sábado, 7 de abril de 2012

Las Tarjas de la señora Menena.

En la esquina de la calle 69 con avenida 13-A, diagonal al Colegio San Vicente de Paúl, estaba el famosísimo “Abasto Menena” muy especialmente para sus generaciones de exalumnos de las décadas 1960–1970, cuando aún la tranquilidad y seguridad de nuestra ciudad de Maracaibo permitía a los muchachos y jóvenes estudiantes salir incluso en horas de recreo a la tienda de la señora Menena para comprar una que otra chuchería o refresco.

A que la señora Menena se conseguía de todo, menos licor, en las tardes sus arepas y cachapas de maíz eran muy apetecidas, había pan francés también, helados, leche y mantequilla Alfa, quesos semiduro y de año, charcutería, víveres, carnes, pollos, entre otros productos, era un negocio prospero siempre había gente comprando entrando y saliendo mercancía, de haberse ampliado el local pudo desarrollar un supermercado, pero la sencillez y humildad de la señora Menena no aspiraba sino vivir dignamente el día a día.

Menena era una señora muy trabajadora, base de una familia que con el tiempo continuó en el lugar negocios de muy buen futuro;  mamá me comentó que eran oriundos de Santa Cruz de Mara, la señora Menena solo empleaba a sus familiares, entre sus sobrinos especialmente, recuerdo a Abilio, el fiel dependiente de Abasto Menena, trabajo en la tienda durante años hasta su cierre, era un digno hijo del Municipio Mara, alto de buen porte, blanco y catire, parecía europeo.

La señora Menena fue buena amiga de mamá y solidaria mujer, a la muerte de papá la situación económica de nosotros se vio afectada, llegó el momento critico y mamá no tuvo otra alternativa que “echar unos fiaos” a la señora Menena, mamá muy apenada por supuesto, encontró el apoyo fraterno de la señora Menena, quién además le expresó -ya sabe Sra. Carmen, Ud. viene con confianza, no vaya a dejarme a sus muchachos sin comer ni un solo día- esa fue la señora Menena, Dios la tenga en su gloría.

Pasó algún tiempo, la situación financiera de la familia mejoró con la venta de la casa de la calle Venezuela que papá nos legó a su muerte, y un buen día mamá saldó sus cuentas con la Tienda de la señora Menena, la señora muy contenta y mamá muy agradecida, la señora Menena en honor a la verdad no esperaba el pago por parte de Mamá, pues veía en ella a una viuda con dos hijos.

Así las cosas, mamá continuó fiándole a Menena, y mamá cancelándole oportunamente, un anécdota de esos tiempos, era costumbre y una tradición de las tiendas de entonces dar ñapas, si uno compraba bastantes productos o cancelaba oportunamente las tarjas del  fiao (éstas son las cuentas por cobrar llevados por los comerciantes de la época, anotadas en una libreta o simplemente en un cartoncito en dos ejemplares, uno para el negocio y otro para el cliente, donde se registraban las créditos) al pagar entonces el propietario del negocio te ofrecía la ñapa, la cual consistía en un pedazo de queso o torta, un refresco, jugo o una chicha, mamá solía recibir de ñapa por sus pagos un frasco de dulce, bien sea de piña, lechosa, huevos chimbos, caujil, limonzon, y uno requetecontento por el detalle.

Detalles que la avaricia de estos tiempos ha hecho desaparecer en el olvido, y del fiao, ni hablar, generalmente los negocios colocan a la vista, avisos que dicen jocosamente: “El que fiaba se murió” “Solo fío a personas mayores de cien años” “Hoy no fío mañana si” muestra que el crédito que significa confianza, credibilidad, seguridad, es letra muerta tanto por parte del comerciante como del consumidor irresponsable.

Un personaje muy famoso en el sector Tierra Negra de esos años, fue el llamado “el loquito de Menena” era un sobrino de la señora Menena, que de loco no tenía nada, se desempeñaba como empacador del otroricima “Supermercado Pekín” del chino Jaime Siu, situado en toda la intersección de la Av. 15  Las Delicias con la Calle 69A, luego estuvo allí el “Valle Claro” del compañero SVP “Toñin” Valles.

Recuerdo que con cien Bolívares mamá hacía la compra, en la caja estaba el referido joven, empacaba por especie y peso los productos, lo más pesado abajo lo liviano arriba, víveres en una verduras en otra y así sucesivamente, en unas bolsas grandes de papel ocre, luego salía esmoyejao a carrera limpia hasta el domicilio del cliente, por supuesto él se conocía a la clientela, en su mayoría vecinos del sector, cuando llegabas del mercado, él tenía rato descansando bajo la sombra del Roble del frente de casa, te colocaba la compra a la entrada, recibía su propina y salía otra vez en carrera.

Al fondo de mi casa, estaba la residencia de la familia Suarez, Hugo Suarez compañero de primaria en el SVP y sus bonitas hermanas, Villeros de ojos verdes y claros, de regreso el supuesto “loquito” se desviaba por la calle 70 para regresar a su lugar de trabajo, no sin antes echarle una miradita a la casa donde vivían éstas agraciadas muchachas, a ver si pescaba una miradita o robaba una sonrisa a las féminas, pasaba poco a poco con su carrito de supermercado cantando y haciendo gesticulaciones, llamando la atención de las chicas, hasta terminar la cerca y salía otra vez espitao perdiéndose de mi mirada en el cruce de la esquina.

Así debemos vivir, cruzando esquinas, pasando la página, como periódico de ayer, avanzando, tomando incluso el camino más largo cuando nos proponemos algo, pero ganando tiempo porque el tiempo es oro y la vida una carrera diaria.   

José Luis Reyes Montiel.




  

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