José Luis Reyes Montiel Escribiente de Notaría |
Diagonal a este local de
cepillados, refrescos, empanadas y chucherías, se encontraba en el Centro Comercial Buenos
Aires, pero hacia su lado de la Dr. Portillo, justo al lado de una famosa
mueblería cuyo nombre si bien recuerdo era Hervigon, estaba la novísima para
ese entonces, Notaría Pública Tercera de Maracaibo, apenas tres (3) Notarías
existían en nuestra ciudad por esos años, la Notaría Segunda en el Centro Comercial VIlla Inés y la Notaría Primera en la avenida San Martín despues de 5 de julio, paralela a BellaVista; en la Notaría Tercera fui empleado como
escribiente siendo estudiante de derecho, hacía el primer año de estudios en la
Facultad de Derecho de la querida e inolvidable Universidad del Zulia.
Y cómo olvidar aquellos
florecidos y bonitos años de mi juventud, una de las épocas más hermosas de mi
vida, estudiaba en las mañanas y en las tardes trabajaba como escribiente en la
Notaría Tercera, durante el período de clases, en vacaciones y temporadas sin
clases, quedaba a tiempo completo, por cierto, eran frecuentes los paros de
profesores, empleados y obreros de LUZ, exigiendo mejoras salariales, bajo el
fundamento de proteger la autonomía universitaria.
Llama ahora mi atención, cuando
en mis tiempos de estudiante, se paraba la universidad por cualquier pretexto, auspiciada
con vehemente furia por los mismos Ñángaras que hoy la oprimen y marginan;
nunca estuve de acuerdo con los paros, pues los más perjudicados éramos
nosotros los estudiantes sin clases, los profesores, empleados y obreros se
tomaban sus días de descanso, a la final, continuaban devengando sueldos y
salarios y demás beneficios que la universidad les brindaban de su protección
social, en ese tiempo era un privilegio ser empelado de LUZ.
Aún con la penumbra de la mañanita,
marchaba raudo desde mi casa a la parada del Autobús universitario, en la
esquina de Haticos por Arriba y la avenida 103 principal de La Pomona, en el
sitio que antes era de una Farmacia, diagonal al Cine Lido, en ese lugar se
agrupaba el nutrido grupo de estudiantes del sector, al llegar el autobús era
una odisea montarse dentro, muchas fueron las veces que iba de banderita, como
decimos en Maracaibo, agarrados de las puertas del Bus, el conductor el señor
Machado, muy sensato conducía prudencialmente por las avenidas hasta llegar al núcleo
humanístico en su redoma de retorno, entrando por la Avenida Guajira.
Recuerdo mi primer día de clases
en la Facultad de Derecho, al llegar a Humanidades de novato sin conocer
aquellos hoy añorados espacios, le pregunté al señor Machado ¿Cuál era la
Facultad de Derecho? Mirando sobre sus lentes, como quien dice: -Estáis más
perdío que el hijo e’Linberth… Frunciendo su ceño me indicó, sin mediar
palabras, con su dedo índice el lugar de Derecho.
Aquella jornada estudiantil fue
mi tarea diaria, asistir a clases en las mañanas y en las tardes cumplir mis
labores transcribiendo contratos de arrendamientos, ventas y documentos de
mandato o poder sobre los Libros de Autenticaciones llevados por la Notaría,
siendo su Notario Público la Dra. María Cristina Cruz de Méndez (QEPD) y el
Jefe de Servicio el Dr. Javier Aranaga.
Al salir de clases a eso de las
11,30 para las 12 del mediodía, tomaba el carrito de Ziruma o la buseta, lo
primero que pasara, y me bajaba en la avenida Delicias, caminando por la Dr.
Portillo hasta la refresquería Yulimar, me compraba una Malta y una Empanada
Argentina, con eso almorzaba y quedaba bien resuelto, pues las dichas empanadas
eran enormes de tamaño, rellenas con Carne Molida aderezada de Orégano,
Aceitunas y Pasitas, una verdadera delicia para mi gusto personal; una vez
satisfecho, acudía a mi trabajo en la Notaría a la 1 en punto de la tarde.
En aquellos días, cuando apretaba
el calor de Maracaibo, me encontraba en la refresquería con las empleadas de la
Notaría, degustando los sabrosos cepillados de frutas naturales que en el local
se vendían, mareadas con la atención del hijo del señor argentino, un alto y
apuesto varón con su pelo largo encrespado, mientras las muchachas comentaban y
se reían entre sí de sus picardías, mientras yo consumía mi tremenda Empanada Argentina,
preparadas por el señor inquilino del local de la refresquería Yulimar, lo
cierto es que, como esas empanadas de sabrosas no las he vuelto a probar.
JLReyesMontiel.
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