sábado, 27 de junio de 2015

Antonito y Augusto.

Allá en mi vieja casa, allá donde vivía, entre juegos, risas y fantasías, una paz pastoral presidía su ambiente, los años pasaban largos esperando la navidad y la llegada del niño Jesús y muy especialmente sus regalos, papá siempre se ocupó de esos detalles mientras mamá disponía en la cocina la preparación de la macarronada acompañante del pavo o pernil; entonces el tiempo daba la sensación de permanencia de las cosas, pues las circunstancias parecían tan estables y permanentes, entre ir y venir del colegio, las oraciones de la mañana y el ángelus de la tardes, los actos culturales los días de fiesta nacional, dando carreras en los patios, los juegos de época, como el yoyo o la perinola, las metras, en fin, si había alguna preocupación era como obtener el permiso de mamá o papá. 

Todo aquello cambió radicalmente con la partida mi padre, una inmensa soledad se apoderó de mis pensamientos, y tejió un modo de ver las cosas que perdura hasta estos días, doy infinitas gracias a Dios porque nunca me faltó su compañía, esa fe que  robustece el carácter y forja la personalidad que en mi caso no será la más perfecta, pero al lado de cada caimán con el cual me topo a diario soy un niño de pecho.

Uno de aquellos días, la solaz rutina se vio interrumpida, la vetusta tubería de la añeja casa se despedazó dejando escapar el agua en el patio, mamá negoció el trabajo de plomería con dos viejitos muy buenos amigos de mi difunto padre, muy maracaiberos de fino dialecto de vos, el señor Antonito, con su sombrero jijapa, y el señor Augusto, con su gorra de beisbol; al viejo Augusto lo apuraba en su conversación su asma, mientras reclamaba al señor Antonito aparatará de él el humo del cigarrillo, pues el viejo Antonito fumaba un cigarrillo que no tenia filtro, marca “Camell”, tenían impreso un paisaje árabe con un Camello como emblema del nocivo producto; ambos eran flacos Augusto más alto que Antonito, éste más chistoso aquel más serio por su asma, caian muy simpáticos a pesar de su vejez, en su andar juntos por esos rumbos de Dios buscando un trabajito para resolver el día de hoy.

La tubería rota del agua potable, partía desde el medidor del entonces INOS pasando a todo lo largo del patio hasta la casa, y como era julio y estaba de vacaciones escolares, compartí largamente con el par de viejos compañeros mientras sustituían la deteriorada tubería, entre los espasmos del asma y el humo del cigarrillo del señor Antonito el señor Augusto se campaneaba una carterita de aguardiente de caña blanca, entre sorbo y sorbo calmaba su asma mientras tosía, entretanto untaba con pintura de aceite las roscas de la tubería para evitar las fugaz del vital líquido, antes no existía el moderno teflón.

El etílico liquido acentuaban en cada trago las arrugas del rostro del señor Augusto,  de ese modo sofocaba su asma, mientras reía echando cuentos con el señor Antonito, de picarescas historias me enteré de mi padre y mis tíos Román y Carlos Luis y sus andanzas y parrandas, de sus fiestas y reuniones familiares, entre otros aspectos de esa época, de costumbres e historias de la citadina Maracaibo de aquellos años; conversación que interrumpía los ataques de tos del señor Augusto mientras el señor Antonito se alejaba hasta la fresca sombra de un inmenso árbol de Ratón, apartado del señor Augusto, donde fumaba sus cigarritos tranquilamente, al rato volvía a su trabajo diciendo veníamos hablando de que?. y el señor Augusto le recordaba, logrando mantener el hilo de la conversación.

Pero, en asuntos y temas de conversación, todo tiene su punto débil, el señor Antonito era adeco y el señor Augusto era copeyano, durante ese año 1969 gobernaba el Dr. Rafael Caldera, diferencia ésta por la cual los altercados en materia de la política terminaban siempre en sus discusiones con un airado ataque de asma del viejo Augusto y el silencio inmediato de la discusión por parte de Antonito quién afirmaba -veis te vais a morir por estar defendiendo a esos políticos de mierda- mientras palmeaba la encorvada espalda de su delgaducho compañero.  

Fue una bonita vivencia, compartir esos días con aquellos campechanos viejos, buenos amigos de mi difunto padre Pascual Reyes, en aquellos días, cuando era tan solo un niño, cuando la existencia para mi brindaba la percepción que todo estaba quieto y en su lugar, el Sol brillaba con una luz radiante cada mañana y aquel límpido cielo permitía a las gotas de rocío cubrir las florecillas amarillas de los Abrojos del solar del patio, no habían temores, ni afanes, ni tribulación, todo era jugar, comer y dormir; fue así como me enteré de otros asuntos, mas trascendentales pero aún lejanos para mí, como podía pensar entonces que algún día llegarán a ser vivencias de las calles y de la vida diaria actual, como discernir en mi camino a la tienda del señor Gabriel, para hacer el recado, cuando con una moneda de Un Bolívar adquiría ¼  kilo de queso de año, un paquete de espaguetis y una latica de salsa y resolvíamos el almuerzo de ese día, entonces había de todo en los mercados, pero escaseaban los recursos económicos para adquirir las cosas; ahora, tenemos los recursos, pero además de su alto costo y como consecuencia del mercado negro, escasea su aprovisionamiento.

En sus comentarios sobre el futuro político de nuestro país, Augusto decía -algún día veréis- y Antonito su amigo inseparable, sentenciaba  -algún día, como dijo la Campos- (refiriéndose al dicho de la heroína zuliana Ana María Campos, sobre la capitulación de los realistas españoles),  entonces no se equivocaron, en un aspecto los viejos amigos si coincidieron, algún día la riqueza petrolera cobraría su cuotas de fortuna inimaginable, algún día asonadas militares volverían a tocar las puertas del Palacio de “Miraflores”, algún día esa aparente paz lograda a punta de plomo durante los gobiernos de los años 1960-1970 llegaría a su triste termino, la crisis cual fantasma del pasado llegaría quebrantando la paz y armonía que la riqueza malhadada y el facilismo de aquellos años había erosionado la moral y la ética de los venezolanos, algún día los venezolanos recordarían con nostalgia a la Venezuela agraria y pastoral que dejó el general Juan Vicente Gómez, mientras la historia nos daba la espalda pasando factura a esta Venezuela rimbombante y petrolera, pero que fugazmente se nos fue entre las manos.



José Luis Reyes Montiel. 



La imágenes al lápiz de los personajes Antonito y Augusto son semejantes pero no reales,  como los recuerdo.

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