Una semana santa de 1973, encontrándome yo preparando mi aplazada
materia de matemáticas, cuando recibí la grata visita del primo Falo, y entre
cuentos, chistes y tertulia, le pidió a mamá si podía guardar su camión Ford
750 en mi casa, la misma casa del sector Tierra Negra, de tantos cuentos
antes contados, en efecto, el inmenso patio de mi casa, en su ala derecha todo
encementado con concreto, se prestaba para deposito de cosas, artefactos y
vehículos. No se como no se nos ocurrió en aquella época alquilar espacios para
deposito, hubiese sido una forma de financiar nuestro gastos.
El cuento es que el primo Falo dejó su camión estacionado a la sombra
de entre los dos árboles de Mangos frondosos que en ese costado de la casa
agitaban sus hojas al compás de la brisa del norte, procurando en todo momento
un ambiente acogedor y muy fresco. Aquello por supuesto, era una novedad para
aquel muchacho que era yo entonces, dentro de la monotonía y la rutina entre el
Colegio y la casa, era una diversión que no pasaba por alto, revisar y sentarme
al volante del camión de Falo, ésto se convirtió en mi pasatiempo del momento, sobre
todo por un aparato de cintas, hoy día esa tecnología nos parece muy obsoleta,
pero para esos años setenta los cajetines de pistas de sonido eran lo último en
reproducción musical, luego vendrían los cassettes en los años ochenta.
En mi opinión los cajetines de pistas tenían un excelente sonido,
superior a los posteriores cassettes, incluso permitían en una cinta mucho mas
ancha, reproducir en diversas pistas un mayor numero de canciones con calidad
de disco long play. El aparato reproductor del camión de Falo tenía además dos
cornetas o parlantes a cada lado de la cabina, el asunto es que el primo Falo
fanático como era de la Billo’s Caracas Boys entre sus cosas del camión se
encontraba un cajetín de la orquesta, sorpresa para mi cuando coloqué el
cajetín en el aparato reproductor y el milagro del sonido se hizo mágico ante
mis oídos, la canción numero 1 era aquella que cantaba la voz de Cheo García…
“Hoy todo me parece mas bonito, hoy canta mas alegre el ruiseñor, hoy siento la
canción del arroyito y siento como brilla mas el Sol… esto contento yo no se
que es lo que siento, estoy contento como el aire como el viento, me pongo
cantar me pongo a reír, me pongo a llorar, ¿Qué es lo que siento?… que reviento
con las ganas de cantar”…
El camión de Falo era celeste con los parachoques y la plataforma
blancas, con su nombre y apellidos escritos en letras rojas –RAFAEL JOSE SALAS
SANCHEZ “FALO”- en cada extremo de sus lados.
Descargado le colocaba las estacas de madera debajo del encerado de
color verde militar bien sujeto con mecates amarrados en los ganchos de la
plataforma del camión.
Una tarde cuando el hambre apremiaba, me acordé de unas latas con carne
de almuerzo guardadas en la cabina del camión detrás de los cojines, luego
fueron victimas fatales de las meriendas vespertinas de aquellas vacaciones de
semana santa de 1973, a
mis trece años mi panza no pensaba en lo ajeno, y al punto concluí que siendo
el primo Falo tan querendón poco le importarían una fallita en sus vituallas de
viaje.
Así las cosas todas las tardes, después de una mañana de estudios
matemáticos con el amigo de Colegio Derlando Ruiz, solo el libro de Baldor de
Algebra Elemental “Aljuarismi” sus narraciones e ilustraciones, fue testigo del
asedio al camión de Falo, entre el limonero y los mangos, debajo de la uvitas
de playa que en racimos se dejaban caer del borde de la cerca colindante,
servían de bocadillos a la amena conversación de entre amigos, pues el camión
de Falo se prestaba para juegos, sentarse frente al volante y dejar volar fantasías infantiles.
Muchos años más tarde, ya con mis tres hijos y mi esposa Mercedes, en
la granja de Santa Cruz, conversaba con Falo de aquellos días, y sobre mi
travesura con el confité de carne enlatada, le confesaba mi impronta, y me dijo
-si yo sabia que eras tu- pero de ningún modo reprochó ni amonestó mi
travesura, solo una sonrisa afectiva repasó el contorno de sus labios.
Respecto de los Polinomios, un 03 fue la nota resultante después del
esfuerzo autodidáctico de semana santa con el libro de Baldor, Ruiz no salio
mejor favorecido, aquello fue una masacre en matemáticas, año aquel de
1973, todo era descubrir y descubrir, entre los entretelones de las horas de
estudio, el camión de Falo, comiendo uvitas de playa y la susodicha merienda de
las cuatro de la tarde, ahora que estoy pensando en Falo, y tarareando a la
Billo’s con su tema “estoy contento yo no se que es lo que siento” relaciono la
alegre canción en su letra con la personalidad del primo Falito, como
cariñosamente le llamamos todos sus primos, hermanos y tíos. Para cantar a la
usanza del bolerista de America, Felipe Pirela, y dejar este mensaje tácito en
estas notas de sus apuntes, de estar contento, de vivir el hoy como el mas
bonito, de saber escuchar con alegría, de percibir las cosas mas simples en las
aguas de un arroyo o en la luz del Sol, tan cotidianos y a la vez tan
maravillosos y únicos, que se nos dan a todos y a cada uno de nosotros y nada
nos cuesta, y hacen sentir tan grata la vida.
“Hoy todo me parece mas bonito, hoy canta mas alegre el ruiseñor, hoy
siento la canción del arroyito y siento como brilla mas el Sol… estoy contento
yo no se que es lo que siento, estoy contento como el aire como el viento, me
pongo cantar me pongo a reír, me pongo a llorar, ¿Qué es lo que siento?… que
reviento con las ganas de cantar”… Billo Frometa.
Adiós Falo, Adiós Falito...Adiós mi hermano.
José Luis Reyes Montiel.
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