sábado, 10 de octubre de 2015

La Dote de Mamá Carmela.

Mamá Carmela ya con sus cien años,
tomando su sol mañanero en el patio de "El Cristo"
residencia de tío Dimas Montiel, en la avenida 8 Santa Rita,
hoy no existe es el sitio del estacionamiento de la DRE.
En la habitación principal de la solariega casa del Hato “Monte Claro” de Don Pedro Antonio Fuenmayor, su esposa Doña María del Carmen Cárdenas de Fuenmayor, entre las risas y la conversación de su esposo, le acomoda los pañales de lino y algodón a su hija, para vestirla de fiesta en la ocasión de llevarla a la pila bautismal, y ante Dios el sacerdote rendirle las aguas del sagrado sacramento y darle el nombre por venia de sus padres María del Carmen de los Ángeles Fuenmayor Cárdenas. 

Erase en honor a la verdad, aquella morena niña, la nieta de los contertulios esposos Fuenmayor Cárdenas, estos adoptaron a su nieta por hija propia, pues solo habían tenido un hijo varón, cuyo nombre se perdió entre las memorias de los relatos familiares de mi madre, quien era el verdadero padre, siendo la niña el fruto de sus amoríos de juventud con una jovencita doméstica de la casa, por cierto de raza indígena, por lo que María del Carmen era mestiza de origen, por parte de su madre quien era Wayuu.

Mi Tía y Madrina
María Espíritu Santo Montiel Fuenmayor.
Fue María del Carmen criada como hija propia de los Fuenmayor Cárdenas, y muy bien formada en los quehaceres propios del hogar, educada en el marco de los escasos conocimientos impartidos en esa época a los pupilos, apenas enseñaban la lectura y a firmar, sumar, restar, urbanidad y buenos modales; y por supuesto a rezar, junto con el catecismo católico.

Además, como hija recibió todos los afectos y consideraciones que una hija primogénita de buena familia le acreditaban sus padres en la sociedad marabina de esos tiempos, de sombrero, corsé, falda larga y ancha con sombrilla; mientras los mozos de palto y corbata, cortejaban en los bailes y feriados patronales a las muchachas, con una sola finalidad una sincera amistad o si las cosas prosperaban para bien, la unión matrimonial, la tradición de las familias consistía en formar una familia y un patrimonio, la familia y la propiedad, como elementos integradores de la sociedad.

Carmen Domitila Montiel Fuenmayor
mamá en sus quince años.
De esos tiempos de danza y contradanza, valses y merengues venezolanos, de domingo de retreta en la plaza Bolívar de Maracaibo, una ciudad ventilada por la fresca brisa del Lago permitía a su gente engalanarse y reunirse en plazas, cafés, salones y clubes de la ciudad, caminar y conversar, sentarse en una banca de alguna plaza a la sombra de los árboles y degustar golosinas de nuestras artes culinarias vernáculas como los calabazates, conservas de maduro, coco, leche, guayaba; dulces de lechosa, limonzón, cascos de guayaba, piña y sobre todo, acompañados con su manjar blanco.

Mamá Carmela en compañía de sus nietos Juliancito y Joseito
hijos de tío Julian José Montiel Fuenmayor.
De ese modo se conocieron Papa Luis y Mama Carmela; ahora bien, sus nombres el de la abuela sempiterna ya lo conocemos; y el del abuelo, también tiene su historia, era el abuelo hijo de María de las Mercedes Montiel y de Don Aureliano Villalobos, éste un próspero agente de comercio, que transitaba desde la capital neogranadina la ciudad de Bogotá pasando por Cúcuta, San Antonio del Táchira, La Fría y el Puerto de Encontrados, hasta nuestra ciudad de Maracaibo; aprovechando la ruta del famoso Ferrocarril del Táchira y ese ancho camino lacustre que comunicaba a la ciudad de Maracaibo con el resto de la provincia de nuestra cuenca hidrográfica, permitiendo un fluido comercio y transporte de mercancías, allende nuestras fronteras hasta los puertos internacionales europeos y del norte, sur y centro de América, tanto para su exportación como importación.

De tal manera, el regio Don Aureliano Villalobos tenia residencia en cada ciudad en la cual pernotaba por un tiempo, mientras emprendía sus negocios y demás relaciones comerciales; es así como en nuestra país procreo a nuestro abuelo dándole por nombre José Luis y tomando por apellidos el de su padre Villalobos y Montiel por su señora madre María Mercedes, José Luis Villalobos Montiel.

