sábado, 20 de julio de 2013

La Pulperia de Rubén Alvarado.

Pulperias Marabinas
Entre la Gallera de la avenida Santa Rita y Bella Vista al margen de una cañada, a una cuadra de “El Cristo” la casa residencia de mi abuela Mamá Carmela, se encontraba la pulpería del señor Rubén Alvarado, persona de circunspecto proceder, austero, y singularmente familiar y conversador; sentados en sus mecedoras de mimbre él y su inseparable esposa, atendiendo su humilde establecimiento, donde se vendían chucherías, golosinas, refrescos, café, algunos víveres y una que otra fruta de temporada.

Iba al señor Alvarado, vestido con sus blancas guayaberas y pantalones Kaki, fumando unos largos y gruesos tabacos, mientras atendía al público o cuando muy de vez en cuando se le veía conduciendo su Jeep Willys de color verde, con su techo encerado de lona,  emanando a su paso el fino aroma de las añejadas hojas de sus Tabacos.

Grato fue conocer al señor Rubén, con su voz sonora y grave, alta y clara, sus níveos cabellos, su prominenet bigote y su hidalga presencia llenando el espacio de su humilde negocio, cuando conversaba y echaba sus historias mientras uno se refrescaba el calor del día paladeando el contenido de alguna gaseosa bien fría, acompañada de su respectiva Galleta de Huevo, una Pasta, Paledoña o Ponquesito.

Una vez me contó el señor Rubén sobre un púgil marabino de fuerte puño, primo hermano suyo, que a más de uno noqueó entre las cuerdas, llamado Daniel Alvarado, quién era un Estibador  del Puerto de Maracaibo, muy popular dada su fuerza extraordinaria, era capaz de levantar al hombro varios sacos de fique con granos sin que se le doblaran las rodillas y según partía un Coco de un solo  golpe al piso, ganándose el apodo de “El Caballo”.  

A finales del año 1921, se inicia el  boxeo profesional en esta ciudad y traen de los Estados Unidos a un púgil de apellido Swanberg  y a un argentino de apellido Passeiro,  junto a otros boxeadores de menor valia; montando un espectáculo boxístico  en el teatro Variedades. Pero “El Caballo” no tenía entrenamiento ni conocimientos de técnicas  de boxeo, pues nunca se había subido a un cuadrilátero, pero dada su descomunal fuerza, se pensó que podía tumbar al importado Swanberg, para ello acordaron un encuentro boxístico entre el zuliano y el estadounidense.

Un aficionado amateur del boxeo, Aniceto López enseñó a “El Caballo” algunos trucos de ataque y de defensa; acordada como fue la pelea, se designaron los jueces el señor Esteban Ramón París y el Dr. Héctor Quintero. El teatro Variedades se llenó totalmente, pero el público asistente quedó con los ojos claros y sin vista ya que la pelea no tocó campana ni del primer round, terminó con “El Caballo” tumbado de largo a largo en las cuerdas del cuadrilátero y el estadounidense rumbo al hospital, pues solo dos golpes decidieron la pelea: Uno propinado por Swanberg contra el  mentón de “El Caballo” y otro golpe brutal que descargó éste sobre el estómago de su contrincante extranjero, cuando el “musiú”  mejoró, se fue hasta la Isla de Curazao ruta a su país, donde falleció como consecuencia del contundente golpe que le asestó "El Caballo" destrozándole el hígado al infortunado Swanberg.

El señor Rubén Alvarado, además de comerciante, era un connotado conocedor de las técnicas del masaje corporal, aplicando cremas mentoladas medicadas, Vickvaporud, Bálsamo Alesida o Iodex, a más de uno alivió y sanó enderezando huesos quebrados, torceduras musculares, tendones y demás dolencias artríticas y musculares.

MI hermana Sara fue una de sus incautas pacientes, pues el señor Alvarado aplicaba su masaje entre la animada conversación y su buen humor, de modo de distraer al adolorido mientras encontraba el momento propicio para desconcierto de la persona, enderezar el hueso roto llevándolo a su lugar, quedando solo el eco del grito del resignado pero ya aliviado masajeado, luego colocaba los respectivos vendajes y entablillado, en una época en la cual los practicantes, masajistas y dependientes de farmacia, ante una emergencia, bien sabían delegar la consulta de un galeno universitario.  

Por allá en el año 1987, una fuerte tempestad, ocasionó que la lluvia y la cañada aledaña se llevaron el local, enseres y mercancías del popular negocio y desapareció entre las sombras de aquella aciaga madrugada y las enfurecidas aguas del caudal de la aledaña cañada, no quedo sino el sitio en el frente de la casa de los Alvarado, donde se levantaba sobre un enlosado la tradicional pulpería de Rubén Alvarado.

Al poco tiempo murió el entonces ya anciano señor Rubén Alvarado y luego le siguió su señora esposa, amigos entrañables de la familia Montiel Fuenmayor, en especial de la abuela centenaria Mamá Carmela, de mamá, Tío Dimas y Tía Espíritu, durante muchos años sus cercanos vecinos, desde la casa de “El Cristo” en la entonces avenida Santa Rita hoy No. 8 con calle 66 de Maracaibo.


José Luis Reyes Montiel.

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