sábado, 26 de mayo de 2012

Un encuentro feliz.


Un día de tantos del año 1968, viajamos una fresca mañana mamá y yo a Santa Cruz de Mara, salimos de mi casa en la 69A hacía la avenida 15 Las Delicias, nos colocamos en la parada de los autobuses y esperamos el bus de Campo Mara, ya que era la ruta de salida de los buses de La Rosita, Cachirí, El Moján, hoy es la avenida 16 desde su intersección con la calle 75, para ir hacía ese Municipio productor agrícola por excelencia de nuestra región zuliana.

Una vez en el autobús, comenzamos el periplo por la carretera y a todo lo largo de la rivera de nuestro entonces un poco más límpido lago, pasamos por la alcabala de la Guardia Nacional que antes estaba sobre el puente del canal de aguas que de Cabeza de toro se dirige hacía la laguna Las Peonías, donde siempre se han establecido de lado y lado restaurantes de pescado frito, recuerdo especialmente el famoso “Paseo Venecia” cuyos sabor y sazón inigualable e inimitable lo caracterizan.

Un poco mas allá, comenzaba la empalizada de manglares y salinas, con sus aguas cual espejo reflejaban el cenit azul abierto e inmenso que se adelantaba a la carretera entre la tierra y el cielo, bordeada de Cocoteros, Cujies, enredaderas de Papayitas de Pasión, Uvas de Playa y Cardones, regalando a mi vista los matices mas hermosos de nuestra flora regional.

Toda esa ranchería y comercio de hoy acabó con aquel paisaje natural, destruyendo gran parte del Manglar que acompañaba al viajero hasta San Cruz de Mara, para cegar y ganar terreno y levantar sus improvisadas construcciones.

Llegamos entonces, como a media mañana, al conocido sector Gigante Verde, yo recordaba el comercial de los guisantes enlatados, cuando al apearme del autobús, sobre la arena agreste del camino de entrada, comenzamos desde luego a caminar trilla adentro, buscando la casa de Carmen Cecilia Montiel de González, en efecto unos dos kilómetros de camino saludando mamá a conocidos, sobrinos y sobrinas, pasamos por la casa de Agueda Montiel de Villalobos, hermana de Carmen Cecilia, sobrinas de mamá, por ser hijas de Pancho Montiel, tío mío, pero ese será otro tema de otro cuento, pero por el momento seguimos con Carmen Cecilia, llegamos entonces a una gran extensión de terreno recién arado, aún el polvo levantado por la maquinaria rural se arremolinaba en el umbral de la puerta de la casa de Carmen Cecilia, cuando sonriente, con una sonrisa tan grande pero tan grande que toda la dicha del mundo no cabría en ese solemne instante, le pidió la bendición a su tía Carmen, mi madre, y se abrazaron en mutua e infinito regocijo.

Comenzó así la cordial conversación, preguntando por familiares y amigos, recibiendo noticias de sucesos, difuntos y otros tantos temas triviales, yo por un rato salí a caminarme el sitio, estaba todo inculto, apenas se preparaba la tierra arándola totalmente, sin una sola mata frutal sobre su superficie, apenas la casa en el centro de semejante posesión agrícola, todo era tierra arada y horizonte, la brisa levantando la arenisca producía repentinamente pequeños tornados que se desvanecían con la misma facilidad con la cual se ocasionaban. Asomado desde la ventana de la casa de Carmen Cecilia, me protegía del incandescente Sol del mediodía, el susurro del viento plagó mis impresiones, por un instante sentí una inmensa soledad, el paisaje y el silencio del campo son como una dosis de ensoñación y paz, un encuentro con los instintos mas remotos del ser humano.

Luego Carmen Cecilia llamó a la mesa, sobre el plato de porcelana blanca un maduro como un cuerno de vaca con el contorno del blanco arroz acompañaba un churrasco de res decantando sus grasas sobre el fondo del receptáculo. Después, me quedé dormido y del regreso a casa no me acuerdo, quedando en el tiempo estas memorias infantiles de un encuentro feliz, de un día feliz, que viví y atesoré.

Años más tarde, década de los 80, ya hombre, visitamos nuevamente a Carmen Cecilia, conocí entonces a su esposo Nelsón González, productor agrícola reconocido de esos terruños marenses; ya la tierra arada había rendido sus frutos mas de una vez, grandes Nísperos, Mangos, Yucas, Lechosas, Plátanos, Patillas, Melones y Guayabales rodean la solariega casa y cubren ahora con su sombra la basta extensión de terreno que conforma la Granja de los González Montiel.  

Hoy, hace tiempo no voy por esos sembradios, me conforta pensar que las dos Carmenes tertulian ahora en otros paisajes mas celestiales y hermosos.

José Luis Reyes Montiel.

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