Siguiendo la
temática de las canciones infantiles, comentamos la breve pero dramática
historia de “La Canción de La Higuera” desde las aulas del Colegio San Vicente
de Paúl, ahora hago reminiscencia de otras canciones y expresiones que el
tiempo no ha logrado borrar de mi memoria.
MamáCarmela
la abuela querendona, solía cantar en sus embelesos de ancianidad, ya en sus
cien años, quizás alguna antiquísima jocosa canción, cuya letra decía mas o
menos así –el araguato y rucu y rucu, el araguato y rucu y rucu, y el araguato
de Doña Manuela masca tabaco y no tiene muelas, y rucu y rucu, bis- si alguien
podría sugerir un segundo sentido a esta letra, tal cual, como la letra de la
también antigua gaita La cabra mocha de Josefita Camacho, el caso es que son
sin duda resultado de la creación popular.
Otra cosa era
la forma como la abuela, llamaba a sus hijos, primero deletreaba -H.I.J.O.
M.I.O.-… y luego increpaba -hijo mío- igual lo hacía para las hijas, -H.I.J.A.
M.I.A… hija mía- sin dejar de mencionar como llamaba a los gatos, les decía
-busurruñao- lo curioso era que el gato respondía a su llamado.
Por cierto,
Mariíta Briñez de Bravo y su esposo Ángel Ramón Bravo, tuvieron una grande
descendencia, los Bravo Briñez; Ángel Ramón, hombre del campo, cazador aficionado,
tenía un fundo agropecuario por allá en las inmediaciones de los ríos Cachiri y
Socuy, lugar que denominaban El Laberinto, una de sus hijas Sabina, tratada por
sus primos como Sabinita, adoraba a su abuela MamáCarmela, y se había propuesto
llevarla de paseo para el fundo de su papá Ángel Ramón, para pasar un fin de
semana de campo.
Aquel sábado,
bien temprano llegó Sabinita hasta nuestra casa en la 69A con avenida 13 de
Maracaibo, en un carro Buick grandote muy fuerte, de color negro con techo blanco y full niquelado, mamá, Sara
y yo nos situamos en los puestos traseros del carro, tía Espíritu y MamáCarmela,
en los puestos delanteros, por supuesto Sabinita había dicho a MamáCarmela me la ponen
a mi lado.
Tomamos la
avenida Delicias vía La Concepción, y desde la carretera monte y monte de lado
a lado, era la Maracaibo que apenas llegaba hasta el supermercado Borjas de la
Urbanización El Naranjal; en el camino la abuela querendona, comenzó un su afán
–-H.I.J.A. hija mía- ¿ya vamos a llegar? Le contestaba Sabinita -ya vamos a
llegar MamáCarmela no te preocupéis- al rato –-H.I.J.A. hija mía- ¿ya vamos a
llegar? Sabinita -ya vamos a llegar MamáCarmela- , al rato –-H.I.J.A. hija mía-
¿ya llegamos? Y así durante todo el camino.
Ya cercanos
al fundo, la abuela se quedaba -H.I.
H.I. H.I.- entonces yo le recordaba -H.I.J.A..M.I.J.A. hija mía-, y continuo
con su retahíla por un tiempo más, hasta que el pánico cundió entre los atónitos
pasajeros, al pesado Buick, se le fueron los frenos y la prima Sabinita,
dándole pedal a los frenos y nada, barrancón hacia abajo, la trilla de arena
roja, por la arcilla abundante en la zona, impedía mas aún frenar el carro,
gracias a la pericia de Sabinita cruzaba a la derecha y cruzaba a la izquierda
hasta enclavarse en un guarda fuego del camino y una madre de estantillo de madera, logró detener el vehículo; después
del susto, los primos nos abordaron en el camión de Ángel Ramón hasta la casa
del fundo, y echando bromas a Sabina le decían –Sabinita hubieras sacado el pie
para frenar el carro- como dicen después de un susto un gusto.
Al día
siguiente nos bañamos en la aguas del río, para mí fue una grata experiencia,
mi primer contacto con un río y el vegetal ambiente de la selva adentro, pues
para la época, esa zona estaba bien apartada de la ciudad de Maracaibo, y le habían
colocado un merecido y buen nombre “El Laberinto” pues otra definición no lo
hubiese caracterizado mejor. En las noches el señor Ángel Ramón, a la luz de lámparas
de Kerosén y entre el sonido de los grillos y zapitos del monte, rodeado de su
prole y entre ellos yo, escuchamos sus cuentos de camino y leyendas de
fantasmas y aparecidos que se veían alrededor, especialmente
cuando las brujas a media noche buscaban a los niños para robárselos y comérselos
en sopa, aquello fue realmente aterrador, pues aquella noche me venció el sueño
muy a pesar de escuchar los pasos de las brujas en el techo de zinc de la casa
de habitación de aquel tan apartado fundo familiar, en un verdadero laberinto
de selva y ríos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario