Lleva en su derecha los santos escapularios y en la izquierda unos grillos. |
Mamá en su pequeño retablo que tenía en casa, la Virgen de las Mercedes compartía sitio junto a la Virgen del Carmen, la Virgen de Lourdes y por supuesto Nuestra Señora de la Chiquinquirá; el resto era ocupado por El Arcángel San Rafael, San Gerardo y el Sagrado Corazón de Jesús al centro.
Sobre ese conjunto de litografías una en particular conservo con singular devoción, a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, valiosa reliquia que data del oratorio del Hato San Luis y que poseo colocado en el comedor de mi casa, como testigo silente de toda la historia familiar de los Montiel Fuenmayor.
Su origen se
remonta por allá en el año 1218, cuando la Santísima Virgen se le apareció a San Pedro Nolasco, recomendándole
que fundara una comunidad religiosa dedicada a auxiliar a los cautivos que eran
llevados a sitios lejanos, dedicada a la merced (que significa obras de
misericordia); su misión era la misericordia para con los cristianos cautivos
en manos de los musulmanes. Muchos de los miembros de la orden canjeaban sus
vidas por la de presos y esclavos; su espiritualidad se fundamentada en Jesús
el liberador de la humanidad y en la Santísima Virgen, la Madre liberadora e
ideal de la persona libre. Los antiguos mercedarios eran caballeros de la
Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honraron como Madre
de la Merced o Virgen Redentora. Para mayor información sigue este enlace www.aciprensa.com/blog/.
Vista de la iglesia actualmente. |
En esos tiempos era
común el castigo como parte de los métodos de enseñanza y educación, y yo era
algo malito, por no decir jodedor, los castigos mas serios eran en una primera
instancia quedarse sin receso en el salón de clases y si la gravedad del asunto
lo ameritaba te enviaban preso a la capilla interna del Colegio en oración y
meditando del mal comportamiento frente al altar, de ambas fui objeto de
condena en virtud de mi comportamiento.
Me quedé sin receso
dos veces, una por halarle el pupitre al momento de sentarse a un compañerito, flaco y larguirucho de nombre David, el muchacho cayó sentado de nalgas en
el piso y se largo a llorar, yo me eche a reír a carcajada limpia, por lo cual me castigaron a estar sin receso aquella mañana.
La segunda vez que
me quedé sin receso, fue por una niña de nombre Sandra; parte de la disciplina
del colegio, al hacer formación antes de entrar a clases y después de izar la
bandera nacional y cantar nuestro Himno Nacional “Gloria al Bravo Pueblo” se
rezaba un Padrenuestro, Salve y Gloria; luego al entrar al salón de clases, nos
quedamos parados esperando la entrada de la maestra, ella nos daba los Buenos
días y nosotros debíamos contestarle al unísono en alta y clara voz -buenos
días, señorita-, luego te quedabas parado hasta que ella nos dijera -siéntense- ya para ese momento, la compañerita Sandra se hizo pipi miándose hasta el piso, yo que estaba detrás vi correr entre sus piernas los chorros de
orina y muchacho al fin eche a reír y eso fue suficiente para quedarme sin
recreo. Por cierto, la hermana Nieves le preguntó: Sandra! ¿Qué te pasó?
-hermana Nieves tenía miedo de interrumpir y por eso no pedí permiso para ir al
baño- total era asunto de disciplina, así fue formada mi generación.
Llegó el día de
realizar la primera comunión, había que preparse catecismo en mano para recibir
a Cristo en la Sagrada Eucaristía, en cuanto a oraciones ya estaba entrenado
por mamá, facilitándome su aprendizaje; sobre la doctrina cristiana, algunas
charlas llegamos a recibir del Padre Farias y las monjitas secundaban su
dirección, para tales actividades nos internaron a medio régimen todo el día en
el colegio, sin poder ir a casa hasta la tarde, por lo cual teníamos que
almorzar en el comedor del colegio junto con las monjitas; de esos días son
muchos los momentos bonitos y recuerdos escolares de infancia.
Así que, el momento
estelar era la hora del almuerzo, cumplida la jornada diaria, llegaba la hora
de reparar energía y con el apetito típico de un buen Reyes, eso era
impretermitible; uno por supuesto se ponía muy contento y era motivo de alegría
entre el grupo escolar, por lo cual la indisciplina hacía de lo suyo; fue el
caso, que echando varilla como todo
muchacho, al final del almuerzo, la monjita repartía el postre de ese día desde
un gran bool de vidrio, una rica gelatina, estaba tan firme y bien hecha la
roja gelatina que al rasgar la porción con la cuchara sonaba al sacar la
porción que colocaba sobre el platito de postre de los infantes comensales, al
pasar por mi sitio, yo venía sonando con mi boca el efecto de la gelatina al
desprenderse del envase de vidrio, a lo que la monjita llamó mi atención pero
no se me ocurrió otra cosa, sino repetirle la chercha, como consecuencia del chupazo vino el oportuno castigo -a la
capilla a orar- me indicó la hermana.
En todo colegio católico
que se respete, hay siempre un oratorio interno, a modo de pequeña capilla con
altar, estrados y escaños, rodeado de las estampas del vía crucis; el del
colegio Las Mercedes, se encontraba en el último piso del edificio del colegio,
muy aislado y solitario, por lo que había un recóndito silencio, tan silencioso
que me retumbaban los oídos, una vez instalado en el lugar y sentadito en el
primer escaño frente al altar uno debía quedarse allí, apercibido de rezar y
reflexionar sobre la mala conducta asumida y haciendo enmienda de no volver a
comportarse de ese modo.
La hermana, para
consolarme al momento de dejarme en la capilla solito, me dijo que en el Sagrario
del Altar estaba Jesucristo, que no me preocupara que Él me haría compañía, así
las horas pasaron y en la tarde, ya para marchar a casa, abren la puerta del
oratorio y me despierta la monjita, dormido a lo largo y ancho del escaño,
entonces la monjita me pregunta ¿en qué pensó toda la tarde? y yo le respondí
con otra pregunta –Hermana Nieves- ¿Cómo cabe
Jesús en una caja tan chiquita?.
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