En la esquina de la avenida 13A con calle 70, estaba el local donde por muchos años atendió al público “Abasto Quintero” inmueble propiedad de una señora que vivía aledaña al local, Tía de Danilo el sempiterno novio de Norka la hermana de Olga de Montiel, esposa de Joseito mi primo
El marchante del Abasto
Quintero era un señor de nacionalidad italiana, de nombre el Sr. Gabriel, digo
Sr. Gabriel porque de ese modo los menores trataban a sus mayores fuera quién
fuera, nos enseñaban a respetar, pues bien el Sr.Gabriel tenía alquilado el
local y permaneció por años al frente del mismo, que cuantas veces hice
mandados al Abasto Quintero, perdí la cuenta, pero no la del mandao: Un paquete
de pasta Ronco Un Bolívar, Un Real de
queso de año y Un Real el pote de
salsa, almuerzo resulto con Dos Bolos
y a dormir.
El frontis del
local de “Abastos Quintero” al estilo de los viejos abastos de Maracaibo, con su
alto enlosado a tres escalinatas, dos
grandes puertas de madera a dos alas,
mostrador de cal y canto, con su alto techo, aleros y sus cuatro gárgolas
respectivas para expeler el agua de la lluvia, invitaba al consumo de refrescos
y chucherías que en su interior se ofrecían al público, desde quesos, plátanos,
bollos de pan, pan dulce y bizcochos,
galletas de huevo, víveres, artículos de
limpieza, escobas, cotizas, lampazos,
hasta tortas, calabazates, paledoñas, conservas de leche, maduro, guayaba,
naranja, entre otros dulces, caramelos, chupetas, chicles y golosinas,
contenidas en grandes frascos sobre
el mostrador. Como olvidar el sabor
especial de una pasta (torta al
huevo) con una deliciosa Green Spot
refresco de naranja que hasta los gajitos traía.
Y como dejar en el
tintero las célebres “Sorpresas”
consistía en lo siguiente: Uds. ven los rollos de papel sanitario, al
terminarse queda un cilindro de cartón en forma de tubo como de dos pulgadas
aproximadamente, que las damas y señoritas empleaban antes para hacerse los rollos, pues bien, estos cilindros de
cartón eran aprovechados por el fabricante de las sorpresas eran forrados con papel cebolla de colores, y en su
interior le introducían caramelos y coróticos
(pequeños juguetitos de plástico o metal) que al desenvolverlos hacían de la
curiosidad y la sorpresa de los niños de entonces por una lochita su valor.
Era característica
del Sr. Gabriel su neurastenia, a veces estaba de risita y echándole bromas a
uno, como otro día amanecía de mal humor, encarado, regañón y refunfuñón, conocidas
por demás sus peloteras con su señora
esposa, una italiana grandota y doble, mucho mas grande que él, que a duras
penas el descarnado Sr. Gabriel
controlaba, cuando peleaban y habían extraños en la tienda, solían discutir en
su idioma para evitar que la gente asumiera el contenido de la reyerta familiar
y a fuerza de jeringonzas atendía a
uno.
Tenían una hija,
Rita, una muchacha muy agraciada alta de grandes bustos, largos y castaños
cabellos, muy pero muy blanca, ojos color miel y cara bonita, pero muy, muy
conversadora y pizpireta, otro joven
era su hijo varón, muy circunspecto y
dedicado a su trabajo de reparación de radios y TV. Podría decirse que la hija
era muy parecida a su mamá y el hijo a su papá.
Cuando nos mudamos
a la Pomona, el abasto funciono por algunos años más, hasta que la dueña, la
Tía de Danilo el usucapido novio de Norka, por temor al tiempo transcurrido que
el Sr. Gabriel había estado al frente del alquiler de local, que le daban un
derecho preferencial a adquirirlo en compra, mandó a su desocupación. Hoy se
encuentran ocupando el inmueble, por unos carpinteros vallenateros que le han rebajado al local categoría y le han hecho
perder su carisma de abasto típico marabino.
Años más tarde, por
el año 1982, venía caminando con mi geva de
estudiante, de regreso de la Facultad, por una vía principal en el sector entre
Ziruma y La Trinidad, que desde la avenida Guajira sale hasta Delicias, llegamos
mi compañera y yo a una pequeña tienda a tomarnos unas maltas, como solía
hacerlo en mis largas caminatas universitarias, al llamar la atención del
dependiente, fue una grata sorpresa para mí, reencontrarme con el Sr. Gabriel.
Resulta que se
había instalado en ese sector al desocupar el local del “Abasto Quintero” al
reconocerlo ver su canoso pelo me dí a conocer y enseguida me recordó, preguntó
por mamá y mi hermana Sara, al hablar de aquellos años una delgada línea de
lagrimas nublo su mirada y el claro entrecejo de su frente frunció sus
sentimientos reprimidos, me habló de su tierra, Sicilia, de cómo llegó con su
esposa e hijo a Venezuela, de cuando nació Rita ya en nuestro territorio, de
cómo se levantaba a la 3 de la mañana para comprar en el Mercado de Maracaibo
el fallo de la tienda y abrir a las seis de la mañana de cada día.
Uno de estos días
pasaré por allí, por donde está su abasto, un poco antes de la avenida Las
Delicias, desde Humanidades hacía Delicias, entre Ziruma y La Trinidad, para
tomarme una malta y refrescarme el Sol de las tres de la tarde, en la tienda del Sr. Gabriel.
José Luis Reyes.
1 comentario:
Hola Jose Luis, soy Leyda Gonzalez mi hermana y yo estudiamos en la Escuela El Libertador entre los años 68 y 69 y estoy interesada en tenr fotografias de la escuela, tengo una de un libro y ahora esta que publicas de tu casa, recuerdo que en esa casa vivia una compañera de estudios de mi hermana (o tal vez en la de al lado, mi correo es cienciasunomacaro@gmail.com Macaro es el instituto de la UPEL en donde trabajo como profesora
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