Aspectos de un momento, lo vivido de la sencillez a la humildad, un sendero
estrecho de pleno gozo en cada instante, un presente eterno, el pasado solo son
recuerdos y el futuro incierto; cuantos se afanan en el ahora, para finalmente
morir en su momento, cuando le toca a las puertas de su existencia el implacable
arcano de la muerte.
De ningún modo pretendo afirmar el vivir sin obligaciones, el trabajo es
decoro imprescindible del hombre honrado, sin trabajo el día a día resulta un hastío
y la mejor manera productiva es procurarse de un empleo cónsono con nuestros
talentos, para que nuestra labor sea la de un artífice creativo, ser el mejor, no importa cuál trabajo, en
tanto seas el mejor en tu empeño virtuoso.
Los hombres vanamente se afanan en atesorar riqueza, y es donde centro mi
reflexión, así como el trabajo es parte de la vida, la contemplación es
esencial para el goce de estamentos superiores del ser, como dice la palabra: “No
solo de Pan vive el hombre”.
La filosofía es conteste con éstos conceptos vitales, sin embargo, quienes
se entregan como esclavos a la generación de riqueza, dejando a un lado los
aspectos más sublimes de su propia relación con el Universo, se pierden del
mayor de los tesoros, aquel comprendido por los dones que tan solo se llevarán a la tumba consigo mismo,
su esencia vital, sus vivencias en virtudes y porque no, en sus defectos.
Pensaba ésta semana en el fatal desenlace e ineludible soplo de la expiración,
así cuando nacemos suspiramos llorando, morimos en trance al infinito, las dos
caras del periodo vital, como en las matemáticas un segmento entre dos puntos
de una línea, la línea es la eternidad, el punto de inicio es nacer y el
consiguiente punto la muerte, pero la línea continua es infinita, aunque en la
didáctica explicación escolar, aparezca representada en el pizarrón como una línea
simple.
Ese espacio entre gestación y pensar, cuando el que está por nacer viablemente
se considera un ser humano, y aquella primera chispa de conocimiento consciente
de nuestra existencia, nos revela el milagro maravilloso de vivir. Ya lo decía
René Descartes, primero pienso luego existo. Aquel espacio vacío y sin
pensamiento, discierno que así es la muerte, un profundo sueño, entre segmentos
de una línea infinita y eterna, la vida.
Aristarco |
Hoy me encontré entre mis recuerdos, la foto de mi Gato Aristarco, mi buen amigo incondicional y silente compañero de tragos, mirándome desde el mesón del patio de mi casa “La Milagrosa” en Maracaibo, estado Zulia, Venezuela; su mirada encierra toda la complejidad de un ser consciente, como negarle su condición de pensamiento, si su mirada refleja todo el cariño del mundo. En mis días de solariega paz familiar, el goce de compartir aquellos detalles que hacen grande aquellas cosas más sencillas, como las definía el poeta Aquiles Nazoa, son inagotables tesoros, regalos providenciales de entender nuestra relación con el cosmos universal, nuestro estrecho vínculo con la naturaleza.
Nada ni nadie puede desvincularse de la verdad, aquella que aflora del Derecho
Natural, de las bases mismas de la perfecta creación de Dios, haciéndonos para
la procreación de cada especie, varón y varona, macho y hembra, entre todos y
cada uno de los seres vivientes; Einstein dictaminó que “Dios no juega a los
Dados” porque entendió después de apreciar, estudiar y calcular el Universo,
que nada resulta por el azar.
Y yo afirmo, todo está en una eterna relación intersubjetiva, tan sublime y
profunda como profesa la prosa poética del inglés John Donne: “¿Quién no echa una mirada al
sol cuando atardece? ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla? ¿Quién no
presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe? ¿Quién puede desoír esa
campana cuya música lo traslada fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla
entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del
todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me
encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan
las campanas; doblan por ti”.
JLReyesMontiel.
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