En la habitación principal de la solariega casa del Hato “Monte Claro” de Don Pedro Antonio Fuenmayor, su esposa Doña María del Carmen Cárdenas de Fuenmayor, entre las risas y la conversación de su esposo, le acomoda los pañales de lino y algodón a su hija, para vestirla de fiesta en la ocasión de llevarla a la pila bautismal, y ante Dios el sacerdote rendirle las aguas del sagrado sacramento y darle el nombre por venia de sus padres María del Carmen de los Ángeles Fuenmayor Cárdenas.
Erase en honor a la verdad, aquella morena niña, la nieta de los contertulios esposos Fuenmayor Cárdenas, estos adoptaron a su nieta por hija propia, pues solo habían tenido un hijo varón, cuyo nombre se perdió entre las memorias de los relatos familiares de mi madre, quien era el verdadero padre, siendo la niña el fruto de sus amoríos de juventud con una jovencita doméstica de la casa, por cierto de raza indígena, por lo que María del Carmen era mestiza de origen, por parte de su madre quien era Wayuu.
Mi Tía y Madrina María Espíritu Santo Montiel Fuenmayor. |
Además, como hija recibió todos los afectos y consideraciones que una hija primogénita de buena familia le acreditaban sus padres en la sociedad marabina de esos tiempos, de sombrero, corsé, falda larga y ancha con sombrilla; mientras los mozos de palto y corbata, cortejaban en los bailes y feriados patronales a las muchachas, con una sola finalidad una sincera amistad o si las cosas prosperaban para bien, la unión matrimonial, la tradición de las familias consistía en formar una familia y un patrimonio, la familia y la propiedad, como elementos integradores de la sociedad.
Carmen Domitila Montiel Fuenmayor mamá en sus quince años. |
De esos tiempos de danza y contradanza, valses y merengues venezolanos, de domingo de retreta en la plaza Bolívar de Maracaibo, una ciudad ventilada por la fresca brisa del Lago permitía a su gente engalanarse y reunirse en plazas, cafés, salones y clubes de la ciudad, caminar y conversar, sentarse en una banca de alguna plaza a la sombra de los árboles y degustar golosinas de nuestras artes culinarias vernáculas como los calabazates, conservas de maduro, coco, leche, guayaba; dulces de lechosa, limonzón, cascos de guayaba, piña y sobre todo, acompañados con su manjar blanco.
Mamá Carmela en compañía de sus nietos Juliancito y Joseito hijos de tío Julian José Montiel Fuenmayor. |
De tal manera, el regio Don Aureliano Villalobos tenia residencia en cada ciudad en la cual pernotaba por un tiempo, mientras emprendía sus negocios y demás relaciones comerciales; es así como en nuestra país procreo a nuestro abuelo dándole por nombre José Luis y tomando por apellidos el de su padre Villalobos y Montiel por su señora madre María Mercedes, José Luis Villalobos Montiel.
Don Luis Montiel Villalobos |
Fue entonces, Don Luis Montiel Villalobos el vástago que por rebeldía con su progenitor y quizás hasta por cierto resentimiento, ante la soledad de su madre y en lo personal, decidió un buen día cambiarse los apellidos favoreciendo al patronímico materno antecediendo al paterno y de ese modo hacer honor a su sufrida madre. Esto lo hizo claro esta porque en esos años no había comenzado la cedulación ciudadana en Venezuela fue apenas durante el gobierno del General Isaías Medina Angarita, para el año 1942, cuando comenzó este registro de identidad, correspondiéndole al presidente Medina el número 0001 de su cédula de identidad.
Quedamos, en los dulces, las plazas y las retretas, los bailes y los feriados patronales, la sociedad marabina de la época y sus jóvenes, su moda y elegancia, sus costumbres y buen proceder, todo en el marco bucólico de la ciudad de Maracaibo y sus Hatos aledaños.
Domingo de Retreta en la Plaza Bolívar de Maracaibo. |
En ese entorno al cual pertenecían la abuela y el abuelo, finalmente se comprometieron en matrimonio eclesiástico, arreglado por supuesto como era costumbre, en presencia de Don Pedro Fuenmayor padre putativo de Mama Carmela como explique; era tradición de la época, cuando se comprometían en matrimonio, que el Padre de la Novia ofreciera una Dote a los noveles contrayentes, la dote es una figura jurídica de los esponsales desde el antiguo derecho Romano, la promesa de la dote era entregar una cosa sea en especie, tierras, oro, ganado, entre otras; para una vez consumado el matrimonio la pareja pueda desarrollar su vida independientemente de sus padres, emancipándose y de ese modo procrear y constituir una nueva familia.
Papá Luis y su nieto Joseito, al regazo de sus brazos. |
Diez hijos procreo el abuelo con la abuela, María Mercedes, Francisco Antonio, María Trinidad, Luis Nicomedes, María Lourdes, José Julián, María Espíritu Santo, Dimas de Jesús, Carmen Domitila y Aurelio Lubín Montiel Fuenmayor; dos murieron siendo niños, María Espíritu y José Agustín, selección natural de los más fuertes.
Durante los primeros años del siglo XX y hasta el año 1940, el Hato San Luis estuvo floreciente y productivo, con la enfermedad del abuelo todo decayó, se vio obligado a residenciarse en Maracaibo en la casa de Tío Dimas, llamada El Cristo, para hacerse su tratamiento médico, dejando este mundo en el año 1947; y tal como dice el refrán popular -el ojo del amo es el que engorda el caballo- se cumplió una profecía del abuelo Papa Luis, durante la construcción de la carreta Maracaibo vía El Mojan, una tarde, parado frente a la majada del Hato San Luis, mientras observaba a los presos enrastrillar el caliente asfalto sobre la calzada engranzonada, levantó su vista, y mirando el horizonte donde el Sol de los Venados decoraba la tarde sobrecogedora, dijo: –ahora si es verdad que se acabara el campo-.
A continuación los documentos suscritos por Don Pedro Antonio Fuenmayor llamado por mamá y los tíos Papá Perucho donde le cede en venta a Papá Luis el hato "San Luis" el 30 de Noviembre de 1899, tal como consta en su nota de registro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario