Romira Montezuma y Carmen Montiel |
En el camino de la vida te encuentras con cada personaje, y muy de vez
en cuando con personalidades entre personajes, vamos y venimos en un laberinto
de vivencias, sin apreciar muchas veces aquello que por casual indiferentes dejamos
atrás, sin detenernos pasan y al pasar dejamos de valorar lo valioso por lo que
resulta al fin de cuentas insignificante y así vamos llenando nuestra vida de
insignificancias por aquello más gratificante al espíritu, al alma, a la
experiencia de vivir, dejando de conocer vivencias.
En un aula de clases de nuestra Universidad del Zulia, conocí una de
esas personalidades, quien llevaba sobre sí muchas vivencias, de una persona
circunspecta, delgadísimo realmente delgado de contextura, de rasgos caucásicos,
pero que por su simpleza, humildad y enclenque apariencia no era tomado en
cuenta por el grupo de estudiantes.
Un buen día, en clases de Estudio y Comprensión del Hombre, el profesor
Saúl Crespo Losada, dispuso la realización de un trabajo de investigación, se
formaron los grupos de trabajo y el estudiante canijo quedo como dicen:
Como las Guayaberas, por fuera… injusta situación aquella a la cual le salí al
paso conformando entre los dos un grupo de trabajo, además yo bien sabía que
solapadamente los otros compañeros me seleccionaban porque, modestia aparte, yo
siempre fui destacado en clases como buen estudiante. Fue de ese modo como
conocí al entonces bachiller Montezuma, de nombre de pila Román, Román
Montezuma, mas luego abogado litigante del foro zuliano.
Llamaba mi atención el apellido Montezuma, nombre del legendario
emperador azteca Moteczuma, pero al preguntarle a Román sobre el patronímico y
su vinculación con aquel, dijo no existir ninguna relación familiar.
Llegó el momento de redacción del trabajo de Estudio y Comprensión del
Hombre, dispusimos entonces reunirnos en mi casa a objeto de cubrir la últimas
etapas del proyecto de investigación, una mañana de un día sábado de 1980, el
compañero Román Montezuma se apersonó junto con sus útiles y libros al
encuentro estudiantil pautado. Después de horas de estudio, llegó la hora
del almuerzo y fue entonces cuando reunidos Román, mamá y yo en torno a la
mesa, el tema de conversación giro en referencia al apellido Montezuma,
haciendo memorias mamá comentó sobre una amiga de su juventud apellidada
Montezuma, allá en tiempos del Hato “San Luis” cuando los fines de semana era
objeto de visitas de personajes y sus familias que desde Maracaibo se dejaban
llegar hasta la majada del hato para pasar el Domingo en un
día de campo.
En efecto, al mencionar mamá el nombre de su amiga Romira Montezuma,
dijo Román así se llama mi madre, a lo que mamá atino mostrarle una vieja
fotografía que guardaba desde aquellos años de su juventud florida, al verla
Román exclamo –esa es mi mamá Sra. Carmen- que sorpresa y emoción para mamá
después de tantos años, reencontrarse con una de sus amigas de antaño, comenzó
a contarnos sobre Romira y la familia Amado, su común amistad con Nelly Amado,
hija de Don Felipe Amado fundador y Director de la Cervecería Regional, quién
fue dilecto amigo de papá Luis (Don Luis Montiel Villalobos).
Román nos contó de su señora madre Romira Montezuma, de cómo había
incursionado en el mundo del espectáculo y el celuloide, en Hollywood ciudad de
Los Ángeles, California, EE.UU. en compañía de Nelly Amado, quienes juntas por
vocación hasta allá se trasladaron, para medir tablas con otras luminarias del
show business y el espectáculo, destacándose Romira en canto y danzas. No sin
antes acordar un encuentro entre las viejas amigas, se despidió ese día Román,
y yo muy agradecido a él por haberle regalado a mamá aquel ramillete de
añoranzas de juventud.
Llegamos un atardecer a la casa de Romira Montezuma la mamá de Román,
fue entonces cuando comprendí las evasivas de Román para acordar estudiar en su
casa, en realidad las condiciones de conservación de la vivienda no eran de las
mejores, aunque habitable sus paredes necesitaban de unas manos de pintura y
arreglos urgentes, pues como la casa de mi infancia de bahareque, cañabrava,
horcones, varas y tejas, requerían a sus años de mantenimiento para su
preservación.
La casa sin embargo, guardaba aún el encanto de sus adornos y enlosados
típicamente marabinos, ya que encontrándose rodeada de un amplio patio lleno de
árboles, a su lado derecho la señora Romira en sus mejores tiempos hizo
construir un jardín al estilo europeo, con jardineras, elevados materos y
bancos, una verdadera placita, donde la señora Romira dejaba volar su
imaginación al conversarnos sobre su pasado artístico.
¡Carmen! ¡Romira! Fue la unánime exclamación a su encuentro después de más de cuarenta años sin saberse de entre ellas, sollozas se abrazaron y fue el sentimental preámbulo a una larga noche de tertulia sobre su vida artística, nos mostró fotos, nos cantó acompañada de un viejo piano en español y en inglés, pues Romira al igual que Román, hablaban perfectamente el idioma anglosajón; nos hablaba en ambos idiomas y a pesar de su iluminada conversación, pudimos notar cierta elevación en su vehemente expresión facial y aquellos bellos ojos color miel circundados por sus seniles cabellos, que en realidad no conocieron más notoriedad que la aportada por saberse parte del elenco artístico de una película.
Si, el tiempo había cobrado a Romira Montezuma su cuota de añorada fama,
y todo su canto, su danza y su vida artística se le atesoro como una quimera
que le abstraía de la realidad y la montaba en su importunado pasado lleno de
luces, música y canto. Mamá, entendió entonces como a pesar del desafinado
piano, Romira cantaba sus baladas en inglés, con la misma convicción del
artista celebre frente a su público.
El bachiller Montezuma resultó un buen amigo e inteligente compañero de
grupo, buen estudiante, responsable y cumplidor de las tareas que se le
asignaban como miembro de grupo; en su casa poseía una amplia biblioteca que
defendía preocupado de las goteras del techo en tiempo de lluvia; y con los
años hasta donde supe de él, un muy honrado profesional del Derecho. Su
señora madre Romira Montezuma fue siempre una dama muy educada y elegante,
tanto en su juventud como al tiempo y a pesar de sus años y de su precaria
situación económica, conservó toda la gallardía que le proporcionaron sus años
de periplo en Hollywood.
José Luis Reyes Montiel.
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