Por una
de esas circunstancias de la vida, partiendo del hecho cierto que todo recuerdo
entristece por lindo que sea, por lo general uno se recuerda del pasado, no
tanto para sufrir rebuscando sentimientos, ni mucho menos para revivir
desencuentros con la felicidad, sino más bien para aprender de la existencia,
para asumir nuevas y positivas actitudes con base a lo que los viejos de antes
llamaban experiencia y decían quién tuviera a los 50 años con experiencia
la juventud de los 20, y lo digo por si algún lector le pareciera de ese
modo, por si acaso, esa es la intención de este blog, narrar historias y
vivencias familiares para edificar.
El martes
pasado llevando a Ezequiel a la Universidad Católica Cecilio Acosta, vimos un arbolito de anaranjadas flores en la urbanización La Paz, muy frondosa y
floreada ella en el frente de una casa, y me dijo -papá esa es la mata de “No me Olvides”- pues claro, Ezequielito lo sabía, ese y
tantos otros cuentos que yo les contaba a mis hijos cuando chicos.
El árbol
de “No me olvides”, es un árbol tropical de selva lluviosa de montaña, se
encuentra generalmente en las orillas de nuestros ríos, es un árbol como el
Roble nuestro o Apamate, tupido y alto, de hojas en forma de corazón por una lado
algo ásperas y suaves por debajo, de ancho y largo tronco de blancas maderas y
verde corteza, sus flores de color naranja de mediano tamaño, pero muy
numerosas al florear, se aglomeran en hermosos buqués arreglados por la
naturaleza misma sin intervención del artesano decorador.
Flores de "No me Olvides" |
Sus
tupidas y anaranjadas flores al eclosionar dan un aromático fruto, en forma de
vulva de color blanco, sumamente oloroso, cuyo aroma impregna el ambiente
alrededor de su delicado perfume alrededor de la emblemática presencia del
árbol, sin embargo, ese fruto, como el fruto del bien y del mal del árbol del
Jardín del Edén, no se puede comer, es toxico al consumo humano, ni los
pajaritos silvestres se lo comen; recuerdo como se perdían en el suelo los
frutos del “No me Olvides” sembrado en el patio de mi añeja casa; por
lo cual consecuentemente el oloroso fruto solo servía para reproducir al
épico árbol, al dejar caer su fruto en las aguas de nuestros ríos y permiten a
su semilla flotar, hasta llegar donde la mano de la naturaleza lo lleve alguna
otra ribera del río, donde germinará y crecerá un nuevo árbol de “No me
Olvides” .
Sus frutos son tóxicos y amargos como el Ajenjo |
Ahora
bien, un buen día le pregunte a mamá, ¿para que tener un árbol que no
daba fruto bueno para comer? Su respuesta fue algo más larga a las
respuestas acostumbradas, antes a los muchachos, nos respondían, por
preguntones, en el peor de los casos con un tanganazo y nos despachan -vaya a jugar!, en
otros casos más afortunados nos echaban un cuento, y en otras circunstancias por
lo complicado de la pregunta nos salían con argumentos tan remotos como el de
las espinas del pescado, en una ocasión, mientras comía una Corvina mamarra, de esas que solía comprar en
el mercado mi padre Pascual Reyes, le pregunté a mamá ¿Por qué el pescao tenía
tantas espinas? A lo cual respondió mamá –mijo, sino fuera por las espinas, con
lo sabroso que es el pescao,
nadie comería otra cosa, sino puro pescao y se acabarían! y por eso Dios les
puso espinas para que la gente con el cuidado de ellas los evitara y no lo
comiera a diario, veis!- ante esa respuesta ahí quedaba la cosa, pero con el
tiempo entendí la charada a mis preguntas sin
respuesta aparente, al fin resultaba más que humorística un vacilón.
Otro
charada es el del Santo Negro San Benito, resulta que un asoleado día de abril
de los años sesenta y tantos, los cielos rasos de mi casa de la calle Venezuela
retumbaban con los golpes de Chimbangles Bobureños que caminaban en marcha
tocando sus alegres tambores abanderados con el Santo Negro de casa en casa
pidiendo limosna para su devoción, al tocar nuestra puerta mamá me mandó -vaya
y dele al Señor que lleva a San Benito este fuerte- diligentemente hice lo
propio, llamándome la atención la negrura del Santo en contraste con el azul de
su hábito y el dorado de sus finos encajes de oro; le pregunté entonces, -mamá
¿porque San Benito es tan negrito?- la respuesta no se hizo esperar, quizás fue
la respuesta que en otros tiempos la abuela Mamá Carmela le dijo así, de ese
mismo modo -San Benito era blanco, muy buenmozo, era tan lindo que todas las
muchachas de su pueblo se enamoraban de él, y como él quería ser Santo, para
evitarlas le pidió a Dios lo pusiera negrito como una ciruela pasa... veis!-
yo me quedaba pensando en lo pendejo que era San Benito cuando joven,
tiempo después la verdadera historia conocí y despeje las dudas del Santo
Negro.
Ahora volvamos al tema de este conversatorio, sobre el árbol
de “No me Olvides”, ante el enigma de sus indigeribles frutos y sus hermosas
flores color naranja, es de suponer que despertó mi curiosidad, y preguntándole
a mamá sobre el origen del susodicho nombre del árbol, me dijo lo antes
comentado y me contó este cuento que ya les voy a contar.
Estando una pareja de enamorados amándose con pasión a
las orillas de un río, la muchacha resuelta le pidió entonces al novio una
prueba de su amor, -que deseas- respondió el mozo -dímelo! Lo que sea hago por ti-
La muchacha miró los alrededores de las riberas de las caudalosas aguas,
y le resultó de su agrado unas flores fulgurantes de vivos colores naranja
sobre la hojarasca de un boscoso árbol situado en la orilla opuesta, el
impetuoso joven se arrojó a las embravecidas aguas del río y a nado olímpico
las rebasó, tomó entre sus manos un ramillete de las anaranjadas flores, pero
el regreso fue más arrebatado y difícil, las enfurecidas aguas frenaban el ya
cansado cuerpo del consorte enamorado, y no pudiendo llegar hasta su novia, en
un adiós para siempre, le lanzó el ramo de las anaranjadas flores,
clamándole entre el torbellino del río -No me Olvides-.
JLReyesMontiel
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