Dentro
del cercado de la casa al abrigo de la benévola sombra de un inmenso árbol de
Mango y guarnecidos de los inclementes rayos del Sol, unos conitos dibujados
sobre la arena cernida develan las moradas silenciosas de los Cachicamos, así
llamados por nosotros cuando muchachos los fuñíamos jugando a recolectarlos.
Hurgando
lecturas especializadas sobre este solitario insecto, me enteré que es llamado
en otras latitudes “Hormiga León” sin embargo a mi modo de verlos, se me
asemeja más a un escarabajo que a una hormiga, por sus características y
hábitos, pues a diferencia de las hormigas el vive solito, además posee unas tenazas que le permiten
atrapar su alimento, y éste precisamente esta compuesto por las infortunadas
hormigas que caen en su trampa mortal.
El
truco de este animalito insectívoro es muy ingenioso, el hace de su casa un
artificio de arena de forma cónica en forma de embudo y vive encerrado en su
morada, hasta que la inadvertida hormiga que camina sobre el borde de su
casita, resbala rodeada por el rescoldo inclinado e incauta es atrapada por las
tenazas del Cachicamo, paso seguido nuestro vorágine insecto devora a la
acorralada hormiga y hace de su cuerpo su alimento vital.
Yo
diría de este insecto que es un “Escarabajo León” en todo caso, ya que de ser
llamada Hormiga León la convertiríamos en un injustificado ser caníbal que se
alimenta de sus hermanas terrestres, pues ambas hacen de la tierra su hogar.
Pero
si a haber vemos hay muchos escarabajos leones en esta vida, también tenemos
gente como las hormigas muy trabajadoras, el “Cachicamo” maloso y holgazán monta
su trampa y una que otra hormiga resbala por el borde ominoso de su escondrijo
y es victima fácil de su artimaña, el asunto es no caer cayendo.
Distante
en el tiempo quedaron los primos traviesos, cuando sacabamos “Cachicamos” con el
colador sustraído a escondidas de la cocina, agachados a la sombra del Mango con
la fuerte brisa del norte despeinando sus cabellos, desparramando la arena que
cernida deja al descubierto al incauto “Cachicamo” meneando su colita con sus
tenazas, los van echando uno a uno en un potecito que encontraron en el solar
del patio, el juego lo gana quien atrape más “Cachicamos” hasta dejar el tronco
del Mango sin hoyitos de los infelices bichitos.
Ya
no está el solar del patio, ni el exuberante Mango, ni los “Cachicamos” pueblan
los suelos de aquellos terrenos llamados alguna vez “Hato 4
de Mayo” menos la casa de madera y sus viejos contornos; todo quedó sepultado debajo
del asfalto y el concreto de las Residencias “Alto Viento” de nuestra ciudad de
Maracaibo.
JLReyesMontiel.
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