Así era mi mesa de estudiante un poco más o menos, tal cual la composición gráfica que muestro para hacerse una idea. |
Eran
los años 1973-1974, cursaba entonces mi segundo año del llamado ciclo básico
común en el Colegio San Vicente de Paúl, imposible olvidar a mis profesores
Manuel Negrón de Biología, Isidoro Zamorin de Física, al P.P. Casamayor de
Castellano, P.P. Luis Moreno de Historia del Arte, maestros de grata
reminiscencia en mi memoria.
Para
esa época, resultaba para nuestra generación “ciencia ficción” el mundo
cibernético de hoy día, para entonces los sistemas computarizados eran enormes
máquinas mantenidas con celo en los centros del poder mundial, y uno cursaba
sus estudios entre libros y cuadernos, entre el colegio, la casa y las bibliotecas, leyendo e investigando, aprendiendo y analizando contenidos para comprender, luego discerniendo para redactar y hacerse entender, así se estudiaba, como Dios manda.
Mamá
siempre fue meticulosa en eso de mi educación formal de escuela, y como ya
estaba iniciando mi bachillerato me regaló una máquina de escribir, marca Brother Deluxe 1350, muy buenas pues eran hechas en Japón, a esa maquinita le saque
muchísimo provecho, tanto así hasta adentrados los años 1997, y en mi pleno
ejercicio profesional como abogado, la usé profusamente redactando cartas, contratos
civiles, registros de comercio, diligencias, escritos y demandas, hasta 1995.
Esa
maquinita de escribir tenía una novedosa tecla roja al margen de la barra
espaciadora, que repetía el avance sin necesidad de pulsar constantemente la
barra grande de en medio, y recuerdo que a mi amigo y compañero de estudios
Roger Roa, muy observador y experimentador, trataba de determinar como operaba
esa tecla, mientras Gerardo Salazar nuestro común amigo y compañero de clases
le decía: -Ya le vais a romper la máquina a José Luis; muchachadas aquellas y
risueñas que nos pasaban.
Mi
primer trabajo de investigación, se trató sobre la “Evolución del Hombre” y lo
hice pulsando como decíamos: -Pollito picando maíz, tecla por tecla, tac, tac,
tac, tac, fue después con el uso frecuente y constante sobre el teclado que
aligeré versátilmente el tiempo y modo de escribir en mi máquina; recuerdo la
fresca mañana de febrero, debajo del árbol de Acacia en el patio de mi casa, sobre la mesa Roger,
Gerardo y yo, cada uno con su maquina de escribir, tomando los apuntes
necesarios para nuestro trabajo de investigación.
Mamá
me había regalado también una enciclopedia, que aún conservo con veneración, llamada Cientifica I y II por
Stanley A. Freed y Ruth S. Freed, editada en México, D.F. por John W. Clute,
S.A. 1967; y libro en mano tomé los datos necesarios para mi investigación,
pulsando sobre mi máquina de escribir, calcando con papel traslucido de un
“Block Caribe” algunas imágenes de mi agrado de la enciclopedia.
Aún
conservo dicha enciclopedia, un tercer tomo sobre La Vida en los Mares y Océanos
lo presté y desapareció, así mismito me pasó con el libro de Algebra de Baldor,
y aún así de vez en cuando caigo en la trampa dócil de prestar un libro a un
amigo, ratón del queso.
Sorpresa
la mía, cuando saqué un 20 en mi trabajo intitulado “El Lugar del Hombre en el
Reino Animal” en comparación con otros trabajos que habían presentado hasta
diapositivas los compañeros de clases, el profesor Negrón dijo en pleno salón:
-El mejor trabajo de investigación por su contenido es el de Reyes, algunos
compañeros protestaron, y el profesor Negrón sentenció: -Reyes fue el único que
formuló su planteamiento con base a la diversidad de razas humanas.
El ayer se escribe con los tipos impresos sobre el papel, desde la tinta
desvanecida de una cinta que gira en torno a dos émbolos mientras tipeo en mi vieja máquina de
escribir; en ella quedó resguardada por las yemas de mis dedos un pasado de sueños y esperanzas, de emociones y
pasiones juveniles, ciñendo mi
pensamiento, apoyándome en ella con la virtud del joven entusiasta que fui,
enarbolando banderas e ideas sublimes que nunca se cumplieron.
JLReyesMontiel.
1 comentario:
Excelente el último párrafo escrito para concluir el relato. Expresa los sentimientos de toda una generación. Lo comparto en su totalidad.
Gran abrazo José Luis.
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