sábado, 17 de octubre de 2015

El Patio de Tío Julian.

Modelo de camioneta donde distribuía
el sabroso Pan Campesino
mi Tío Julian.
En el 18 de Octubre, en la barriada, no el día que derrocaron al Presidente Isaías Medina Angarita, vivía mi Tío Julián en una modesta casa que compró con sus ahorros, con un buen espacio de terreno en su fondo, al cual, le dedicó ya el anciano Tío, lo mejor de sus conocimientos de campesino jubilado, después de haber pasado varios años en su camioneta Chevrolet 1950 distribuyendo un sabroso y aromático Pan Campesino, que mamá en cada visita recibía como regalo del Tío Julián para la mesa de nuestra casa.

Tío Julián, aprovecho ese espacio de tierra al fondo de su casa, para sembrar varios árboles frutales, mangos, nísperos, limonsones, limón, y otros de temporada como plátanos, guineos, lechosas, melones, patillas, entre otros arbustos y plantas de jardín, sin faltar sus animales de mascotas, entre loros, pericos, vivitos, turpiales, cardenales, palomas y sobre todo un par de yaguasas, éste es un pato silvestre de nuestras planicies marabinas, de vistosos colores y encarnado pico.

Tío Julian Montiel Fuenmayor
en la mocedad de sus años.
Aquel rinconcito plantado y alegrado con sus animalitos, resultaba ser para mi Tío Julián, un microcosmos de su amado campo, al cual le dedicaba todo el cariño del mundo en su mantenimiento, mediante el riego diario y su limpieza; me contaba mi Tío Julián como se levanta a las 4 de la madrugada, para recoger las hojas secas con el rastrillo mientras con la manguera regaba sus plantas cambiándola de lugar y al final rociaba todo su extensión dejando las guirnaldas del líquido vital, sobre las hojas y compactando la rastrillada arena del patio, del cual emergían todos sus aromas de raíces y naturaleza primorosa.

Además de la espaciosa jaula de pájaros, colocada en el centro del trasfondo del patio, había levantado tío Julián un depósito de chécheres, situado al margen derecho del patio, donde guardaba sus herramientas de trabajo, desde la pala hasta el martillo y serrucho, y donde encaletada entre los cajones de madera, nunca faltaba su respectiva carterita de aguardiente de caña blanca, tan aromático y glacial como etílico y espirituoso.

De un extremo del techo de ese depósito de corotos, se sostenía de sus varas de madera, una colmena de abejas, de donde periódicamente extraía el néctar de su deliciosa miel de abejas, para su consumo familiar y preparar diversas tomas y remedios caseros.

Ese era el patio de Tío Julián, agradable resultaba tomarse un cafecito cordial recién colado por Tía Margarita su amada esposa y madre de sus hijos Juliancito, Humberto, Ezequiel, Luis, Gustavo y Alfonso Montiel Ortega;  como grato era pasar una tertulia familiar bajo la sombra de sus árboles escuchando el cuchicheo de los pájaros desde su jaula, tomándose una rica limonada o un jugo de limonson muy particular preparado por Tío Julián, mientras las Yaguasas en un descuido tuyo te picoteaban las piernas celosas de su patio.

Mi bondadoso
Tío Julian
Un día mi Tío Julián me regalo un reloj que guardaba en su baúl, me dijo José Luis estas muy gordo, rebaja, párate en la mañanita y te ponéis a trotar para que veáis, reduce a la mitad tus comidas vos sabéis para que encontréis novia. 

Así lo hice, terminaba mi bachillerato, cuando me inicie en el maratón y durante todo el tiempo de Universidad y hasta después de casado, dejando de entrenarme después de los cuarenta años, grande error mío, hoy estoy intentando tomar el camino con limitada eficiencia, pero lo importante es hacerlo, y el recuerdo de las palabras de Tío Julián me alientan, así como las vivencias con mis tíos y tías y muy especialmente los cuentos atesorados de los recuerdos de mi madre.

Tío Julian, tenía un dicho o exclamación, cuando un detalle, bebida, comida, ropa, entre tantas cosas buenas, veía, exclamaba: -Enooooormeeeee miiiiijooooo- (enorme mijo) por lo que yo suelo exclamar del mismo modo, sin dejar de pensar en mi bondadoso tío Julian.

En su patio mi Tío Julian riega sus matas, hechizando de primaveras encerradas el ecosistema vital del bello recinto, el roció del agua sobre el verdor de la espesura de las hojas atiza de clorofilas el aroma del ambiente y un delirante sentimiento de añoranzas fluye, como un río de esperanzas, desde las memorias acrisoladas de mis viejos familiares.

José Luis Reyes Montiel.







     

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