Gracias primo “Falo” por
regalarnos éste magnífico recuerdo de tío Segundo, tu abuelo, que motivó las siguientes
líneas narrativas de los anécdotas e historias familiares, contadas entre tus
animadas tertulias, además de escucharte cantar los boleros del gran Felipe Pirela, en aquellos días de plácidos momentos compartidos en torno a la mesa familiar, entre palos y alegría, como decía el gaitero Parroquiano.
Tío Segundo, esposo de tía María
Mercedes Montiel Fuenmayor de Sánchez, hermana de mi madre Carmen Domitila,
quién le nombraba como el compadre Segundo Jorge, y así reconocido entre los
hermanos Montiel Fuenmayor, mis querendones tíos, que en paz descasen en la
gloria de Dios.
De cómo casó tío Segundo con mi
tía Mercedes, ese compromiso lo arreglo a decir de “Falo” nuestra abuela Mamá
Carmela, con una dote conformada por una posesión de tierras propiedad del
abuelo Papá Luis, José Luis Montiel Villalobos, y unas Morocotas de oro,
consignadas a tío Segundo.
Pero, tío Segundo, tenía un
hábito frenético por el juego, y aquella tarde pensando acrecentar la pequeña
fortuna otorgada en dote matrimonial, se las jugó a los dados con unos vivianes
de Maracaibo; pues tanto tío Segundo como tía Mercedes, eran vecinos de los hatos
ubicados más allá de la antañona ciudad de Maracaibo, cuyos límites apenas
llegaban al sector Las Delicias, un poco más allá del Nuevo Cementerio, llamado
posteriormente por su forma “El Cuadrado”.
Como era de esperarse, el tío
Segundo, perdió la apuesta a los Dados y en consecuencia sus Morocotas de oro, desapareciendo
de la escena familiar, por temor a las posibles represalias del abuelo papá
Luis, pero, la abuela mamá Carmela, más objetiva y práctica, se trasladó con la
joven tía Mercedes y algunos de sus hijos varones, desde el hato familiar “San
Luis” al vecino caserío “Santa Rosa de Tierra”, situado unas leguas más
retirado, entre las que fueron tierras de los hatos “Canchancha” y “Cabeza de
Toro”, para buscar al escondido novio de tía Mercedes, tío Segundo, en su
residencia.
Allanado el contumaz bisoño novio,
mamá Carmela le increpó: “Jorge Sánchez, tenéis que casate con mi hija Merceditas”…
Más luego el asunto pecuniario de las Morocotas, quedó resuelto con el
compromiso matrimonial asumido, quedando como dote la extensión de tierra que
le otorgaría por escritura pública el abuelo papá Luis a la pertinente pareja, de
ese modo tío Segundo, fundó al lado de tía Mercedes, como era la costumbre, un
nuevo Hato denominado “Mi Delirio” dedicándose a la producción agrícola y crías
de ganado mayor, menor y aves de corral.
Conocí a tío Segundo, un día de
fiesta familiar, en el patio de mi casa a la sombra del enorme árbol de “Ratón”,
donde unas grandes Iguanas descansaban asoleándose entre sus ramas, tío Segundo
entre la muchachada, nos comentaba que las Iguanas se comían y su carne sabía
igual que el Pollo, nosotros lo escuchamos con atención, siguiéndole los pasos
entre los Abrojos del solar trasero del patio, tío Segundo se quitó una cuerda
de fibra de Cocuiza, entorchada alrededor de su cintura, que le servía para
asegurarse sus pantalones, procediendo a formar con la cuerda un pequeño lazo,
fijándolo al extremo de un palo de Escoba, que yo diligentemente le conseguí, tirando
del palo de Escoba, se lo colocó alrededor del cogote a una Iguana y con su
hábil destreza la enlazó, llevándola al piso, para demostración y entretenimiento
de la animada e infantil concurrencia.
De aquellos años del Hato “Mi Delirio”,
me contó mi madre Carmen Montiel Fuenmayor, que tío Segundo vendía su
producción de frutas frescas desde su carreta tirada por Jumento,
transitando entre las colonias residenciales de los “Musius” ubicadas dentro de
la periferia de Maracaibo, para consumo de los empleados extranjeros de las empresas petroleras de
entonces.
Mi difunto primo hermano Antonio
Briñez Montiel, también me contó, que tío Segundo era un hombre de tez blanca y
ojos azules como dos gotas de añil, y esa característica caucásica le favorecía
con el trato con los “Musius” con la venta de sus productos agrícolas, comerciando además el tío Segundo, en las colonias extranjeras de empleados petroleros, la leche embotellada por su papá y esposo de mi tía María Trinidad Montiel Fuenmayor de Briñez, don Manuel Briñez Valbuena,
en la vaquera de la casa “Las Auras” donde con esmero y dedicado trabajo artesanal,
producía con el ordeño vacuno el vital alimento lácteo, para embotellarlo con estrictas
medidas de higiene, al igual la venta a los Musius, de la producción de Huevos, en su Gallinero de traspatio,
los cuales etiquetaba uno a uno con el sello en tinta de su firma unipersonal “Manuel Briñez” como muestra de pura calidad.
Tiempo después, tío Segundo se
dedicó al comercio en su tienda de abarrotes, junto a quien fue su mano
derecha, su único hijo varón Geramel Sánchez Montiel, tienda que por años
funcionó en un local propiedad de mi difunto padre Pascual Reyes Albornoz, adyacente
a la casa donde viví de carajito y como antes narré en este relato familiar, conocí por el año 1965 a mi tío Segundo, inmueble que antes era un viejo Hato, situado en la esquina
de la avenida 13 y calle 69A en Tierra Negra, hoy zona residencial de
Maracaibo, sector entre las calles 5 de Julio y Cecilio Acosta.
El camino providencial de la
vida, Geramel Sánchez Montiel, mi difunto suegro que en paz descanse, pues contraje
nupcias con su hija Mercedes Sánchez Ochoa, quien heredó de su abuelo Jorge Segundo
Sánchez Ferrer, su blanca piel y sus verdeazulados ojos, Dios me la guarde y bendiga.
JLReyesMontiel.
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