sábado, 10 de septiembre de 2016

A la sombra de una Acacia.



En el centro del patio de mi casa, había un enorme árbol de Acacia, papá había dispuesto ese sitio para sembrarlo, recién mudamos por el año 1965 desde su otra casa de la calle Venezuela, situada detrás de la Basílica de San Juan de Dios, entonces apenas un incipiente arbolito, un amigo suyo le dijo maliciosamente –pa´que esa matica crezca... pasarán muchos años pa´que te de sombra- pero la buena tierra, el generoso riego de mamá y nuestro maravilloso trópico hicieron rápidamente su trabajo, la Acacia desarrolló nervudas raíces, un tronco vigoroso y frondosas ramas floreadas de época.

Durante los meses secos
se deshoja completamente
echando sus vainas llenas de
semillas sobre la tierra para propagarse
en invierno con las lluvias.
En verano el árbol quedaba deshojado, con tan solo sus negras y largas vainas , que al secarse emergían lanzadas desde arriba cayendo al piso, pasaban los meses mas calurosos junio, julio y agosto, y con las lluvias de septiembre se vestía nuevamente de sus innumerable y diminuta hojarasca intensamente verde, extendiendo sus ramas de lado y lado del árbol brindando una acogedora y fresca sombra, hogar de pajaritos, Chicharras e Iguanas

A mediados de noviembre el invierno se iba con las festividades de la patrona Nuestra Señora de la Chiquinquirá, llegaba diciembre con sus aires navideños el niño Jesús y la fiesta de fin de año, y luego ha mediados de enero a abril la Acacia se vestía de sus rojos escarlatas y encarnados en su floreado entorno llameante, desde sus capullos florecían múltiples pétalos y pistilos luminosos de intenso colorido amarillo y bermellón, deleite de Iguanas y seductores a la vista del transeúnte a pie o del pasajero que transitaba por la avenida lateral de nuestra casa.

Conocida como Malinche, Ponciana Framboyán,
Flamboyán, Flamboyant o Acacia
es una especie de la familia de las fabáceas
Una tarde de marzo llegó a nuestra casa una elegante dama, desde su Mercedes Bean bajó llamando a nuestro portón, mamá la recibió y ella se presentó, soy Magdalena Calcaño deseo apreciar de cerca su Acacia del patio, mamá acomodó dos sillas debajo del árbol, y brindó el respectivo e infaltable cafecito cordial a la visita, la señora Calcaño comenzó a conversar asumiendo como tema central la belleza de nuestro árbol, así como de todo el resto de nuestro patio sembrado de frutales y demás flora de jardín, enfatizando en la importancia y delicadeza que mamá le otorgaba al mantenimiento de aquel follaje.

Apartándose del dialogo, mamá le preguntó sobre su apellido refiriéndole a la escritora y poeta zuliana María Calcaño de la cual conocía su obra escrita “Alas Fatales” que el abuelo Papá Luis conservaba en su escritorio, y que muy clandestinamente leía, pues su lectura estaba prohibida a las muchachas de aquella época por considerarse de una narrativa erótica, como en efecto lo es, pero que por el uso de la metáfora y su lírica, resultaba agradable e inspiradora; -Claro que conozco esos poemas, yo soy su nieta- teníamos en nuestro patio a la nieta de la gran poetisa de Maracaibo y del Zulia, y no podía ser otra persona por la mixtura en el uso de la palabra en sus formas y expresiones hacía la naturaleza y su admiración por ella; aquella refinada dama sin saber estaba cultivando también en mí una febril inquietud hacía la palabra como instrumento de expresión del alma y los sentidos.

Árbol nativo de Madagascar
y es la flor nacional de Haití.
Siendo niño, recordando aquella tarde de marzo, solía sentarme a la sombra de mi Acacia tratando de hilvanar palabras y pensamientos, tuve conciencia por vez primera del tiempo y del espacio, de la vida y de la muerte, dolorosamente solo papá no estaba entre nosotros, y todos los sentimientos se agolpaban en mi corazón con imágenes sugeridas y formas de la naturaleza y del ambiente de mi patio, disfrutando quizás, flagelandome con mi propia tristeza.

La sombra de nuestra tupida Acacia que tantas veces sirvió de regazo a las horas de estudio de mi hermana Sara y yo, aquella sombra que resguardaba la limpia y fresca brisa entre febrero a abril, alojando tertulias familiares y tiempos de esparcimiento y juegos, dejaba sus engalanadas ramas y hojarasca nuevamente en mayo plenando el piso del patio de sus palitos y menudas hojas secas, hasta quedar nuevamente en su ramaje desnuda para señalar cual estacionario reloj el paso de los años de mi infancia pueril.

JLReyesM.






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