Desde éste lado austral del continente suramericano, el clima del país que
me acogió, Chile, comprende sus cuatro estaciones distinguibles, en cuanto a la temporada invernal, viene la
primavera floreciente con sus verdes acentuados y su benévolo clima, luego
entra el verano caluroso, para darle paso al otoño visualizado con la caída de
las hojas de los árboles y la hojarasca tendida como alfombras en las plazas y
parques de la ciudad de Santiago.
Un detalle importante, el clima variable entre temporadas, va del frio al
calor de un día para otro, como también de una semana para otra, eso depende,
según he observado del movimiento de los vientos que llegan desde el inmenso
océano Pacífico, Chile está tendido en línea entre sus aguas y el muro
formidable de la cordillera Andina, creando un hábitat excepcional, respecto de
otros lugares de éste continente.
La gran cordillera andina es la columna vertebral de América del Sur, según se vea, comienza en éste extremo y
termina allá en el norte de Venezuela, pasando por Bolivia, Perú, Ecuador y
Colombia, antes de desvanecerse en las Lomas de Cubiro, en el centro occidental
estado Lara en Venezuela.
Una mañana en Santiago. |
Atardecer en Santiago. |
Yo, que he querido siempre las mañanas, las tardes me causan el trepidar de
la nostalgia, la despedida de cada día, con sus ocasos y sus noches para irse a
dormir, es como morir cada día, por eso las mañanas son mi alegría permanente,
porque al despertar en ellas nazco nuevamente, me renuevo y reconstruyo con los
primeros rayos del Sol, y vienen a mi memoria los más lindos momentos de mi
infancia, cuando correteaba por entre los árboles del inmenso patio de mi casa
familiar.
Gracias Dios creador por tu providencia y bondad, por cada día en sus
mañanas, por regalarnos ese aliento de vida en abundancia, reflejo de tu liberalidad
para con tus hijos que te temen y guardan tus mandamientos, aún pecadores como
somos, tratamos de hacer bajo tu gracia infinita una vida sana, perseverando en
tu voluntad hasta nuestra despedida al cosmos celestial.
Les decía, explicando el clima de éste lado de nuestro continente, porque a
diferencia de Venezuela, nuestro clima solo evidencia invierno y verano, con
sus lluvias o temporadas secas, salvo las regiones montañosas que se decoran
sempiternas con una eterna primavera, beneficiadas por las alturas de sus
cordilleras Andina y Central de la Costa, las selvas tropicales lluviosas de la
Sierra de Perijá (Zulia), Sierra de San Luis (Falcón) y Sierra Oriental, y al
sur de Venezuela el gran macizo Guayanés, con su arquitectura de tremendos y
ancestrales Tepuyes, sembrados como fortalezas protectoras de la selva, bajo
cuyo manto protector conviven los Yanomamis, Piaroa, Jivi, Yekuana y Pemón, hoy
perseguidos por los depredadores del Arco Minero del padre río Orinoco, bajo
los auspicios de un régimen de oprobio.
Ésta semana sus tardes inspiraron mi musa, publicando dos prosas, una
dedicada al ocaso austral desde el balcón del departamento y con la vista del
gran Cerro “Renca” cuyo nombre según leí, proviene de la lengua Mapuche el
mapudungun, y significa “lugar pedregozo” el cual, tal como se pueden
evidenciar en mis fotos, es un punto destacado en Santiago, visto desde ésta
municipalidad de Quinta Normal y ubicado entre los municipio Renca y Quilicura,
cuya prominente forma triangular, permite desde su cima la vista de una hermosa
panorámica general de ésta capital de la República de Chile.
Musa ineludible, cargada de emociones afinadas de excelsa añoranza, allá, en
el extremo norte de ésta nuestra América, quedó la patria bonita y lejana, el país de mi niñez, juventud y
crecimiento como padre de familia, la bendita geografía venezolana que
recorrí de occidente a oriente con mi
esposa e hijos durante vacaciones escolares, desde la isla de San Carlos a
Zapara, sus Andes, Lomas de Cubiro, Sierra de San Luis, Chichiriviche,
Morrocoy, Choroní, Morros de San Juan, Ciudad Bolívar, Guayana, Puerto Ordaz y
hasta los Castillos en la entrada del Delta del Orinoco.
JLReyesMontiel.
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