sábado, 12 de abril de 2014

Una noche de canto zuliano en casa.

Tempranito como a las cinco de la mañana de este sábado, al iniciar esta cajita maravillosa, que si no se sabe bien emplear es una verdadera “Caja de Pandora” pues cual árbol del bien y del mal tiene dentro de si material inmensamente valioso pero también inmisericordemente letal, por eso hay que advertir a nuestro hijos, hablarles con toda la crudeza y realidad sobre esta tecnología informática, para emplearla con táctica y obtener de ella el mejor provecho; ya me fui por la tangente, quietecito tranquilo, me reseteo y vuelvo al tema.

Les decía, que tempranito, iniciando este abril de sol y playa, al abrir mi Lapto, se proyectó automáticamente una vieja foto de un cumpleaños de Sara mi hermana, cuya data es de por los años 1980, si yo tenía mis 20 años florecientes, ella cumplía entonces 27 años, pues mamá siempre nos recordaba que entre los dos había una diferencia de 7 años, Ese cumpleaños los festejó Sarita, debajo de un inmenso árbol de Mango en el frente de nuestra casa allá en La Pomona, en la calle 103 por las inmediaciones del antiguo Cine Lido y el Café imperial.

Por esos tiempos, Sara mi hermana, prestaba sus servicios como asistente administrativo de una empresa filial de la “Zulia Volkswagen, C.A” en una agencia cercana a nuestra casa en el sector Los Transformadores de la via que conduce de la Pomona a la Zona Industrial de Maracaibo, la empresa sucursal de “ZUVOCA” se dedicada a la venta, alquiler y mantenimiento de maquinaria pesada Massey y Ferguson.

Cabe mencionar, por entonces yo estudiaba y trabajaba, en uno de mis primeros empleos como Office Boy y fue precisamente en la “ZUVOCA” en la avenida Las Delicias, donde trabaje a las ordenas de un alemán de la ciudad wagneriana de Leipzig, alto como un Roble, de cabellos como el maíz desgranado y profundos ojos azules como el añil, un caballero, siempre me trato cortésmente, pero fumador empedernido, encendía uno tras otro cigarrillo y exclamaba con frecuencia… ¡es inaudito! Tiempo me quedo la manía del susodicho dicho, hasta olvidarlo.
  
El Gerente de la empresa y jefe de Sara era el señor Antonio Castro (QEPD), un cubano maracucho que no solo se residencio en Maracaibo, sino que hizo familia en el Zulia y amaba nuestra gaita y música regional, se hizo incluso compadre del portento del canto zuliano Don Tino Rodríguez.

Ciertamente para el cumpleaños de Sara, el señor Castro, le prometió llevarle a casa un regalo de excepción y así lo cumplió, invitó a su compadre para brindarle a Sara una serenata, esa noche de su fiesta de cumpleaños.

Entre cervezas y pasapalos, debajo de la mata de mango de nuestra casa, en plena barriada de La Pomona, la gente se agolpaba desde la cerca de ciclón para escuchar los graves tonos de Don Tino Rodríguez que hasta altas horas de la noche cerró cantándole a Sarita el cumpleaños feliz de otro portento zuliano del canto Don Armando Molero.


Con la guitarra Don Tino Rodriguez, con su bigote característico y sus zapatos blancos,
 a su derecha Sara mi hermana, en el enlosado del frente de mi casa en La Pomona.

Yo por cierto, le pedí al maestro Don Tino Rodríguez me complaciera con el tema “Estampas Antañonas” y así lo hizo, el tema cuya letra dice …Veo en los ojos de mi padre la ilusión / de hallarse joven con sus 20 años florecientes / parado en una esquina con sus zapatos de patente / su flux de Alpaca elegante y tropical / aquel Stemson diplomático calado / un gran clavel muy encarnado en el ojal / y entre sus manos un pañuelo perfumado / era la estampa de los tiempos del pasado / la del verso del romance y del amor / de la dama que lucía traje largo y entre sus manos una flor / por eso cuando cantan una contradanza / mi padre evoca con amor el tiempo aquel / mientras mi madre enrojece de añoranzas y cariñosa con amor se abraza a él. 

Cuando refiero esa bonita época de mis veinte años, digo mis 20 años florecientes, como corolario de esa hermosa contradanza zuliana, esa es una de las mas importantes etapas de la vida, y es mi mensaje para todo joven, mi lema mente sana en cuerpo sano, no fumaba, no bebía, practicaba por mi cuenta maratonismo y rutina de ejercicios cada tres días a la semana, pesas en el IND con mi instructor Nestor Bracho, Karate Do en el Dojo Tanabe con mi Sensei Kunio Tanabe y nunca me trasnoche. De algo si sufri, en amores, nunca deje sentir el dulce guayabo del desengaño y las escapaditas con una linda dama. 

Esa noche, Don Tino estaba acompañado al cuatro por su hijo, una mandolina por un tercer ejecutante y bajo, y de ese modo la velada zulianisima pasó hasta la madrugada marabina bajo el tañido de las hojas del Mango que abrigaba la agradable brisa lacustre desde la bahía de Los Haticos por encontrarse nuestra casa situada en la parte más alta del “Cerro del Hato” como es conocido ese sitio en La Pomona.

Cuando uno tomaba el por puesto de Haticos por Arriba, te bajabas en la esquina del callejón “Omega” pues así se llamaba una casa situada en toda la esquina, diagonal al insigne Cine Lido, entonces subías una lomita y caminando por el pavimento desde ahí lo primero que divisabas era la mata de Chaguaramo y el Mango cual gigantes gendarmes sobre la cresta del cerro, sitiando mi casa. 

De la Pomona tengo muchos cuentos que contar, cuentos buenos y de loca juventud, pues  me traslade de 16 años hasta ese pequeño terruño de la vieja Maracaibo.



José Luis Reyes.

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