viernes, 3 de agosto de 2018

Pascualito, mi hermano.

Fraín Cesar Reyes Labarca.
La primera vez que escuche el sonoro diminutivo de mi hermano fue en mi casa de la calle Venezuela, detrás de la basílica de San Juan de Dios que acoge el retablo de Nuestra Señora de la Chiquinquirá.

Mamá me dijo: -Tu papá va a traer a tu hermano Pascualito para que pase con nosotros sus vacaciones; y es que papá, cuyo primer nombre de pila bautismal era Pascual, por esos tiempos personaje popular pues era propietario de la molienda “La India” en plena barriada de Santa Lucia, en la esquina de la calle Casanova, hizo llamar a su hijo, mi hermano, con el alias “Pascualito” haciendo referencia directa a su onomástico.

Realmente su nombre es Efraín Cesar, pero por uno de esos errores de los amanuenses de nuestras oficinas de registro civil le colocaron en el libro “Frain” y así se quedó, Frain Cesar Reyes Labarca, mi hermano.

Papá y yo íbamos a visitarlo en casa de su abuela la señora Matilde que vivía al fondo de la casa de su señora madre Luzmila Labarca, hasta el tiempo que Pascualito comenzó a trabajar en una empresa impermeabilizadora y distribuidora de productos asfálticos situada en las inmediaciones de la avenida El Milagro de Maracaibo.

Pascualito chiquito
igualito a Ezequelieto.

Al poco tiempo papá enfermó de su corazón y en su convalecencia Pascualito durmió en varias ocasiones en mi otra casa de Tierra Negra, entre la calle 69A y 13, Pascualito muy echador de bromas y de muy buen humor siempre me hacia reír con su ocurrencias: Resulta que en mi casa entre el tejado del techo, las varas, horcones y el cielo raso se guarecían murciélagos, el caso fue que importunaron el sueño de Pascualito pues según me dijo: -Batman pasó toda la noche aleteando entre las cabulleras de su hamaca.

Pascual Reyes Albornoz (Papá) con Pascualito
(Fraín Cesar Reyes Labarca)
a orillas de nuestro lago en el corredor
de la Plaza del Buen Maestro, Maracaibo.
Papá fallece el 1ero. de Octubre del año 1967,  tenía yo 7 años de edad, y Pascualito al igual que mis otros hermanos Miguel, Gilberto, Tarcila, Pascualito, Sara y yo rodeamos el cuerpo sin vida de nuestro cariñoso padre. Mi hermana Nelly estaría por llegar de la ciudad de Caracas donde residía.

Recuerdo el semblante quebrantado de mi hermano Pascualito, el día que nos trajo a Sara y a mi de regreso a casa desde la Clínica Amado donde murió papa, en una camioneta Chevrolet Apache de la compañía donde trabajaba. Mamá se había quedado en la clínica esperando la salida del cuerpo de nuestro padre.

Al llegar a casa, todo fue confusión y consternación, desde la puerta del cuarto de papa vi con denuedo su cuerpo colocado sobre una camilla y el modo como era preparado con total frialdad por el empleado de la funeraria, una aguja inmensa introducía sobre el abdomen de papá y un liquido vació en su cuerpo, al terminarse todo el fluido del frasco dispensador, retiro la punzante aguja, y varios que ahí estaban colocaron el cuerpo inerte de mi padre dentro de su ataúd.

Hasta aquí un recuerdo inalterado e imborrable, tan agudo y lacerante, punzante e hiriente como la aguja sobre la barriga de mi padre.

Y en el marco lúgubre de esos días, el recuerdo de la presencia de mi hermano Pascualito fue un respiro agradable a la soledad y tristeza postrimera, con sus charadas y bromas, me hacía reír, y eso era bastante ante la repentina ausencia de la compañía de papá, además de buen padre, papá fue con todos sus hijos consentidor y gran amigo.


JLReyesMontiel.







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