Don Luis Montiel Villalobos
Así las cosas, la profunda soledad de la niñez del abuelo era abismal, asumiendo su mama la tarea de padre y madre, ante la ausencia por meses de la figura paterna, así transcurrió hasta su juventud y marco el carácter severo de Papa Luis, cuenta mama que nunca castigó físicamente a ninguno de sus hijos, pero bastaba una mirada suya para comprender la reprimenda y el llamado al orden y la disciplina, al cual inmediatamente era asumido por la muchachada y hasta después de adultos seguían guardando el respeto y la compostura ante la presencia del patriarca, mejor conocido por familiares y amigos como Don Luis Montiel Villalobos.

Fue entonces, Don Luis Montiel Villalobos el vástago que por rebeldía con su progenitor y quizás hasta por cierto resentimiento, ante la soledad de su madre y en lo personal, decidió un buen día cambiarse los apellidos favoreciendo al patronímico materno antecediendo al paterno y de ese modo hacer honor a su sufrida madre. Esto lo hizo claro esta porque en esos años no había comenzado la cedulación ciudadana en Venezuela fue apenas durante el gobierno del General  Isaías Medina Angarita, para el año 1942, cuando comenzó este registro de identidad, correspondiéndole al presidente Medina el número 0001 de su cédula de identidad.

Quedamos, en los dulces, las plazas y las retretas, los bailes y los feriados patronales, la sociedad marabina de la época y sus jóvenes, su moda y elegancia, sus costumbres y buen proceder, todo en el marco bucólico de la ciudad de Maracaibo y sus Hatos aledaños.

Domingo de Retreta en la Plaza Bolívar de Maracaibo.
En ese entorno al cual pertenecían la abuela y el abuelo, finalmente se comprometieron en matrimonio eclesiástico, arreglado por supuesto como era costumbre, en presencia de Don Pedro Fuenmayor padre putativo de Mama Carmela como explique; era tradición de la época, cuando se comprometían en matrimonio, que el Padre de la Novia ofreciera una Dote a los noveles contrayentes, la dote es una figura jurídica de los esponsales desde el antiguo derecho Romano, la promesa de la dote era entregar una cosa sea en especie, tierras, oro, ganado, entre otras; para una vez consumado el matrimonio la pareja pueda desarrollar su vida independientemente de sus padres, emancipándose y de ese modo procrear y constituir una nueva familia.

Foto del Cuadro al oleo de la artista Nelly Amado, amiga de los Montiel Fuenmayor,
obra que fue expuesta en Berlín Alemania, en el año 1938, representando a Venezuela
como muestra de la vida en el campo venezolano.
Don Pedro Fuenmayor, terrateniente de Monteclaro le cedió por escritura a papa Luis, la Dote de las tierras de lo que luego sería el Hato San Luis, así fundado por él, mas rebaños de animales mayores y menores con hierro y señal; esa Dote constituía además un pacto de caballeros, donde el prometido asumía de por vida el matrimonio y la unión con su pareja, con todos los deberes y derechos que mutuamente se conceden los contrayentes ante el altar de Dios. 

Papá Luis y su nieto Joseito,
al regazo de sus brazos.
Diez hijos procreo el abuelo con la abuela, María Mercedes, Francisco Antonio, María Trinidad, Luis Nicomedes, María Lourdes, José Julián, María Espíritu Santo, Dimas de Jesús, Carmen Domitila y Aurelio Lubín Montiel Fuenmayor; dos murieron siendo niños, María Espíritu y José Agustín, selección natural de los más fuertes. 

Durante los primeros años del siglo XX y hasta el año 1940, el Hato San Luis estuvo floreciente y productivo, con la enfermedad del abuelo todo decayó, se vio obligado a residenciarse en Maracaibo en la casa de Tío Dimas, llamada El Cristo, para hacerse su tratamiento médico, dejando este mundo en el año 1947; y tal como dice el refrán popular -el ojo del amo es el que engorda el caballo- se cumplió una profecía del abuelo Papa Luis, durante la construcción de la carreta Maracaibo vía El Mojan, una tarde, parado frente a la majada del Hato San Luis, mientras observaba a los presos enrastrillar el caliente asfalto sobre la calzada engranzonada, levantó su vista, y mirando el horizonte donde el Sol de los Venados decoraba la tarde sobrecogedora, dijo: –ahora si es verdad que se acabara el campo-.

A continuación los documentos suscritos por Don Pedro Antonio Fuenmayor llamado por mamá y los tíos Papá Perucho donde le cede en venta a Papá Luis el hato "San Luis" el 30 de Noviembre de 1899, tal como consta en su nota de registro.


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José Luis Reyes Montiel.







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