domingo, 6 de mayo de 2012

Entre Jazmines y Zábilas.


En el patio de mi casa, aquella en la Maracaibo de 1970 de la calle 69A con avenida 13 de Tierra Negra, existía un verdadero calidoscopio vegetal, mamá muy aficionada a la flora, había reunido en el patio de la casa su microcosmo verde, con palitos que tomaba de cuanto arbolito era de su agrado, tambien con con semillas que secaba al Sol y luego plantaba trasplantadas a la tierra llana, otras que le regalaban y otras no tan regaladas provenientes del arrebatón de jardineras ajenas, en fin todo es permisible cuando de aficiones se trata.

Si no tenía para colocarlas en materos, apelaba a cuanto envase se lo permitía, potes, potecitos, botellas y frascos; recuerdo ahora, en el frente de mi casa, un vetusto árbol de Acacia lo aprovecho mamá para hacerle unos materos, el árbol había sido presa del comején y socavado en su interior de su troncopor lo que ideó mamá rellenarlos con piedras y en la parte de arriba sellarlos con cemento, moldeándole dos grandes materos, que emergían del tronco de la vieja Acacia, allí plantó una variedad de plantas de jardinera desde Bella a las Once hasta Barbas de Capuchino, dándole un cromático acento visual al anquilosado tronco.   

Del herbario medicinal algo les había adelantado en el relato “Las semillas voladoras” hoy les diré que mamá también solía sembrar en un apartado del patio a modo de barbacoa, plantas de Llantén, Albahaca, Romero, Orégano entre otros, que junto al árbol de Ratón, los Limones, las hojas de Naranja y el Algodón de Seda, constituían la despensa a la que acudir para obtener a la mano remedios caseros, y disponer tambien para la sazón de la comida; y hasta para aligerar el cuerpo cuando pesadumbroso es oportuno un aromático bañito con agua hervida de Ratón, Romero y Albahaca, para aligerar las vibraciones y recargar energías positivas. 

A modo de recomendación, después de hervir las hojas en una ollita y una vez reposado, despues de ducharte te aplicas el dicho bálsamo del combinado vegetal: Ratón, Romero y Albahaca, rezando muy devotamente un Padre Nuestro, una Salve y un Gloria, sales de ese baño gozoso y en armonía con el Universo Celestial.

De todos los árboles del patio, el mas frondoso era una enorme Caucho, situado en el frente de la casa, sus raíces adventicias y ancho tronco invitaban a disfrutar de su fresca sombra, cuando en las tardes descubrí bajo su follaje mi sitio predilecto para la recreación vespertina y el estudio, coloqué unas tablas recostadas a su tronco a modo de banqueta, allí los alisios del norte refrescaban mis pensamientos volando espacios y tiempos, allí sentado y contemplativo leía poesía y meditaba, durante largas horas de la tarde y muchas veces hasta oscurecer, debajo del Caucho y en el frente de mis casa, alguna vez leí estos versos de Rubén Darío “…juventud divino tesoro, te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer… En vano busqué a la princesa que estaba triste de esperar. La vida es dura. Amarga y pesa. ¡Ya no hay princesa que cantar! Mas a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin; con el cabello gris me acerco a los rosales del jardín... juventud divino tesoro, te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer…”. Ahora con los años que vigentes resultan para mí estos versos.

En cuanto a Mangos, ni hablar de variedades, los había pequeños y grandes, fibrados y de pura pulpa, tres matas en el costado Este y dos matas en el costado Oeste, en las tardes de vacaciones, cuando el hambre pegaba, me preparaba con un mango verde unos picaditos con sal y pimienta, y a la panza.

Si de sed y calor se trata, una limonada con hielo picadito, no la supera aún ni la última Coca Cola en un Desierto, en efecto, los hermosos y cargados limones de casa, se tomaban del árbol de Limón que sembrado al margen de la cerca colindante y en toda la entrada en el portón del garaje, daban sombra al lugar y en flor un aroma a esencias de lima limón, en realidad se trataba de tres matas de Limón de diferentes variedades, unos eran mas grandes que otros, mas jugosos o menos jugosos, el caso era que nunca faltaban limones para la mesa. Un dato, así lo hacía mamá, si conservar los limones quieres, para que no se marchiten y sequen, entiérralos en la arena bien en una jardinera, maceta o matera, o cúbrelos con arena en un pote, duran por mucho mas tiempo, se amarillan y se ponen mas jugosos. 

De las Guayabas de Carmen Cecilia, cuyos arbolitos mamá trajo en tarros desde Santa Cruz de Mara, las sembró en la parte trasera del patio de la casa, habían cuatro variedades, por cierto una variedad era una Guayaba blanca que hace tiempo no veo en el mercado. 

Hicacos, Lechosas, Nísperos, Plátanos y Guineos, eran los otros frutales de mi vieja casa, acompañados entre jardineras, materos, arbustos, enredaderas, Rosas, Jazmines, Carmelitas, Cayenas y Berberías; las Zábilas, las Serpentarias, un enorme árbol de No Me Olvides, Un Roble o Apamate, y dos Cocoteros, hacían el cenáculo a la botánica con las botellas contenedoras de palitos con raíces en gestación listos para la siembra.

El punto final es para la Zábila, de sus propiedades curativas dan fe infinidad de personas, por sus efectos antibióticos, analgésicos, depurativos, cicatrizantes, adelgazantes, y aún son objeto de investigación.   

Un anécdota sobre los Limoneros colindantes, como éstos echaban sus ramas hacía la casa vecina, donde a cuya sombra y resguardo, todas las tardes, una "patota" consumía de la hierba conocida entonces como "mafafa" yo muchacho todavía, me sentaba a estudiar a la sombra y en el umbral del tronco del señalado árbol de Caucho, aprovechando la brisa norte del lugar; los universitarios "mafaferos" por cierto muy silentes y respetuosos, nunca se hicieron escandalos ni sentir de ningún modo hacía nuestra casa, de no ser por el cerril aroma a monte quemado del sicotrópico, traído por el viento, hubiesen pasado desapercibidos, pero, pero ¿Cómo supimos que era mafafa? por una amiga de mamá enfermera profesional  María Dinalti, en una de sus tantas visitas a mi casa, al percibir el olor nos dijo de lo que se trataba; ella muy valientemente, inquirió a los jóvenes, y éstos se excusaron, ella les rompió los cigarritos de mafafa y no pasó mas nada. El caso es que, yo seguí estudiando recostado en el tronco del Caucho de mi casa al cobijo de su sombra y ventilado por la brisa de ese lugar del patio, donde muy a pesar del montaraz aroma a mafafa llevado por el viento, memorizaba mas rápido y me resultaba mas fluido el conocimiento.

JLReyesMontiel.







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