto y noble
compañero de mis mañanas, salía de su agujero desde una de las varas que sostenían
el desvencijado techo de la enramada, para libar los néctares de sus vecinas
flores de Nardo y de Jazmín, regalo
prodigioso de Dios a todos los seres que, aferrados a la naturaleza y amándola,
encuentran en ella las esencias que como las flores de Nardo y El Jazmín nos
regalan sus perfumes para el amor.
JLReyesMontiel.
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