viernes, 29 de mayo de 2020

La Negrita de la Felicidad.


Por el año 1978, graduado de bachiller, superando etapas y sus complejidades, fijando metas y compartiendo inquietudes, se abren tantas posibilidades como ideas, y puedes comenzar a hacer aquello que más te gusta, siempre y cuando sea una acción edificante.

En esos años, ingresar a la universidad llevaba su tiempo, uno prácticamente perdía un año de espera, existía en ese momento una masificación estudiantil que abarrotaba nuestras universidades, con una juventud ávida de aprendizaje y superación, o quizás a la inversa, de superación y aprendizaje, eso dependía con el cristal con el que se mire. El asunto es que hacerse profesional en Venezuela era solo cuestión de interés y esforzarse por aprender, para alcanzar la meta de hacerse de una profesión.

En esa lacónica espera, se estrecharon lazos de amistad fraternales, de esas amistades que al paso de los años siembran sentimientos profundos de querencia, entre tertulias, risas, juegos, paseos y salidas al cine, practicar deportes, en fin, solo con el limite a lo imposible, cuéntese de todo el esplendor de una juventud maravillosa.

Un buen día, mi amigo Derlando y yo, fuimos al cine “Metro” al estreno en Maracaibo de la famosa película de Silvester Stallone “Rocky” la primerita de todas, nosotros comenzando a desandar caminando por la ciudad, de aquel evento cinematográfico, nos quedó una motivación ejemplar del personaje interpretado por Stallone, su voluntad y disciplina, de más estaría recordar el entramado del tema de dicha buena película, el asunto es que esa misma semana nos empeñamos en comenzar una actividad física de entrenamiento, trotando y haciendo ejercicios físicos para mantenernos en forma durante ese periplo de espera preuniversitaria.

Fue una tarde cuando acordamos encontrarnos en la esquina de la avenida 13A con calle 67 conocida como Cecilio Acosta, en ese punto y del otro lado de la acera, tomamos el bus de la Ruta 6 que nos trasladaría hasta el Polideportivo de la ciudad de Maracaibo, situado por el sector Los Olivos, para ese tiempo existía una estrecha carretera y para nosotros era algo bastante alejado del lugar de nuestras respectivas casas, Derlando residía en la Urbanización Maracaibo y yo en Tierra Negra.

Durante el camino íbamos muy atentos por los sitios por donde apenas era nuestro primer paso, aunque en una ocasión nos trasladaron desde el Colegio en autobús escolar para realizar parte de la barra de imágenes de unos juegos panamericanos, un tema de Michael Jackson cantando en español nos entretuvo mientras aventajados por la distancia, llegamos airosos al Polideportivo, bajamos del auto bus conversando sobre el tema que escuchamos en el bus y yo no podía creer que era Michael Jackson cantando en español, era su canción “Ben” inolvidable después le puse más cuidado al escucharla, algunos decían que se trataba de un ratón llamado “Ben” que en español nada tenía que ver su letra con el original, pero para bien y en la voz de Jackson resultó ser todo un éxito en su momento en Venezuela.

Nos internamos entre el inmenso diamante de concreto del Estadio Luis Aparicio, la Estatua del Grande Liga Zuliano nos observaba, paseándonos por las estribaciones del pavimento que le rodea, entramos a varios locales situados debajo de la tarima del estadio, visitamos las canchas de practica de Judo, Lucha Olímpica y finalmente Levantamiento de Pesas; de todas aquellas actividades deportivas fuimos desechando, el Judo mucha técnica y trancazos, de la Lucha Olímpica mucho sudor y manoseadera entre los jugadores, nos quedamos con las pesas.

Nestor Bracho.
Hoy vive, vía Los Puertos
de Altagracia, como
Cantor y Decimista,
dedicado a la cría y cultivo
en su Conuco. 
Nos presentamos con el entrenador de levantamiento de pesas, bajito y menudo, en nada nos pareció un entrenador de pesas, comentamos, pero bueno echamos para adelante apostando por las pesas, nos presentamos, conversamos con el entrenador, Profesor Néstor Bracho, nos indicó sus reglas, métodos de entrenamiento y los días con sus horas dedicadas a la actividad de su disciplina deportiva. Así fue, al trote sostenido dándole vueltas por seis veces al redondel del estadio, el entrenador Profesor Néstor Bracho nos arengaba: -Vamos chico, tú puedes hacerlo chico… luego nos indicaba una serie de ejercicios de calistenia, después de ese largo calentamiento fue cuando apenas comenzamos el entrenamiento con las pesas, el primer día salimos no molidos, desechos.

De regreso a nuestras respectivas casas, con el agotamiento del primer día de entrenamiento deportivo, caminando y de paso vimos a lo lejos un kiosco de refrescos, al acercarnos una linda morenita lo atendía acompañando a una señora algo mayor, nunca le preguntamos quién era la señora, pero asumimos que era, por su gran parecido, su mamá; en el kiosco además de refrescos, ofrecían un delicioso Guarapo de Limón con Panela, el cual pedimos en lugar de refrescos, pues, qué sentido tenía después de semejante entrenamiento físico beber refrescos con sus químicos, y en verdad el Guarapo resultó realmente especial y exquisito, muy sabroso y refrescante, después hicimos rutina tomarnos el Guarapo, el cual, por ocurrencia nuestra bautizamos como el Guarapo de La Negrita de la Felicidad.

Y en efecto, la empática muchacha siempre sonriente nos atendía con primor a Derlando a mí, nos servía el Guarapo muy alegre y jovial, hasta ñapa nos brindaba al terminarnos el Guarapo, haciéndonos sonrisas en su florecida juventud y en nuestra propia mocedad, total que cada día y al final de la jornada de entrenamiento al paso iniciado, nos decíamos: -Vamos para que la negrita de la felicidad, dada su carita sonriente al feliz momento de la labor deportiva cumplida, calmando el sublime cansancio y nuestra sed.

JLReyesMontiel.






     

1 comentario:

Derlando Ruíz Tello dijo...

Saludos. Muy diafana narración y descripción. Transporta al momento vivido. Bonitos días. Gracias.