Un día de tantos
del año 1968, viajamos una fresca mañana mamá y yo a Santa Cruz de Mara, salimos de mi casa en la 69A hacía la avenida
15 Las Delicias, nos colocamos en la parada de los autobuses y esperamos el bus
de Campo Mara, ya que era la ruta de
salida de los buses de La Rosita,
Cachirí, El Moján, hoy es la avenida 16 desde su intersección con la calle
75, para ir hacía ese Municipio productor agrícola por excelencia de nuestra
región zuliana.
Una vez en el
autobús, comenzamos el periplo por la carretera y a todo lo largo de la rivera
de nuestro entonces un poco más límpido lago, pasamos por la alcabala de la
Guardia Nacional que antes estaba sobre el puente del canal de aguas que de Cabeza de toro se dirige hacía la laguna
Las Peonías, donde siempre se han
establecido de lado y lado restaurantes de pescado frito, recuerdo especialmente
el famoso “Paseo Venecia” cuyos sabor
y sazón inigualable e inimitable lo caracterizan.
Un poco mas allá,
comenzaba la empalizada de manglares y salinas, con sus aguas cual espejo
reflejaban el cenit azul abierto e inmenso que se adelantaba a la carretera
entre la tierra y el cielo, bordeada de Cocoteros, Cujies, enredaderas de
Papayitas de Pasión, Uvas de Playa y Cardones, regalando a mi vista los matices
mas hermosos de nuestra flora regional.
Toda esa ranchería
y comercio de hoy acabó con aquel paisaje natural, destruyendo gran parte del
Manglar que acompañaba al viajero hasta San Cruz de Mara, para cegar y ganar
terreno y levantar sus improvisadas construcciones.
Llegamos entonces,
como a media mañana, al conocido sector Gigante Verde, yo recordaba el
comercial de los guisantes enlatados, cuando al apearme del autobús, sobre la
arena agreste del camino de entrada, comenzamos desde luego a caminar trilla
adentro, buscando la casa de Carmen Cecilia Montiel de González, en efecto unos
dos kilómetros de camino saludando mamá a conocidos, sobrinos y sobrinas,
pasamos por la casa de Agueda Montiel de Villalobos, hermana de Carmen Cecilia,
sobrinas de mamá, por ser hijas de Pancho Montiel, tío mío, pero ese será otro
tema de otro cuento, pero por el momento seguimos con Carmen Cecilia, llegamos
entonces a una gran extensión de terreno recién arado, aún el polvo levantado
por la maquinaria rural se arremolinaba en el umbral de la puerta de la casa de
Carmen Cecilia, cuando sonriente, con una sonrisa tan grande pero tan grande
que toda la dicha del mundo no cabría en ese solemne instante, le pidió la
bendición a su tía Carmen, mi madre, y se abrazaron en mutua e infinito regocijo.
Comenzó así la
cordial conversación, preguntando por familiares y amigos, recibiendo noticias
de sucesos, difuntos y otros tantos temas triviales, yo por un rato salí a
caminarme el sitio, estaba todo inculto, apenas se preparaba la tierra arándola
totalmente, sin una sola mata frutal sobre su superficie, apenas la casa en el
centro de semejante posesión agrícola, todo era tierra arada y horizonte, la
brisa levantando la arenisca producía repentinamente pequeños tornados que se
desvanecían con la misma facilidad con la cual se ocasionaban. Asomado desde la
ventana de la casa de Carmen Cecilia, me protegía del incandescente Sol del
mediodía, el susurro del viento plagó mis impresiones, por un instante sentí
una inmensa soledad, el paisaje y el silencio del campo son como una dosis de
ensoñación y paz, un encuentro con los instintos mas remotos del ser humano.
Luego Carmen
Cecilia llamó a la mesa, sobre el plato de porcelana blanca un maduro como un cuerno de vaca con el
contorno del blanco arroz acompañaba un churrasco
de res decantando sus grasas sobre el fondo del receptáculo. Después, me quedé
dormido y del regreso a casa no me acuerdo, quedando en el tiempo estas
memorias infantiles de un encuentro feliz, de un día feliz, que viví y atesoré.
Años más tarde, década
de los 80, ya hombre, visitamos nuevamente a Carmen Cecilia, conocí entonces a
su esposo Nelsón González, productor agrícola reconocido de esos terruños
marenses; ya la tierra arada había rendido sus frutos mas de una vez, grandes
Nísperos, Mangos, Yucas, Lechosas, Plátanos, Patillas, Melones y Guayabales rodean
la solariega casa y cubren ahora con su sombra la basta extensión de terreno
que conforma la Granja de los González Montiel.
Hoy, hace tiempo no voy por esos sembradios, me conforta pensar que las dos Carmenes tertulian ahora en otros paisajes mas celestiales y hermosos.
José Luis Reyes
Montiel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario