Luis Montiel Ortega |
El cielo se cubría al vuelo veloz
de pequeños pájaros, surcando con sus alas desde la puesta del Sol hacia el Este
de una Maracaibo que aún conservaba los vestigios de aquellos bonitos años de
1960, era tal la cantidad de pajaritos, que uno escuchaba venir con antelación
la manada de volátiles aves, por el murmullo a lo lejos del revoloteo de sus
alas en concierto frenético, permitiendo salir al patio a su encuentro, entonces
quedaba uno extasiado mirando aquella multitud de avecillas, cuando le pregunté
a mi madre de aquella pajaramentazón ella me contó que solo pasaban en su
migración en el mes de Octubre y eran llamados “Chicharrones”.
Así los ví pasar varios Octubres,
poco a poco y año a año fueron menguando en su cantidad, cada vez eran menos los
Chicharrones que surcaban el cielo de Maracaibo de oeste a este, hasta que a
partir de los primeros años de 1970 dejé de verlos pasar por montoneras en su
vuelo migratorio.
Una tarde de Octubre de aquellos
años, me encontraba de visita en la vieja casa, de lo que fue en sus buenos
tiempos el Hato 4 de Mayo propiedad de mi abuelo Luis Montiel Villalobos, cuando
escuche el rumor batiente de las alas de los Chicharrones pasando sobre el
tejado de la vieja casa, mientras escuchaba las detonaciones de armas de fuego
en la lejanía pero dentro de los terrenos del hato, -¿Quién será el que está
casando Chicharrones? Preguntaban los primos, un poco más tarde aparecían por
entre el monte del hato los primos Montiel Ortega, Luis y Gustavo, Chopos al
hombro y una bolsa de fique llena de Chicharrones; que por cierto, mi primo
Luis Montiel Ortega está hoy 15 de diciembre cumpliendo años y por eso les
estoy contando este relato, viendo la vieja foto suya colgada en el portal
familiar del wps me remonté a esos tiempos.
Para los que no conocen que es un
“Chopo” es un arma de fuego del tipo escopeta elaborada artesanalmente que se
carga a la usanza de la época colonial por la boca de su largo cañón con pólvora
mediante una baqueta, se le coloca un taruquito de papel para prensarla y luego
la munición de plomo que se fija al final del cañón con otro taruquito de
papel, prensando suavemente todo ese contenido con la dicha baqueta y se
dispara mediante un fulminante fijado en un agujero saliente en la parte posterior
del arma mediante un rustico percutor.
Mis primos hermanos Luis y
Gustavo se sentaron a sombrear, el Sol de aquella mañana de Octubre, debajo del
inmenso árbol de Mango situado detrás de la vieja casa del hato 4 de Mayo, como
siempre fuñidores y echando jareta, conversando en grata reunión familiar de
primos alrededor del tronco del noble árbol que nos cobijaba.
Nunca supe ni me enteré si los
Chicharrones los casaban para comérselos, nunca tuve la curiosidad de preguntar
o si alguna vez lo dijeron los primos Montiel Ortega no recuerdo ahora, el
asunto que por su cantidad debieron ser comidos en lotes, como los chicharrones
de puerco, de allí su nombre “Chicharrones” dados a esa ave migratoria, que tan
solo pasaba por los cielos de la decimonónica ciudad de Maracaibo en esa época
del año.
El paso de los Chicharrones por
el cielo Marabino es un recuerdo que pocos recordarán, salvo aquellos que
grabaron en su memoria el bello espectáculo que ensombrecía el Sol de las
mañanas y el susurro de sus alas anunciaba con antelación su paso, tal cual los
fuertes aguaceros de la Maracaibo de entonces en sus meses de Octubre, que uno
sabía que se acercaba no solo por la oscura nubosidad sino por la ventisca y el
sonido de las gruesas gotas de lluvia cayendo sobre los tejados y enlosados.
Los Chicharrones de Octubre ¿A dónde
se fueron? Nadie sabe nadie supo de su destino, como todas aquellas bonitas
cosas de nuestra ciudad, se desvanecieron en la madeja de sus años, se fue
degradando en la menguada hora del desencanto, quisiera ser dichoso y contarles
un cuento mejor y más bonito en su final, pero las palabras no pueden adornar
finales alegres donde la aflicción de lo disipado solo entreteje desengaños,
Maracaibo, Maracaibo, Maracaibo, me quedo con tus más gratos recuerdos de
infancia y me los regalo cada día como el primer día de lo vivido.
JLReyesMontiel.
1 comentario:
Grata y recordada historia. Narrada y escrita por una muy fina pluma. Quien vivió esas experiencias y bien sabe transmitirlas. Excelente
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