Con mi hermana Sara, una foto despedida el año 2018. |
Inevitable revisar portales de redes sociales, encontrarse con fotos y
recuerdos familiares, horas felices compartidas y ese es el tesoro más hermoso
que nos lega los recuerdos de nuestros seres queridos, si pudo haber sido
mejor, tuvimos lo necesario y eso bastó para acercarnos y reconocernos en
nuestro apellido y padre fundador.
Si todo no fue perfecto, nos acercamos y eso fue lo importante que quiso
siempre nuestro difunto padre, reconocernos asimismo y reflejarnos en él, como
ser humano, hombre trabajador y productivo, honrado, decente (No admitía las
palabras vulgares) como mis tíos y tías Reyes Albornos, si fueron muy alegres y
fiesteros, supieron muy bien como pasarla muy bien en sus celebraciones, de eso
cuentan los anécdotas familiares de los viejos.
En un extremo de la vía principal del cementerio San José, en la ciudad de
Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela, está un modesto Panteón familiar, coronado por una escultura al mármol
de la Virgen del Carmen, en mi juventud siendo estudiante acudía al sitio, para
conversar con mi difunto padre, no sin antes orar y meditar ante su sepultura,
recordar los momentos compartidos de ese bendito espacio de tiempo, que dedicó a mi infancia, pues
a mis siete años cumplidos el partió a ese viaje al cosmos infinito como cuerpo
celestial.
Los acontecimientos definen el carácter de los hombres, a mis siete años la
muerte de mi padre fue una experiencia que puntualizó mi existencia, un antes y
después, llenando de escepticismo mis pensamientos, la primera noche de
hospitalización de mi padre, mi madre me pidió que rezara por la salud de papá
y me quedará dormido hasta mañana.
Al día siguiente, la agitada mañana se debatía entre la vida y la muerte de
mi padre, hasta su deceso final como a las once de la mañana, mis hermanos
Gilberto y Chila presentes, mamá le pidió a Fraín Cesar, nos trasladará a nuestra
casa para esperar el cuerpo de papá, mientras llegaba, el servicio de la
funeraria hacia arreglos en la sala principal de la casa, colocando el
mobiliario respectivo para las exequias
de los difuntos, aquello además de impresionarme fue doloroso, lúgubre y triste,
por meses mantuve una postura meditativa acerca del significado de la muerte.
De un niño extrovertido pasé a ser tímido y huraño, solía esconderme de la
gente para que no me vieran, mamá alarmada me llevó a un Psiquiatra en el hogar
Clínica San Rafael de Maracaibo, me trato un insigne galeno maracaibero y zuliano
el Dr. Humberto Gutiérrez, distinguido miembro de la ciencia académica de la Región Zuliana y de
Venezuela, su buen trato y guía profesional fue una estimulante experiencia, me
ayudo a superar mi trauma infantil.
El tiempo pasó, y estas letras son testimoniales personales, muy sentidos,
propios de mis pesares y alegrías, de mis vivencias, sin embargo, aún la muerte
me sigue causando penas, la despedida de personas cercanas, conocidas y
amistades, colegas profesionales, que hasta hace poco compartían en sus redes
sociales fotos de sus fiestas y viajes, de los lugares donde residían, de sus gustos y deseos,
de sus pensamientos, de su música, de sus letras poéticas y hasta de sus
composiciones musicales, y más
recientemente, la partida de mi hermano Fraín Cesar, con quien compartí desde
muchacho, pues si bien no éramos cercanos de edad, estuvimos contestes en ideas,
gustos y querencias por nuestra tierra y sus tradiciones.
JL Reyes Montiel.
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