Higos maduros. |
Fue en las aulas del colegio San Vicente de Paúl, por los años
1968-1969, la maestra Nelly Báez, nos dio una tarea, construir un Sonajero de chapas de refrescos, consistía
en una tablita más o menos de seis por treinta centímetros, sobre la cual se
colocaban clavadas las chapas, bien aplastadas con un martillo, se perforaban
en el centro previamente con un clavo grueso, luego se disponían en tres grupos
de dos chapas clavadas a lo largo del madero y listo, al golpearles entre las
manos producían un sonido semejante a la Pandereta.
Muchas
fueron las canciones infantiles que nos enseñó la señorita Nelly, como le decíamos
a nuestra maestra, con todo aquel pundonor y respeto, entre ellas aquella del -Payasito de donde saliste tú-, que me
resultaba muy ridícula, pero una en
especial, la recuerdo muy frecuentemente, sobre todo en aquella hora de la
tarde cuando a su paso enseñoreado, la señorita Nelly entre los pupitres y el
bullicio de los muchachos, nos tarareaba en su Sonajero para que nosotros repitiéramos su ritmo y pudiéramos cantar
todos juntos.
El
padre Enrique, también nos ponía a cantar, él canciones religiosas de todo género,
entre ellas el Himno de nuestra Señora de Chiquinquirá, y como olvidar el vibrator sonoro de la señorita María de
Jesús “Jesusita” Martínez, cantándonos Brisas
del Zulia, por cierto Jesusita era hermana del gaitero mayor de Santa Lucia
Moisés Martínez, que Dios los tenga en su gloria.
Qué
lindo fueron esos años de quinto grado, no puedo dejar de mencionar a Elbita, así como otros excelentes maestros Ada González, Nancy Lugo, Mario de la Rosa, el
padre Luis Moreno, fueron baluartes del colegio de esos buenos tiempos, personas que dejaron esa sensación de parentesco universal entre el preceptor y su aprendiz.
Todas esas canciones quedaron grabadas en nuestra médula cerebral
para toda la vida, y es imposible olvidarlas, por lo menos esa ha sido mi
experiencia, y muy especialmente con aquella canción tema de estas reflexiones,
la canción de la Higuera, ¿que cuenta?, pues… una madrastra celosa por la presencia
entre sus hijos de su hijastro, lo manda a realizar duros trabajos y tareas de la casa, el niño hambriento arranca un maduro Higo del árbol para comérselo, los hermanitos lo acusan con su mamá y ésta le da una tunda que le
hace enfermar y muere, la madrastra decide enterrarlo debajo del árbol de la
Higuera, a los días los niños retozando entre el follaje de la Higuera arrancan
algunas de sus hojas y escuchan salir entre las ramas y hojas de la Higuera
esta canción: -Hermanito por ser mi hermanito, no me ales mi cabellito, que mi madrastra me ha castigado por un Higo que he cortado-.
José Luis Reyes Montiel.
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